Los lentes de contacto irritaban mis ojos, intente controlar mis manos para no frotarlos y volví a concentrarme en el espejo que tenía enfrente. En el se me podía ver a mi desde las rodillas y atrás de mi cuerpo estaba la habitación azul que tenía más cajas de cartón que muebles todavía. Volví a alzar mí, ya no tan llamativo, cabello y me hice una coleta alta. Mi reflejo era algo completamente nuevo para mí: Mi cabello de un rojizo oscuro, mis ojos de un marrón claro, incline un poco hacia el espejo para ver si mis ojos estaban rojos pero solo estaba ligeramente irritados.
Solté un suspiro; Hoy era el primer día de mi nueva vida (como había dicho mí siempre alegre padre)
Puse mis manos en mi cintura y agite mi cabeza en un intento por tranquilizarme, haciendo que mi cabello se balaceara en mi coleta, mi cabello era rizado por lo cual unos cuantos ricitos se salieron del agarre de mi coleta y tuve que volver a organizarlas.
— ¿Lista, Rojita?—me pregunto mi padre, apareciendo por el marco de la puerta, y yo le sonreí mirándolo por el espejo, su reflejo me hacía parecer pequeña en comparación; no era un hombre muy alto, pero yo apenas mido 1,65, y aunque había perdido un poco de peso después del divorcio aún seguía manteniendo la sombra de sus años de juventud, tenía la espalda ancha y piernas largas, su tez blanca hacia contraste con sus ojos azules y con su cabello castaño claro. Teseo Ziëler (si como el de la mitología griega) o Teo para los amigos.
—Lista—le asentí, y me gire para mirarlo con una sonrisa.
—Todo irá bien esta vez, ya verás—me animo y se acercó a mí para darme un abrazo, uno bastante reconfortante.
—Lo sé, lo sé—le dije recibiendo su abrazo.
—Todo quedo atrás—me dijo cuándo se alejó y me coloco un rizo rebelde detrás de la oreja—bien, ya es ahora de que te vayas.
Yo le asentí, tome mi bolso, que estaba sobre una caja, y le di un beso a mi padre—si pasa algo te llamo.
—Así me gusta, suerte—me dijo dándome un beso en la frente.
Baje al primer piso con rapidez, mi nueva sala de estar estaba pintada en tonos vino y marrón oscuro, como le gusta a mi padre, los muebles eran blancos, resaltando en la sobriedad de los muebles color roble. Corrí hacia el televisor y tome las llaves que había dejado encima de ella la tarde anterior y corrí de nuevo hacia la puerta y salí.
El instituto quedaba cerca así que me fui caminando mientras guardaba las llaves en mi bolso y sacaba mi teléfono y conectaba los audífonos. Puse “Maps” de Maroon 5, canción que me había estado volviéndolo loca los últimos días, y la subí casi al máximo, guarde mi celular y puse mis manos en los bolsillos mientras caminaba.
Unos quince minutos después me encontré con el instituto, era un gran edificio color marfil de unos tres o cuatro pisos, pero más ancho que alto. Había estudiantes por todos lados, al igual que automóviles. El edificio abarcaba toda una cuadra así que tenía que cruzar una calle para llegar a los terrenos del instituto. Mire a ambos lados y comenzó a cruzar. Pero de repente alguien tiro de mi audífono, haciendo que me detuviera.
— ¿Me extrañaste, Emy?—me pregunto una sonriente Esmeralda, muy cerca de mi cara, sosteniendo mi audífono.
Me asuste tanto que di un respingo hacia atrás y todo paso muy rápido.
El fuerte sonido de un claxon lleno mis oídos y al siguiente segundo sentí como si una tonelada chocara contra mi cintura y estaba tirada en el suelo.
—Cuidado por donde andas, Emilie—me dijo Esmeralda, apareciendo arrodillada a mi lado.
Gemí de dolor cuando intente levantarme, y decidí quedarme en el suelo, me moví un poco solo para quedar boca arriba.