Siempre me ha llamado la atención la majestuosidad de las murallas, fuertes y sistemas de defensa de la isla de San Juan, Puerto Rico como por ejemplo: El Castillo de San Felipe del Morro. Éste fuerte sirvió como defensa a España de sus países rivales, piratas y corsarios. Cuando tengo la oportunidad voy y contemplo este hermoso baluarte que heredamos de los españoles. La razón principal para construcción el Castillo de San Felipe del Morro fue defender la entrada a la bahía de San Juan a través de la cual podían apoderarse de la isla. Este castillo hacía un fuego cruzado con el Fortín San Juan de la Cruz, construído al otro lado de la bahía en la isla conocida actualmente como Isla de Cabras. El Castillo de San Felipe del Morro fue levantado en San Juan luego que los españoles movieran la sede de la capital Caparra, fundando así la ciudad. La misma fue y actualmente es la capital de la isla de Puerto Rico. Ha tenido varios nombres, desde Borikén, cuando la habitaban los aborígenes taínos, San Juan Bautista, cuando Cristóbal Colón llegó a sus playas, bautizándola con dicho nombre, hasta adoptar el nombre actual, Puerto Rico. Ésta isla se encuentra en el Mar Caribe, al este de La Española (República Dominicana) y al oeste de la isla de St. Thomas.
Mi área preferida del Castillo de San Felipe del Morro es el cuarto nivel, conocido como La Batería Principal, por los cañones que aún éste posee, pero bautizado en sus tiempos por los soldados españoles como "Santa Bárbara", la santa patrona de los artilleros. Caminando por dicho nivel, me detuve frente a una batería de cinco cañones que apuntaban hacia el mar. Tenía frente a mí una vista espectacular, viendo hacia lo lejos su infinidad, la cual se perdía de vista a la distancia. El viento soplada, golpeándome el rostro y provocando en mis oídos un leve y a la misma vez relajante silbido. Retrocedo pues algunos pasos, para luego apartar mi vista, quedando así frente a un muro el cual seguía su trayecto por un gran corredor. Comienzo entonces a imaginarme cómo habría sido la algarabía de los soldados españoles en este nivel a la hora de dar con una embarcación enemiga. Estuve largo rato extasiado, imaginándome dicha escena. Pero luego llegué a una triste realidad, al ver como el tiempo, unido a la falta de mantenimiento de las agencias pertinentes hacían notar el rápido deterioro de este hermoso símbolo patriótico de Puerto Rico. Fue en ese momento que noté algo extraño. En aquel muro había un sin número manchas blancas producido por el hongo acumulado por el tiempo y la humedad. Sin embargo, una de aquellas manchas resaltaba levemente de las demás, ya que tenía la similitud de un escudo. Me pareció extraño, pero pensé, era sólo pura casualidad. Debo admitir, ésta avivó mi curiosidad. Acercándome, la palpe con mi mano para cerciorarme de que sólo fuera algún tipo de hongo acumulado por la humedad o si en efecto, era algún acto de vandalismo. Fue entonces cuando sentí que parte de aquella mancha se desprendió, cayendo al suelo. Nervioso, miré hacia los lados para ver si alguien andaba por el lugar, sin notar presencia alguna. Agarré aquellos trozos para echarlos a un lado. Recogiéndolos un poco, me percato de que había provocado una pequeña grieta. Al principio me asusté, haciéndome creer que la misma estaba ya hecha cuando llegué, de hecho, esa era mi excusa si los del Instituto de Cultura o los agentes Parques Nacionales me agarraban. Ésta provocó en mí una lluvia de pensamientos y un mar de curiosidades, por lo que me acerqué aún más. Pensaba: "¿Quién sabe, a lo mejor yace aquí el tesoro que tanto necesita el país para salir de esta crisis económica?". Observé lo que parecía ser un pequeño metal negruzco que sobresalía un poco de aquella grieta. Me estuvo muy extraño por lo que decidí investigar un poco el área, sin resultado alguno. Era bien difícil hacerlo sin ningún tipo de herramienta. Decidí entonces retirarme, no sin antes recoger un poco más el área y dejar una pequeña marca de referencia. Volví al otro día, pero esta vez llevaba conmigo un bulto similar al que usan los turistas, pero en su interior tenía las herramientas necesarias para una exploración más a fondo del área donde estaba aquel metal negruzco. Comencé excavando cuidadosamente el área, tratando de pasar lo más desapercibido posible, para no provocar sospechas, ni alertar a nadie de mi presencia. Debo reconocer que estaba algo ansioso y temeroso de que me agarraran, mi respiración estaba un poco acelerada. Seguí y seguí, poco a poco y me desilusioné, pues aquel material extraño parecía ser parte de la misma fortificación. Luego me percato y descubro que de aquellos escombros se empezaba a asomar una diminuta franja dorada que resaltaba un poco por los rayos del sol. Volví a ilusionarme nuevamente, pues sabía que para la construcción de las murallas de San Juan no se había usado oro por lo aquel material negruzco había sido colocado después del levantamiento del Castillo de San Felipe del Morro. Aquel objeto empezó a tomar forma, era un cofre. Poco a poco se le iban notando dos franjas verticales doradas, una en cada esquina del mismo. Una vez descubierto, lo saque de aquel hueco y lo limpié un poco. Después recogí el área para hacer creer que la muralla estaba agrietándose, necesitando así mantenimiento. Logré percatarme que el lado frontal de aquel hermoso cofre tenía incrustado un escudo parecido a aquella mancha blanca que llamó mucho mi atención. La única diferencia era que éste tenía más detallado su diseño, era el escudo imperial de España. Al verlo deduje que el cofre, tal vez era de algún noble español de la época colonial. Tenía colocado una cerradura inoxidable por lo que pase mucho trabajo rompiéndolo. Cuando lo abrí, quedé asombrado al ver lo que tenía en su interior. En el mismo había un sin números de documentos, la mayoría de ellos, cartas de amor dedicadas a una tal Rosemary Farkqueen Peabott. Me pareció extraño, ya que por el nombre y sus apellidos deduje que la fémina era de origen inglés, pero, ¿Qué extraño un español dedicándole cartas de amor a una inglesa?, fue lo que pensé en ese momento.
