epílogo

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Por la rendija del único casillero sin dueño en el pasillo se deslizaba una nota hacia al interior como cada mañana, sin embargo, esta vez no pertenecía al chico de siempre.

Donghyuck sonrió y colocó su frente contra el frío metal de la puerta mientras suspiraba. Mark había dejado de dejar notas hacia algún poco tiempo atrás incluso cuando a él no le molestaba. Admiraba el amor que el canadiense sentía por el que alguna vez fue dueño de aquel casillero. Había mentido: no era enfermo, no era loco. Era mágico.

—¿Qué haces? —preguntó una voz mientras era abrazado por la espalda.

—Nada —se apresuró a contestarle a Mark mientras se giraba para verlo—. Solo... Solo le agradecía a Jaemin —musitó mirando el suelo con una pequeña sonrisa surcando sus labios.

El chico lo miró confundido, pero Donghyuck decidió no dar más explicaciones y simplemente salir corriendo lejos de él. Mark sonrió e hizo el ademán de seguirlo, sin embargo, vio de reojo el casillero frente a él y decidió detenerse.

Su novio ya había desaparecido por el pasillo y él continuaba inmóvil observando el que había sido su buzón de correos durante mucho tiempo. Llevaba al menos un mes sin dejar nada ahí, pero ya no se sentía extraño no hacerlo.
A veces pensaba en Jaemin por las noches y le preguntaba a las estrellas cómo estaba. Algunas otra veces lloraba sintiéndose ligeramente culpable, pero ya no se dejaba llevar por el dolor.

—Lo hiciste bien, Jaemin —susurró imitando la posición en la que había encontrado a Donghyuck minutos antes—. Y yo también lo estoy haciendo bien. Así que descansa, por favor. Sé feliz donde quiera que estés, porque yo lo estoy siendo.

Una lágrima traicionera bajó por su mejilla cuando su frente sintió el frío metálico del casillero, pero no se separó. No se esforzó para esbozar una sonrisa, pues ya no le era difícil sonreír. Ahora sabía que nunca debió pedirle a Jaemin que lo amara, si no que tuvo que desearle desde siempre la felicidad con quienes él sí amaba. Ya era consciente de sus errores, pero no se encerraba en ellos; intentaba remediarlos.

Se secó sus húmedos ojos con la manga de su sudadera y soltó una risa cargada de amor.

—Gracias —dijo por último y comenzó a correr en dirección a Donghyuck, quien momentos antes había regresado al notar que no era seguido por el chico y había estado contemplando todo la escena en silencio mientras se aguantaba las ganas de llorar.

Entrelazaron sus manos y comenzaron a caminar sin decir nada, pero Mark se detuvo un momento y miró a los ojos del menor.

—Gracias a ti también —sonrió y Donghyuck lo imitó. Se observaron durante unos segundos antes de por fin unir sus labios en un casto y amoroso beso.

Un beso que dejaba atrás todo lo que ella dijo y empezaba con la historia de lo que ellos dirán de ahora en adelante.

Y a lo lejos, muy muy lejos. Donde hay lugares inimaginables y el cielo es todavía más inmenso y hermoso que aquí; tres chicos sonreían tranquilos, pero, por sobre todo, agradecidos.

Fin.

SHE SAID 彼女 MARKHYUCKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora