¿Enfermedad de las flores?

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—¡¿Leonardo?! ¡Leonardo! — Salai gritaba con fuerza ante el cuerpo tumbado de quién se suponía ahora era su amante. ¿Que había pasado? ¿Porque ni siquiera podía respirar? —¡Leonardo! — necesitaba buscar a un médico... no, maldita sea Leonardo no... sintió una temblorosa mano sujetándole para que no pudiera irse al mismo tiempo que se levantaba poco a poco y limpiaba la saliva, sangre y flores rosadas del piso. Salai no podía ir detrás de un médico, mucho menos cuando Ezio acababa de marcharse porque sino se enteraría y no quería eso... ya nadie podía enterarse...

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¿Cuando había comenzado todo esto?

No hacía demasiado tiempo o eso quería creer Leonardo... siempre había sido alguien al menos medianamente "normal" pero esta enfermedad había llegado a las calles de florencia cuando nadie se lo esperaba, cuando el amor de una persona era tan desbordante que no podía ser contenido sin la extraña necesidad de ser correspondido... "Nadie puede morir de amor" era algo que siempre se decía desde que los casos de "muerte por amor" se habían dado, todos parecían extrañas pero preciosas obras de arte a la vista de aquel pintor... una forma triste pero hermosa de morir por aquello que los mismos humanos habían creado. El amor. Siempre las personas que morían tenían flores de diferentes colores a su alrededor, llenas de sangre, saliva, algunas de las víctimas tenían lágrimas en los ojos, otros se aferraban a sí mismos y se quedaban así como si de estatuas se tratase... era algo digno de llamarlo belleza y horror. Nadie podía creer que aquella enfermedad en Florencia se estuviera dando y era normal, ¿En que siglo estaban? A duras penas podían tratar algunas enfermedades que se iban presentando conforme el tiempo avanzaba y aquella solamente se les había adelantado más pronto de lo que esperaban. La iglesia decía que orando se salvarían... muchas de aquellas que tanto lo habían jurado habían tenido a sus feligreses muertos de rodillas esperando una salvación, pero no era momento para reclamarle a dios, sino que era momento de regresar a casa, la señora Auditore pasaría por sus pinturas, tenía que meterlas en unas cajas para llevarlas como ella se lo había pedido, ya las había pagado por lo que no podía solamente dejarlas a la mitad, sería descortés después de aquel generoso pago que había hecho.


Había preparado todo cuando su puerta había sido tocada y la voz de aquella dama había "irrumpido" su paz. Había salido dejando una caja tras otra para al final al levantar la mirada perderse en aquellos ojos cafés... ver a aquel joven de cabellos castaños que... ¿Como se llamaba? ¿Ezio? Había escuchado eso a medias de aquella mujer. Había sonreído esperando no haber sido demasiado obvio en que se había perdido viéndole... era un "chiquillo" que parecía querer quejarse de sus palabras, del peso de las cajas con las pinturas. No cualquiera podía soportar "el peso del arte" pero aquel lo había hecho con tacto hasta llegar a casa. Leonardo le sonrió antes de despedirse, tenía cosas que hacer, cosas que no hacer, dedicarle tiempo a un taller que era medianamente olvidado pero que estaba en crecimiento, de eso se aseguraría él. Los días para Leonardo a veces no eran demasiado interesantes, no al menos hasta que todo había saltado repentinamente... Los auditore habían muerto o eso se decía, Florencia parecía un caos, un caos en el que valía la pena mejor no meterse o eso habría deseado hasta que aquel había acudido a él... ¿Porque? Se veía mucho más maduro, un niño que había sido obligado a pensar como un adulto, asustado de un futuro que podría o no tener, temeroso de despertar la mañana siguiente rodeado de enemigos o de ni siquiera despertar al irse a dormir... ¿Como decirle que no a alguien que parecía tan convencido de su "deber" pero que al mismo tiempo temía de este? Leonardo no era quien pudiera abandonar a alguien tan fácilmente, mucho menos a alguien que poco a poco consideraba su amigo, un hombre interesante que le pedía descifrar cosas para él, que le pedía construir cosas extrañas pero que a cada momento que pasaba solo a la espera de que aquel regresara solamente se ilusionaba más y más sin darse cuenta, que a veces pasaba noches en vela viendo desde su ventana a la espera de ver aquella sombra moverse entre los tejados, escuchar sus pasos sonar al chocar con las tejas de las casas.

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⏰ Última actualización: Nov 25, 2018 ⏰

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