También hallé una pequeña pintura ya bastante deteriorada la cual llevaba plasmada la imagen de una hermosa mujer de cabellos dorados. El marco superior de aquella pintura tenía incrustada las palabras: "La Reina de mi Corazón". También hallé un hermoso reloj de bolsillo hecho en oro. Al abrirlo, sus manecillas estaban detenidas. Éste tenía un nombre incrustado: "Frederick Pearlman". Buscando entre los documentos hallé un hermoso zafiro rosado con forma de flor envuelto en una especie de trapo en cuero. A pesar de haber estado tanto tiempo en aquel cofre oculto, aún mantenía intacto su belleza y encanto. Noté además que debajo de aquellas cartas y los demás objetos había algo que provocaba un gran bulto. Minuciosamente investigué y encontré un manuscrito que estaba tejido en hilo. Los mismos estaban envueltos en una especie de cuero. Éstos llevaban el título: "El Pirata que nunca Murió por Ralph Moura de Garvín". Debajo de ésto había alrededor de 500 pesos españoles de la era del siglo XVIII. Decidí primero abrir aquel manuscrito con suma delicadeza y al hacerlo hallé una carta doblada la cual no tenía destinatario. En su interior decía lo siguiente:
Mi fiel y estimado camarada, veo que has encontrado este gran tesoro, Mi Vida. Quizás gracias a la historia tengas conocimiento de grandes piratas de éste, El Nuevo Mundo, tales como el pirata Henry Morgan, Barbanegra, Anne Bonny, Mary Read, Bartholomeo Roberto, también conocido como "El Oscuro Bart", entre otros. Ahora bien, ¿La historia, ha hecho mención de La Flota del Mata Almas comandada por el pirata Ralph Moura de Garvín? Si tu respuesta es no, como siempre, "la historia la escriben a conveniencia de quien la escribió". Tal vez la historia no me haya mencionado. Si eso es así, deseo que tú cuentes mis vivencias en altamar y que le relates al mundo, con lujo de detalles, lo que la historia, quizás, no se atrevió contar. Camarada, al mundo un mensaje quiero dar: "No siempre la vida buena será, pero, al final la verdad siempre saldrá y todo mal que en ella tú hagas, siempre ésta te la cobrará".
-Capitán Ralph Moura de Garvín.
Wow quedé sin palabras al leer dicha carta y me pregunto, ¿Quién será la mujer plasmada en esta imagen?, pensaba mientras sostenía la ya deteriorada pintura de aquella mujer de cabellos dorados. De hecho, a pesar de que esta imagen está un poco maltratada por el tiempo y la humedad, reconozco que esta mujer era en vida una muy hermosa. Al parecer era alguien bien importante para este hombre, al parecer pirata.
¿Acaso será ésta la Rosemary que menciona este hombre en sus cartas de amor? ¿Por qué este capitán, al parecer de origen español, critica a la historia? Además, ¿Quién es este hombre y qué al mundo le tiene que contar? No entiendo, ¿Un español enamorado de una inglesa? Pero, ¿España e Inglaterra fueron grandes enemigos durante siglos?".
A continuación les voy a relatar el contenido del manuscrito hallado en aquel cofre. Lamentablemente éstos, por el tiempo más la humedad están un poco deteriorados y borrosos, pero bueno, me esforzaré grandemente para decir con certeza lo que en los manuscritos se relata. Les narraré las vivencias de un capitán, por lo visto pirata, que hasta el momento, o al menos yo, no había oído de él. Creo también, por su carta dejada, que nadie en la historia debía saber de su existencia.

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El Pirata que Nunca Murió
AdventureEn el siglo XVIII, el capitán Ralph Moura de Garvín, de sangre inglesa y española, surca La Cuenca del Caribe, buscando desestabilizar al "Conquistador de las Indias", companía imperial española a cargo de transportar los tesoros del nuevo mundo hac...