Edificios rojizos de roca alisada se esparcen por un territorio allanado. Helechos se deslizan por las paredes de pequeños ventanales. Jardines florales en los patios de las casas. No hay ni una sola nube, el tiempo es suave, no hay viento. El sol se atisba en el horizonte reflejando rayos de una tarde templada. Calles sosegadas ofrecen el silencio de un lugar excelentemente cuidado y al mismo tiempo abandonado. Palmeras de grandes alturas se disponen a lo largo de las calles que forman este poblado sin fin. Pequeños comercios dan lugar a un mercado de abastos llenos de grandes manjares. El sonido del agua marina apacigua tu mente en un estado de embotamiento en letanía.
