Estamos andando por un camino de tierra, lo único que se ve por aquí y por allá son nubes y cielo. Hemos caminado por horas y aún no llegamos. Salimos de la casa poco antes del amanecer.
Mi tía dice que falta poco, nada más unos cinco cerros, pero ya estoy cansado. Ya se está haciendo de noche, las luciérnagas ya están haciendo ruido como si fuera una tarde de lluvia y algunas ya se están encendiendo como antorchas. Llegaremos poco después del atardecer.
Aquí solo hay cerros, unos más altos que otros. Dejamos las llanuras para venir a ver al hijo de tío Dionisio. Era temprano cuando nos dieron la noticia, el gallo de plumaje rojo, ya se había levantado y cantaba con su voz ronca y fuerte. Hasta los guajolotes se espantaban por el ruido que hacía. Creo que soñó con el maíz porque cuando fui a aventarle los granos, fue el primero que se abalanzó hacia ellos. También les doy agua que saqué del pozo y lo eché en la jícara que está junto a su casa de tablas y de palma que mi papá ha construido para que cuando el sol esté muy fuerte y la lluvia sea intensa se puedan proteger.
Mi mamá sabía que algo pasaría, en los últimos días vio a la perra arrastrarse con sus patas delanteras.
- Vi a Rufina llorar como si el mundo se le viniera encima y tuviera que cargarlo. En sus ojos, color canela se le veía la angustia y el miedo. Creo que vio un espíritu y seguramente la espantó.
