La Búsqueda

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Me despertó el sonar del timbre y al hacerlo me heló la sangre. Nunca antes había sentido tantos escalofríos a la vez. No eran horas de tocar la puerta, al menos no la mía.

Podía imaginarlo, podía intuirlo. Inspeccioné la mirilla para cerciorarme de que no estaba equivocado y efectivamente era quien pensaba. Los latidos de mi corazón se dispararon con velocidad.

Corrí hacia atrás con la intención de escapar por el fondo pero descubrí que me tenían rodeado. Estaban por todas partes. Tenía que hallar el modo de huir, pero antes debía asegurarme de que no entraran así que emprendí una rápida inspección. Tal y como supuse los accesos estaban asegurados, eso ayudaría pero no podría detenerlos por mucho.

Reflexioné y durante milésimas de segundos recordé mi vida entera, mi familia, mis amigos, mis proyectos... aún me quedaba mucho recorrido por transitar pero también era consciente de todo lo que había vivido. De repente, me hallé rendido, sin ánimos para buscar una solución a todo este embrollo. "Cansado" pensé, esa era la palabra correcta.

Quizás estaba equivocado, quizás era lo correcto. Mientras tanto desde afuera habían empezado a golpear las paredes, querían entrar a como dé lugar, me venían a buscar.

Caminé con desgano hacia la entrada y aunque por un segundo dudé en hacerlo... Introduje la llave. En el instante que comencé a dar el primer giro, pude percibir la ansiedad del otro lado. Me detuve. Mi mente en blanco empezaba a enfocarse y mi memoria sintonizó un dicho que mi hija solía mencionar cuando me ponía testarudo: "Padre, siempre hay un modo alternativo de hacerlo".

Cerré los ojos y le volví dar un giro a la llave, esta vez hacia la derecha, luego aseguré puertas y ventanas con todo lo que tenía a mi alcance; armario, mesas, sillas, todo sirvió. Me convencí de que podía, me convencí de que era posible. Cerré los ojos y me repetí a mí mismo que lo lograría, que era capaz de salir de ese lugar. Cerré los ojos y volví a soñar para superar las imposibilidades.

Porque sólo se termina para quienes dejan de luchar, a veces simplemente porque no quieren o no tienen el valor de hacerlo y muchas otras porque ya sienten que lucharon demasiado.

Esa tarde forcé el milagro y dejé a la muerte pagando en la puerta para volver a despertar, esta vez en mi casa.

FIN 

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