Rodando se ve el desliz de su existencia, en su forma redonda, alzando la bandera arqueada de su veneno. Él fruto va cayendo hacia la profundidad de los reinos, ese lugar, es llamado a unas cadavéricas manos, llenas de perjuicio y olor a valores podridos; el tallo se desprende y eleva el pecado del pensamiento; está enrojecido de lamentos por azotes de una mano temblorosa y faltante de gracia. Adentrándose en la oscuridad de estos seres inmundos y de apariencia poca agraciada, una sombra, con aspecto de inquietud y soberbia en su belleza asquerosa del ser. Es la de una mujer anciana que estaba contando una historia de dos grandes aves a esos nauseabundos seres. –miro gestando- ¿Por qué ese vocabulario? Veamos... algunos son honestos frente a las cosas que no les gustan. Continuando con el relato, esos ojos enrojecidos, de venas conectadas a un tejar blanco, llegan a su cintura el hedor del musgo y de la muerte, movía la historia como un pincel, pintando un ave de alas majestuosas con color plateado, colmando de bendiciones a los ojos humildes y otra ave volaba en el cielo oscuro atrayendo desgracias; mientras, lo contaba.
Cuando su miraba fue perdida en sus entrelazos muertos y nauseabundos, el alma fue absorbida y guiada hacia un encuentro en un agujero de color violeta. –Sigue cayendo el fruto del pecado- ¡Qué interesante paradero! ¿Será que algunos de estos demonios no van a querer conversar? Hubo una sombra que fue la más caótica de todas, era la de un soldado. Las acciones de aquel ser eran extrañas; una sonrisa maligna con dientes chuecos y sucios lo hacían difícil olvidar. El ser marchaba con una pierna fantasmal, mientras la cara desfigurada mantenía la imagen de una bestia salvaje salida de cualquier cuento de hadas. Proseguía sigilosamente, acercarse con su PKM (ametralladora ligera). Cuanto más se aproximaba, la sonrisa causaba una fuerte impresión, los dientes eran filosos como colmillos. Al poder estar con el sudor de su frente, se fue borrando la presencia, se mordió el fruto y se dispuso a tomar su mano y perder la cordura.
La imagen se fue desvaneciendo, las últimas palabras dichas antes de su partida fueron un susurro a su pronta libertad. – Apuntando con su decencia hacia el muchacho- No pienses mal, joven, la razón de mi aparición no era asustarte ni nada menos, era darte un consejo. Si crees que esto es el infierno, no has vivido lo suficiente para sentir el verdadero temor. Razona y verás que lo que estás viviendo es simplemente una canción de cuna.
Se salió del translucido túnel. En figuras figuradas y de la corriente de lo abstracto, se vio un espejismo de almas; con sus caras desfiguradas y cuerpos incompletos. En una esquina del corazón de fruto, comiendo lo último de lo cuerdo, vio cómo se llenaba la celebración de nidos de serpientes y arañas. –Botando en sus absurdas creencias- Se siente el ritmo, de estos fenómenos, danzas y canciones. Tomados de la mano junto a Ponos, Hipnos y Tanatos canturreando a la orilla de desconsuelo. Admiraban a la luna roja cortejándola con gritos, llantos y ojos ensangrentados.
El frío de la noche, no se puede comparar con el escalofrío de aquella canción profana. Las horas pasaban sin dar ninguna tregua. El único consuelo que queda, era del cuerpo; que se desvaneciera por desnutrición o que la mente estuviera atrofiada, era los profundos escritos, -frotando sus manos azuladas del frio- se recordaba en aquella casa de verano de hace diez años que su madre, contaba con tanto anhelo junto aquel árbol cuando se quedaba dormido. –Se proclama con decisión- En una tarde clara y amplia como el hastío, cuando su lanza blande el tórrido verano, copiaban el fantasma de un grave sueño mío mil sombras en teoría, enhiestas sobre el llano. (Antonio Machado)
Ya su fuerza se estaba agotando, sus párpados se cerraron. Se levantó, al día siguiente con un fuerte dolor de cabeza, no podía creer que esto no fuera un sueño. Una voz lo fue levantado, en un tono de delicadeza y sumisión. -Muchacho, no vayas donde vuestra madre... quédate, por favor-. Despertó bruscamente, solo conmemoró. Su cuerpo no respondía, seguía sorprendido de los acontecimientos que estaba viviendo. El reflejo de unas alas largas y polvorientas, se veía el vuelo rápido y atípico, sus garras se dirigían hacia el joven, sin embargo, una señora lo ahuyentó de la forma más bella, elevó su vestido con su elegante velo y dirigió su ataque hacia la cueva, donde no volvió a salir. Al parecer, con algo de fuerza lo lanzó donde los llantos no pueden ser escuchados. Su mirada ciertamente era penetrante; dio pequeños pasos hacia donde estaba.
-Si ves esos sublimes pájaros -dirigió la mirada hacia ese cielo grisáceo- verás... Algunos ven el pájaro negro antes que el blanco, debe ser porque en sus almas no hay bondad. Voy a contarte algo... No son unos simples pájaros, mantienen el equilibrio entre: desgracia, muerte, avaricia, alegría y felicidad. Toda oscuridad, comenzó con una pequeña luz. Antes de ser un reino de muertos era un pueblo normal, pero como en todo, las personas quieren sentirse superiores, engañando a la moral. Algunos tontos e insensatos decían que deben ser alguien, que deben ser respetados y nada mejor que la riqueza para eso. Capturaban al pájaro negro para conseguirlo y otros ignoraban al pájaro blanco ya que solo atraía virtudes. La peor decisión que alguien puede tomar. Muchas personas murieron.
De pronto, su cabello se tornó negro y las pocas arrugas que poseía, fueron poco a poco desapareciendo, su piel, se transformó tan tersa y suave como un ángel. Pero, hasta lo más dulce se puede agriar; en unos segundos, todo se volvió oscuro. Fue como una escena de lucha, donde ya se decide el ganador. Lo había desgarrado... Salía sangre del pecho, su corazón lo habían desgarrado, casi no podía respirar y sentía, que ya no podía mantenerse de pie. Cuando vio, que su esencia se estaba perdiendo, solo cierra sus ojos y proclama a los cuatro vientos –Soy Adán y mi muerte es el comienzo del pecado.
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Cuentos para no dormir
RandomPersonajes con historias turbias y complejas, buscan enmarcar su postura. Cuentan su historia para poder expiar sus culpas. No hay peor pecado que el que no se cuenta.