Capítulo 1: "Primer contacto."

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Miedo.

Impotencia.

Ansiedad.

Lo que sentí en el momento en el que mi vida parecía llegar a su final podría haberse descrito con miles de adjetivos, y ninguno de ellos daba algún tipo de pensamiento positivo.

Justo cuando mi pierna falló levemente y tropecé estando al borde de ese agujero de dimensiones apoteósicas, pensé que todo acababa para mi. Veía a la tipa de pelo castaño y piel casi amarillenta sujetando mi mano a duras penas para salvarme de una caída inevitable, pero esa acción sólo se cobraría una víctima más.

¿Por qué lo hizo sin nisiquiera conocernos?

Ese pensamiento no abandonaba mi mente mientras veía como la castaña agotaba sus últimas fuerzas y ambos caíamos a nuestra perdición, pues la altura de ese precipicio era supuestamente incontable. Sólo pude balbucear dos palabras casi inentendibles cuando vi que todo había llegado a su final para ambos, demasiado pronto, cabía destacar.

- Lo siento.

Dije para luego comenzar a caer por el precipicio. Pese a esto, la castaña no soltaba mi brazo. Sin tiempo a reaccionar de ninguna manera, mi cuerpo desfalleció por si sólo debido a lo crítica que era la situación, quedando insconciente.

Definitivamente el vértigo y yo no formábamos buen equipo.

De ninguna jodida manera.

Para cuando menos me lo esperé, había despertado al escuchar una voz aparentemente femenina que supuse que se estaba refiriendo a mi.

-Por favor, ¡Despierta! - Exclamó con una leve preocupación en su tono de voz.

Tras esto, abrí lentamente los ojos, bastante confuso por seguir con vida. Pude divisar que nos encontrábamos rodeado de unas flores doradas, pero era obvio que estas no habían amortiguado la caída.

¿Cómo podíamos seguir vivos?

¿Esa situación era real?

De nuevo mi cabeza se llenó de cuestiones que no me dejaban pensar con claridad, pero tras unos segundos alcé la mirada y vi cerca de mi a la castaña, con una mueca bastante aliviada.

- Frisk...¿Estás bien?

Frisk.

Ese era el nombre de la tipa a la que había seguido a ese monte del que, según la mayoría de padres del pueblo, "nadie volvía". Realmente no sabía mucho de ella, sólo su nombre y que solía sentarse en la fila del fondo en clase, pasando desapercibida a todas horas. Esta vestía un jersey azul con franjas moradas, unos leggins negros y unas botas beis que parecían ser de una talla mayor a la suya. Tenía el pelo castaño a la altura de los hombros y una piel morena, casi amarillenta, además de unos ojos rojos como la sangre que solían estar escondidos tras su flequillo.

- Si... Yo estoy bien, ¿Pero qué hay de ti? Dios, pensé que no despertarías... - Dijo Frisk, aún con algo de preocupación en su hablar.

- Creo que todo está bien, tranquila. Pero... ¿Se puede saber dónde mierda estamos? - Respondí mirando a nuestro alrededor, muy confundido.

Tras recorrer la sala con la mirada, alcancé a ver lo que parecía ser el único camino que podríamos tomar para avanzar y buscar una forma de salir, por lo que me puse en pie y sacudí levemente mi ropa, para luego dirigir de nuevo mi mirada a Frisk.

- Quizás si andamos podemos encontrar una salida.

- No estoy muy segura de eso... Pero no tenemos otra opción. - Respondió con una pequeña sonrisa en su rostro, poniéndose también en pie. - Hagámoslo.

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⏰ Última actualización: Nov 23, 2018 ⏰

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