Capítulo uno

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Los alumnos del colegio secundario número 9° llevaban más de media hora esperando que diera inicio el acto conmemorativo. Este era uno de tantos que se hacían en distintas partes del mundo ese día y en todas las escuelas; primarias, secundarias, publicas y privadas. Este acto sería especial, pues hoy se cumplían exactamente diez años desde que los R-di llegaron a este mundo para cambiarlo, y también para cambiar a todos con el.

Zacarias estaba aburrido, no había dormido bien, (demasiadas horas perdidas frente a su pantalla holográfica)y la mañana le pasaba la factura sin un ápice de clemencia. A su lado estaba Lucas, su compañero de clase y mejor amigo, haciendo una broma tras otra como si hubiera sido programado desde su nacimiento para ser el payaso del curso.

—Hey, Zack...viste quienes están por allá.

Zacarias ahogó un bostezo, no era exagerado decir que se estaba durmiendo, de pie, como los caballos. Sin mucho ánimo él llevo su mirada hacia donde su amigo señalaba de forma nada disimulada. Había un pequeño grupo de jóvenes, de entre doce y veinte años, todos ellos formando una fila larga y bastante desordenada.

—¿Son...—inició la pregunta, con la voz ronca y apagada—, ¿son negados?

—Obvio—dijo Lucas, para después soltar un bufido—No sé porque los convocan en cada aniversario...como si no hubiera suficiente propaganda de La unidad desparramada por todos lados.

Él encogió los hombros absteniéndose de acotar nada. En realidad no le molestaba que los negados estuvieran presentes ( como les pasaba a muchos), le parecía que era una buena oportunidad para que se convirtieran.

Unos minutos después, el señor Grimoldi tomó la palabra. El querido director estaba a solo unos meses de retirarse; todos iban a extrañarlo mucho. Él dio su discurso intercalando entre palabras algún que otro chiste, sonriéndole a todos con ese rostro jovial de ojos oscuros y barba entrecana.

Zacarias adoraba al señor Grimoldi, pero la verdad era que a gatas podía seguir el hilo a su apasionada charla sobre unidad, conciencia colectiva y bien común, pues su mirada a cada momento se enfocaba en aquellos chicos que se habían auto-marginado del resto de la sociedad. Uno entre ellos llamaba más su atención; era una chica de unos catorce o quince años de largo cabello rubio y una sonrisa de suficiencia pintada en la cara. Quizás él la estaba mirando con demasiada curiosidad pues tras unos segundos más ella le devolvió la mirada. Le hizo un gesto de "¿qué? elevando brevemente el mentón, casi como si fuera un reto. Él negó, gesticuló un "nada", y algo avergonzado volvió la vista al frente. Sintió calor en las mejillas y comenzó a juguetear con un botón de la manga del saco de su uniforme azul. Zacarias era demasiado tímido a veces.

El acto duró otra larga hora. Al concluir se les invitó a mezclarse para tener un tiempo de recreación, disfrazando con ese pedido su verdadera intención; debían acercarse a los negados y compartirles la propuesta de La unidad. En ocasiones Zacarias se sentía en una secta.

Obedeció, más por convencimiento personal que como una obligación. Caminó despacio por el enorme salón de actos blanco e impoluto que estaba en el primer piso, acercándose lentamente a quien en primera instancia había capturado su atención. Ella lo miró aproximarse con tal intensidad que él sintió que las piernas se le terminarían cruzando y caería de bruces al suelo haciendo un tremendo papelón. No es que no le hubiera pasado.

—¿Siempre eres tan lento?—le preguntó cuando la distancia que los separaba era de apenas unos veinte centímetros.

—Yo... quería disculparme, ya sabes, por lo de antes. Por quedarme mirándote—aclaró Zacarias—, no fue mi intencion hacerte sentir incomoda.

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⏰ Last updated: Nov 24, 2018 ⏰

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