Mi propio cuento

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Todos conocéis el cuento de Rapunzel, la chica del cabello largo que está atrapada en una torre porque una bruja malvada la secuestró y un día llega un príncipe y la rescata. Bien, pues la historia que os voy a contar ahora no tiene mucho que ver con ella.

Mi nombre es Zel pero mi pelo no es dorado como el sol ni tan largo como un río, es castaño y me llega hasta los hombros. ¡Ah! Y vivo en una cueva. Ya sé lo que estáis pensando, pero si, habéis oído bien, una cueva. Bueno, no es exactamente una cueva, tiene habitaciones, electricidad y esas cosas. En realidad, es como una casa pero excavada en las profundidades de la tierra.

Os preguntaréis cuál es la razón de que viva aquí. No ha sido decisión mía, creedme, preferiría andar por ahí fuera al aire libre; pero no puedo. Parece ser que hace unos cuantos años hubo una gran guerra y, sin querer, como que destruyeron el mundo. Vaya idiotas. El caso es que mis antepasados eran una especie de locos del apocalipsis que construyeron este lugar y se escondieron en él con un puñado de amigos.

Actualmente, vivo aquí abajo con mi abuela. Mi padres murieron hace años junto con los demás supervivientes en un derrumbamiento que hubo en el ala sur. Yo era muy pequeña así que no me acuerdo de ellos. A mi abuela no le gusta hablar de ellos, supongo que hablar de su hijo fallecido y de sus esposa no será una conversación agradable para ella.

¿Cómo describiría a mi abuela? Pues a ver, es una mujer mayor, con el pelo de color gris y siempre recogido en un moño. Le gusta ir en zapatillas y allá a donde vaya le acompaña su bastón. Es una mujer fuerte, a pesar de ser tan mayor. Es bastante estricta en lo que se refiere al exterior. Yo quiero salir a ver si hay más supervivientes fuera pero ella me lo prohíbe, dice que es demasiado peligroso.

La vida aquí abajo no está tan mal. Tenemos comida suficiente para las dos, no hace frío ni calor, tenemos libros y tareas para entretenernos... Pero es aburridísima. Todos los días son iguales. Ya he recorrido cada rincón de este lugar, jugado a cada juego, leído cada libro. Ahora aún es llevadero porque tengo a mi abuela conmigo pero cuando ella ya no esté no sé qué voy a hacer.

Seguro que estáis pensando en qué tiene esta historia de especial para que os la esté contando, bueno, pues ahora os voy a explicar cómo conseguí salir de aquí.

La mañana empezó como cualquier otra, me puse mi jersey de lana favorito, desayunamos y empecé a hacer mis tareas. Estaba haciendo inventario en el almacén de la comida, cosa que siempre hace mi abuela, pero se quedó dormida y decidí ahorrarle aquel trabajo. Estaba yo moviendo las latas en una estantería cuando sentí una pequeña brisa. ¿Cómo podía ser posible? Aquella era una sala cerrada, era imposible que entrase aire. Me puse a investigar la estantería y entonces la vi. Apenas era visible pero allí estaba. Una línea en la roca. De ahí provenía el aire. Intenté apartar la estantería y descubrí que había una puerta. Toda mi vida viviendo allí y nunca la había visto. Me dije a mí misma que podía ser peligroso abrirla, que no sabía lo que habría al otro lada. Y por eso mismo lo hice.

Al abrirla no había más que oscuridad. Sin que mi abuela se enterase, fui corriendo a mi habitación a por una linterna y atravesé la puerta. Al encender la linterna apareció ante mí un largo pasillo con unas escaleras al final. Empecé a subirlas durante lo que parecieron horas.

Cuando llegué al final había otra puerta. Era una puerta enorme de metal. Para abrirla había una especie de timón como el que había visto en los barcos piratas de los libros. Estaba muy dura pero conseguí girarla. Cuando estaba abierta dudé. Toda mi vida, mi abuela me había hablado de los peligros del exterior, monstruos, desiertos, radiación, muerte...

En ese momento apareció mi abuela por las escaleras. Su rostro, antaño hermoso y ahora surcado por las arrugas, estaba perlado de sudor; indudablemente causado por el gran esfuerzo que le había supuesto subir hasta allí. Estaba enfadada, no hacía falta ser muy lista para darse cuenta; sin embargo, cuando me habló, su voz estaba calmada. Casi me había convencido, pero entonces vi algo en su mirada que me asustó. Me giré y crucé corriendo la puerta.

La luz me cegaba, mis ojos no estaba acostumbrados a tanta luz, a la luz natural. Poco a poco los fui abriendo y lo que vi me dejó sin palabras. Verde. Todo era verde. Demasiado verde. La hierba y las flores cubrían el suelo; a la izquierda, árboles tan altos que parecía que llegaban a las nubes; a mi derecha, había un pequeño río tan cristalino que se podían ver los peces que nadaban en el agua y el cielo, de un azul tan claro que no parecía real.

Miré a mi abuela, sin comprender. Aquello no era lo que ella me había contado. ¿No lo sabía o me había estado mintiendo? Las preguntas se agolpaban en mi mente, luchando por salir pero, de repente, me fijé en su mano. Tenía un cuchillo en ella. Intenté hablar con ella pero no me escuchaba. Se acercaba a mí con actitud amenazadora. Nunca había visto así a mi abuela y, desde luego, nunca habría imaginado que intentaría matarme. Forcejeamos, el cuchillo cayó al suelo y, al final, logré empujarla hacia el interior de la puerta y la cerré como pude.

Y entonces corrí. Como nunca antes había hecho. Lo hice durante horas hasta que llegué a una ciudad. Edificios y rascacielos colocados en kilómetros de terreno, carreteras que se fundían con el horizonte y, en el cielo, un avión. Pedí ayuda a la primera persona que me encontré y me llevaron con la policía. Les expliqué todo, como volver a donde estaba mi abuela, lo que había allí dentro y las historias que ella me había contado sobre el fin del mundo.

Resulta que mi abuela, que en realidad no era familiar mío, era una mujer que se volvió y me secuestró cuando era apenas un bebé. No saben cómo encontró aquel lugar ni si era suyo. El caso es que me retuvo allí dentro durante quince años. Bueno, pues también resulta que mis padres no estaban muertos, que llevaban años buscándome. No los conozco pero no tengo otro sitio a donde ir, porque ni loca me vuelven a meter bajo tierra, no ahora que es cuando mi verdadera aventura comienza.

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