El pasado de una niña

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Lorena estaba preparando la comida para su hijo Carlos mientras le explicaba que dentro de poco llegaría a casa el nuevo bebé que estaba esperando, el niño parecía entenderla y estaba muy emocionado esperando a ese nuevo hermanito.

Lorena no podía sentir más cariño en su vida, apenas le quedaban unas cuantas semanas para tener a su otro hijo entre sus brazos, Carlitos no había mostrado ningún tipo de celos por la llegada del nuevo miembro y su esposo, su esposo era simplemente perfecto tal cual era.

El niño comía gustosamente la comida que su querida mamá le había preparado, adoraba tanto a su mamita querida, y también había prometido querer muchísimo a su nuevo hermanito ya fuese más guapo o más feo. Ahora que iba a ser un hermano mayor tenía que ser un ejemplo para todo el mundo y portarse mejor que nunca.

Justamente cuando Lorena se iba a sentar a comer junto a su hijo, llamaron a la puerta y un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Sentía que algo malo estaba ocurriendo, pero trató de ignorar ese pensamiento, su bebé podría ponerse mal.

Cuando abrió, vio que su marido estaba completamente borracho, es más, ni siquiera podía tenerse en pie por si solo, le estaban sujetando entre dos de sus compañeros.

-Perdona Lorena, no sabemos que es lo que ha pasado. -Empezó a decir el primero de ellos con la voz algo entrecortada por el esfuerzo que le suponía. -Le hemos quitado los ojos de encima durante un segundo y se ha puesto así de repente.

-¿Por qué estoy en esta casa? ¡Quiero seguir de fiesta!

-No os preocupéis, ahora mismo le preparo un café y seguro que se le pasa. -Lorena se negaba a creer que ese hombre tan maravilloso, su hombre perfecto estaba en ese estado por voluntad propia. Seguro que le habían metido algo en la copa, sí eso debía ser. Total, si pasaba con jovencitas por qué no habría de pasarle a su marido.

Sus compañeros le llevaron al salón procurando que el pequeño no viese el estado tan lamentable en el que se encontraba su padre.

Lorena entró deprisa en la cocina y empezó a preparar un café muy intenso para su marido.

Para su horror, su marido se desembarazó de sus compañeros y fue a la cocina donde estaban ella y el niño.

-¡No quiero café, quiero un whisky triple para olvidarme que estoy casado con una frígida que me quiere cargar de churumbeles para que no la deje nunca!

Lorena intentó hacerle entrar en razón, intentó decirle que se controlase, que su hijo les estaba viendo.

-¡Que nos vea! ¡que se entere que su madre es una manipuladora y una puta que se acuesta con todo el mundo para retenerme a mí y mi dinero!

Lorena no entendía nada, ¿qué le estaba pasando a su esposo perfecto? Jamás le había hablado de aquella manera, siempre la trataba con respeto y con mucho amor. 

-¿Qué te ocurre amor? Necesitas tomarte un café, no un whisky triple. -Ella trató de hacerle entrar en razón, pero lo que pasó a continuación no se lo hubiese imaginado ni en un millón de años.

Su esposo, aquel que era tan perfecto, la empujó contra la encimera de la cocina, con tan mala suerte de que se golpeó el vientre, haciendo que rompiese aguas a las treinta y dos semanas de gestación.

Los compañeros de su marido corrieron a auxiliarla en cuanto vieron eso, pero mientras uno de ellos la ayudaba a incorporarse y se la llevaba al hospital, el otro empezó a golpear a aquella bestia en la que se había convertido aquel hombre.

Los remordimientos que le recomieron desde que vio a su esposa así, hicieron que tomase una decisión demasiado drástica. Se lanzó desde el balcón de su hogar, en el décimo piso muriendo en el acto.

Por suerte, el pequeño Carlitos se había ido a acompañar a su mamá, por lo que no había visto la cara de desesperanza de su padre. Nunca podría llegar a entender qué le llevó a su padre tomar aquella decisión, pero un pequeño sentimiento de culpabilidad siempre estaría allí.

Lorena sentía cada vez más y más contracciones, parecía que el pequeño tenía ganas de llegar aquella noche. 

Finalmente, tras una hora de trayecto, llegaron al hospital por urgencias. Carlitos no podía acompañar a su mamá, por lo que se quedó con el compañero de su padre. Era la primera vez que hablaban tan tranquilos, siempre se habían hablado de una forma demasiado cortés y se dio cuenta de que ni siquiera sabía como se llamaba aquel buen hombre.

-Me llamo Miguel, siempre es un placer hablar con un gran hombre como tú Carlos.

En la sala de emergencias le comunicaron a Lorena que no podrían detener el proceso de parto, por lo que definitivamente tendría que dar a luz aquella noche, la vida del pequeño corría cierto peligro si no era así.

Lorena no podía procesar todo aquello, uno de los días que suponía más felices de su vida, se estaba convirtiendo poco a poco en uno de los más desastrosos. Primero su marido llegaba borracho, luego la golpeaba y finalmente su bebé podría estar en peligro si no nacía aquella noche. Todo era demasiado para ella, pero decidió centrarse en lo más importante en aquel momento.

Le pusieron una inyección de oxitocina y se la llevaron casi de inmediato al paritorio, desde luego su proceso de parto estaba siendo muy rápido.

Pujo tras pujo, contracción tras contracción, Lorena sentía como el bebé se acercaba a su nacimiento, un poco más, solo un poco más y ese día mejoraría de nuevo.

Finalmente, tras casi cinco horas en el paritorio, Lorena dio a luz a una niña muy sana, pero con un problema, aquella pequeña estaba completamente llena de cabello lanugo por todo su cuerpo. 

La imagen de aquel ser llorando y moviéndose como un bebé repugnó a la mujer, aquello no podía haber salido de sus entrañas. Aquello estaba mal.

Se llevaron a Lorena a una habitación, justo cuando llegaba el otro compañero de su esposo, si llegaba a tener una sola mala noticia más, se volvería loca. Solo necesitaba descansar.

Pero por desgracia aquel día nefasto no parecía terminar nunca, y el golpe más devastador acababa de llegarle.

El recién llegado le dijo que su esposo acababa de suicidarse por los remordimientos.

-¡Que sufra en el infierno como voy a sufrir yo aquí arriba con mi hijo y esta cosa! -Dijo ella enseñando a la pequeña recién nacida hacía apenas unos segundos.

Los dos hombres que se acercaron a la pequeña, y descubrieron a qué se refería la mujer. Ambos tuvieron que desviar la vista de la pequeña, no por miedo, sino por incomprensión.

¿Qué le ocurría a la pequeña? ¿Por qué tenía aquel aspecto tan inusual?

El pequeño Carlos se acercó a su recién estrenada hermanita, y dando una lección de humildad a aquellos dos hombres, le dio un beso en la frente, con delicadeza y mucho amor. Para él era la niña más bonita e interesante del mundo.

Pero Lorena, ella sentía que no podría llegar a amarla como amaba a Carlos, para ella era un monstruo y nada más podría llegar a ser. 

Su marido le había golpeado por ella, era viuda por ella, todo lo horrible que le pasó aquel día fue culpa de esa niña, y juró que la pequeña nunca más se interpondría en su camino. 

Ni siquiera le puso un nombre, su hermano se encargo de ella, así sería durante los siguientes veinte años, Rebeca solo sentiría el amor de su hermano

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⏰ Last updated: Nov 27, 2018 ⏰

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