Día 4 - Doméstico

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Los personajes de Boku no Hero Academia no me pertenecen, sólo el amor que les tengo.

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Vida y obra de una buena cama

La compraron cuándo se mudaron. Ambos hicieron el cambio de vivir en las casas de sus padres a la de vivir en pareja, ya que ambos sólo tenían una cama individual —la misma desde que eran niños— su primer paso a la adultez de pareja adulta viviendo junto como buenos adultos que eran, era comprar una cama entre ambos que los acompañe en la nueva travesía. Ninguno de los dos tenía un gran recuerdo al haberla elegido, la cama tampoco tenía nada nuevo o diferente a las otras; más que, tal vez, la resistencia de la madera. Le dieron uso ni bien instalada —Ochako se encargó de armarla, como bien ella decía: “Deku-kun era su atractivo asistente”— sin haber terminado de ordenar el resto de los muebles, pero ya habiendo entrado todo lo de la mudanza, se acurrucaron ambos sobre el colchón al desnudo con la promesa de despertarse en 10 minutos, que terminaron siendo 6 horas.

La cama comenzó su travesía. Los primeros días tras la mudanza dormían juntos y abrazados, con muchas noches en lo que menos hacían era dormir. Agradeciendo, ambos, la buena calidad del mueble que se mantenía firme ante todos sus movimientos. Otros días dormía uno sólo, porque su compañero tenía un trabajo duro que hacer. Más noches se sumaban a esas si la pareja tenía una discusión, con el integrante enojado en ese momento sacudiendo y revoloteando todo el tiempo sobre la cama hasta que su amada o amado volvía pidiendo disculpas; esas ocasiones eran más bien raras. Muchas veces comían en la cama, el desayuno más que nada, preparado con cariño por una ocasión especial. También comieron en la cama muchos domingos, cuando el franco de ambos coincidía. Se quedaban horas viendo películas, besándose, hablando de sus amigos o haciendo el amor. Una buena cama tenía múltiples usos.

Un día sobre la cama, la chica se sentó a ver un test de embarazo. Estaba sola, llorando de la alegría. Mandando un mensaje a su pareja, esperando ansiosa hasta que volviera a la casa. Y traicionandolo, un poco, terminaría llamando a su amiga para darle las buenas noticias. Esa vez aprovechó que su amiga tampoco trabajaba y se quedaron hablando durante horas. Cuando su pareja llegó, le gritó la noticia ni bien hubo entrado a la habitación. Él saltó en la cama y la abrazó, compartiendo las lágrimas que ella tuvo todo el día.

La cama sintió la panza de la chica crecer, de forma permanente y lenta. Como también el accionar del novio por ayudarla y cumplir todos sus caprichos. Muchas noches el Izuku no pudo acompañarla, así que la cama fue usada como lugar de pijamada; sintiendo a sus amigas intercambiar lugares según la que estuviera libre. Hasta algunas oportunidades se quedó un Iida, el mejor amigo de ambos que llevaba siempre consigo algunas gafas de repuesto. Aunque haya sido difícil convencerlo, en algún momento la Ochako logró que aceptará dormirse escuchando las patadas que se sentían en la panza. Ella intentaba tapar su suave risa cuándo su amigo se limpiaba rápidamente una lágrima que comenzaba a caer.

El tiempo siguió pasando y una personita, algunas veces, empezó a pasar tiempo en la cama. Tanto agarrado al pecho de su madre o siendo elevado en el aire por su padre, el señorito empezó a amar ese lugar. Tanto el ser movido por sus padres, él que le cambien el pañal o cuándo empezó a gatear. Ese lugar era sumamente cómodo y con el aroma de quienes más confiaba.

Aunque la pareja podía cada vez con menos frecuencia mostrar su amor de la forma energética en que lo hacían en un principio, las ocasiones se seguían dando —más espaciadas, si— pero llenas de amor y dulzura, dónde mostraban que los años sólo hacían crecer el cariño por el otro.

Algunas noches Ochako se quedaba muy preocupada, ya que, después de todo, su pareja tenía muchos enemigos; así que en esas ocasiones traía a su hijo hasta la cama —estando él despierto o dormido— y lo abrazaba rogando lo mejor. En otras ocasiones el pequeño se aburría, así que se quedaba viendo la televisión desde la cama o jugando con alguno de sus padres, siempre llevando consigo alguno de sus juguetes. Cuando tenía fiebre, el padre con el que estuviera en ese momento lo consentía a su manera. Mamá Ochako le traía rica sopa y lo dejaba ver cuánta televisión quisiera; en cuanto a papá Izuku, le ponía en la frente un paño mojado y le contaba historias de grandes héroes del pasado. Su papá estaba realmente bien informado y, aunque no le gustaba enfermarse; si le agradaba aquel tiempo que pasaba con ambos.

Otra cosa que le gustaba hacer en la cama era, obviamente, saltar sobre esta. Cosa que ambos de sus padres regañan, porque al final varias tablas terminaban por ser reparadas para el disgusto del bolsillo de la madre.

El final de la buena cama estaba dicha cuándo descubrieron el quirk del pequeño, ya que varios muebles de la casa fueron quemados por pequeñas toses o estornudos que el Infante no sabía cómo controlar.

La cama fue despedida de forma tranquila por el padre, culpable por el pequeño y dolorosa por la madre. Izuku tomó en brazos a su hijo, para llevarlo al médico y ver si recibían alguna recomendación sobre cómo controlar su quirk. Ochako, que luego tenía que trabajar, se quedó junto al basurero. Pensando, a diferencia de lo que creían los hombres de su vida que relacionaban su dolor al tener que gastar una buena cantidad de dinero para comprar una nueva, en todos los momentos en que aquél simple pedazo de madera los había acompañado; y todo lo que había sucedido en su vida al momento de comprarla. Observa la cama destruida con cariño, realmente había tenido una buena vida.

La constelación en tus mejillas | IzuOcha Week 2k18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora