Capítulo 1: ¿Qué tan galante eres?

19 2 3
                                    

No, no estoy hablando de un tipo raro que se comporta de forma "extravagante" en momentos inoportunos mientras invade la tranquilidad de inocentes transeúntes que van por las imperturbables calles de la vieja capital Española... No, no me refiero a aquél horrible bufón que no duda en quebrantar la quietud y la paz... O bueno, sí es un bufón, pero no esa clase de bufón... Saben qué, olvídenlo, sí es esa clase de bufón, no puede negarse, el sujeto es un payaso, pero si algo hay que reconocerle es su astucia innata y valentía desmesurada; es sorprendentemente inteligente, sagaz e intrépido... Lo suficiente como para ganarse el odio de todo el ejército, armada y marina Española.

Lo conozco bien, no lo hizo sin una buena intención, aunque si por él fuera, sí se habría ganado ese odio sin razón, pero por esta vez no fue así.

Hoy somos ganadores, leyendas, héroes que aparecerán en un futuro en los enormes libros de historia. Grandes estatuas se alzaron y alzarán en nuestro nombre, todo por nuestros "nobles" y estruendosos actos que hicieron un fuerte eco en el mundo... Sobretodo en el mar.

Lo recuerdo muy bien, como si hubiera acontecido tan sólo el día anterior...

Todo inició hace 46 años, en una diminuta casa al norte de un modesto pueblo muellero Español, para ser más exactos: Bombái, un pueblo separado de la bulliciosa civilización. Un lugar tranquilo, apacible, acogedor, pacífico... menos, claro, porque allí vivía él, aquel quien se convertiría en nuestro supremo mandamás y nos guiaría a aventuras extraordinarias, pero eso, evidentemente, será mucho más adelante. Por ahora era un niño al que su madre había abandonado; su padre, un humilde herrero de poca fama, cuidaba de él con absoluta mediocridad; su tiempo se basaba más en azotar su martillo contra el metal caliente que cuidar de las necesidades de su pequeño hijo. Extrañamente le estoy agradecido a ese hombre, si no hubiera sido el mal padre que fue, seguramente jamás hubiera existido alguna vez el Capitán Galante y no seríamos lo que somos ahora. Por ejemplo, yo estaría aún atado por una cadena por el resto de mi vida, esperando el dulce alivio de la muerte, sin hablar de los fatales destinos del resto de la tripulación... pero, aún es pronto para hablar de esa parte de la historia.

El niño creció sin una madre y con un padre quien lo veía nada más como un estorbo... Había decidido que se valdría por su cuenta e hizo bien en tomar esa decisión.

No fue fácil, nos contó alguna vez él; tuvo que valerse de cosas de las que no está orgulloso y nunca lo estará; robar a minusválidos que limosnaban bajo el sol y el agua fue una de ellas. Otras veces robaba lo que podía de tiendas y panaderías, siempre perseguido por un furioso propietario que quería de vuelta su mercancía. Rápidamente aprendió a moverse por la ciudad, saltando de techo en techo, huyendo principalmente de los militares que amenazaban con dispararle cada vez que asomaba un poco la cabeza.

Su fama creció y la seguridad del pueblo aumentó gracias a él. Se hizo primeramente de enemigos por cada rincón de las lodosas calles de Bombái. Su diminuta cabeza inmadura llegó a tener un precio en el momento en que pensó que robar a un rico de la capital, el cual atendía algunos negocios en el pueblo, tendría un final feliz... Aún así lo disfrutaba, la intensa adrenalina que le generaba ser perseguido por 10 hombres armados con rifles y sables; la gustosa sensación que le causaba el escapar con éxito; la maravillosa experiencia de ser herido por una bala... Amaba cada detalle, cada momento de acción, no le atraía la idea de estar siquiera 5 minutos estático en una misma posición. Nuestro infante futuro capitán tenía la audacia y estrategia de un ladrón profesional... aún así, él no quería ser conocido sólo como una rata callejera; claramente debía comer, tener energías para seguir huyendo, sí, pero le molestaba ostentar un título tan denigrante.

No fue sino hasta sus 10 años, cuando se buscaba más muerto que vivo, que todo cambió en su vida.

Había escuchado, en sus momentos de espía, que cerca del muelle habría un cargamento de comida exótica traída de la India. El no lo pensó dos veces, se daría a la tarea de degustar esas delicias extranjeras a como diera lugar y robaría un poco más para repartir a los pobres, como solía hacerlo... Era una tarea sencilla; al menos, eso parecía.

Gallant CaptainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora