El amor puede cegar tanto
entre santos e invitados había un amante despechado
viendo la alegría escapar de sus manos
maldiciendo las costumbres y a la Iglesia de paso.
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Fue una bella boda de un cuento de hadas
así el periódico lo anunció
un príncipe y una noble dama
se unieron un viernes a la luz del sol.
Hombres y mujeres vestidos de elegantes prendas felicitaban a la nueva pareja matrimonial, los conocidos lloraban de felicidad de ver como su bello principito se transformaba en un guapo hombre de la alta sociedad.
El hombre de un impecable termo, con su piel canela contrastando con sus albinos cabellos cortos y peinados hacia el lado derecho, sus bellos y exóticos ojos rojos apagados, con una sonrisa leve en su rostro mientras veía a su, ahora, bella esposa, hermosa piel blanquecina con toques tan suaves como una muñeca de porcelana, sus largos cabellos rubios y sueltos caían como una suave cascada por su espalda. Los ojos de los amados se veían con cariño... uno con más amor que el otro.
Las sonrisas de los padres de la princesa abrazándose sonreían mientras veían a la pareja de conyugues, intercambiaron una mirada con los padres del joven príncipe. El hombre con su mano en la cintura de su mujer se acerco a pasos galantes a la pareja de alta sociedad y los nuevos integrantes de su familia.
Frente al altar se juraron de blanco
y a la salida la lluvia de arroz
entre el clamor de los invitados
nadie vio al anillo que al suelo cayó.
Dándose un tierno beso, floreciendo emociones en el pecho y rompiendo un corazón entre los espectadores que observaban rebosantes de felicidad la unión de la pareja y su beso de amor.