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— ¿Sabes? Desde que te conocí, mi corazón se enamoró de ti, esos preciosos mofletes rosados robaron mi mirada durante minutos, tu preciosa sonrisa que ilumina tu rostro, eres perfecto.

¿Por qué esas palabras recorrían tanto su cabeza? ¿Por qué recordaba aquello con tanta claridad si muy a penas podía recordar lo que cenó el día anterior y aquello que tenía años porque está tan vivo en sí. Aquellos rosados mofletes habían perdido el color, igualmente su bella sonrisa y la perfección que le caracterizaba, todo en él se había perdido, ese chico se lo había llevado, se había llevado ese pedazo de alma que le faltaba, se fue.

Aquella fría mañana de diciembre estaba de nuevo solo en la cama, ese hueco en la cama estaba ahí, su aroma estaba en la almohada, y parecía que sus risas mañaneras aún estaban en la habitación, que esa preciosa sonrisa que le despertaba, ¿Por qué? Le extrañaba tanto. Se dirigió a la cocina para servirse su característica taza de café, pero ahora era diferente, esa taza de café ya no estaba acompañada de los pequeños piquitos que se daban constantemente él y ese chico... Chen.

Los sollozos comenzaron a hacerse presente en la habitación, sentía frío, sentía su alma vacía, sentía tristeza. Su teléfono sonó. “Jongdae”. Apretó sus labios y sin más, contestó.

¿Cómo estás? —Su preciosa y escandalosa voz resonó detrás de la bocina del teléfono, pero esta vez, sonaba triste, desanimado.
Estoy bien, ¿Y tú?
— Normal... Triste.
— Xiumin...
— No empecemos, Jongdae. Sé que eres feliz con él y no tengo nada en contra de ello, pero sí en que me sigas llamando, por favor, deja de hacerlo.

Con todo el dolor de su alma, colgó el teléfono, lanzándolo al sofá y después lanzándose él, lleno en lágrimas, sollozando lo más fuerte que se podía permitir.

— ¡¿Qué está pasando, Kim Jongdae? —Por primera vez, los rasgados ojos de Xiumin estaban tan abiertos como plato, frente a él estaba su pareja junto a otro chico, si mal no veía, Luhan.
Espera, Xiumin. —Jongdae intentó calmar al pequeño envuelto en lágrimas tomándolo de la mano, pero el ajeno tan sólo respondió con quitarle la mano de encima y mirarle, dándole una fuerte bofetada y acercándose a esa pequeña zorra.
Lárgate de mi casa, lárgate de nuestras vidas y... ¡Y deja de andar haciendo lo que se te pega la gana! ¡Lárgate antes de que te saque! —El castaño chico rápidamente salió de la casa y ahora estaban solos, él y el infiel, mirándose fijamente.

— ¿Es en serio, Jongdae?
— Xiumin, déjame explicar...
— Lárgate, Jongdae. Lo siento, pero adiós...

Jongdae a pesar de que intentó convencer a su pareja, el chico simplemente respondía con enojo y molestia, al punto en que él mismo sacó la ropa del menor y dejar sus maletas afuera.

¡te di lo mejor de mí, Jongdae! ¡Te di toda mi jodida adolescencia, no sé porque jodidos acepté salir contigo si simplemente eras un bueno para nada! ¡Lárgate de mi vida y déjame en paz! ¡Lárgate con tu zorra! —Estaban ahí de nuevo, estaban empapando sus mejillas, podía sentir ese calor por todo su cuerpo y por primera vez, sentía la necesidad de querer abofetear tantas veces a ese imbécil, a pesar de que en el fondo le amaba, su mente no podía dejar de pensar en aquello, en que fue reemplazado.

Dos semanas desde aquello y él aún sentía que aquello hubiese sido ayer... Era doloroso. Seguía tumbado llorando en el sofá pensando qué había hecho mal o al menos porque tuvo que serle infiel, hasta que tocaron la puerta. Una ronca voz llamó, no era conocida para él al menos.

— Minseok, ábreme.
— ¿Quién eres y qué quieres?
— ábreme, joder.
Inseguro, Xiumin se dirigió a la puerta, abrió de la misma y vio a ese alto chico... Kris.

godbye. || chenmin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora