MORGANA

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 Ah, Morgana... 

... No hables, Zor-El, hazme tuya. Mi casto cuerpo es tuyo. 

 Morgana, eres la mujer de mi vida. — El rubio se deshizo de la camisa abotonada rápidamente dejando a la vista de la joven hechicera ese cuerpo tonificado que cualquier caballero con esfuerzo lograba durante años. Por supuesto, a ella no le importaba cómo fuese el cuerpo de su amado. — Pero...  Morgana levantó la vista esperando lo que diría. — Primero y con todo el respeto que usted merece, milady.  Se arrodilló tomando su mano. — Permíteme el honor de convertirla en mi esposa y en la futura madre de mis hijos. 

— ¿Madre de tus hijos? — Sonrió ampliamente al borde de las lágrimas.  ¡Quiero serlo! — Soltó levantando al rubio para plantarle un beso transmitiéndole todo su amor y pasión. — ¡Quiero ser tu esposa y prometo que tendremos muchos hijos! ¡Los que tú quieras, mi amor! 

— Morgana...

 ¿Sí, Zor-El?  Lo miró con un rostro ilusionado.

— Morgana... — La mencionada borró poco a poco la sonrisa al escuchar la voz de su amado, no apagada, más bien algo aguda. — ¡Morgana! 

 ¿¡Si!?

— ¡Milady! ¿Está bien? Llevo más de diez minutos queriéndola despertar. 

La joven hechicera levantó un poco la cabeza de la almohada. Todo había sido un sueño después de todo, al menos los sueños que tenía con Zor-El reemplazaron las pesadillas que regularmente mantenía en las noches. No era la primera vez que soñaba con el caballero. Siempre antes de dormir quería pintar el rostro en su memoria para soñarlo de todas las maneras.

 Samantha.  Sonrió ampliamente estirando un poco su cuerpo. — Soñé con él nuevamente.  Confesó.

— ¿Zor-El?  La castaña se apresuraba en buscar prendas en el gran armario.  Ya sabe la respuesta que le daré. Se rumorea en el reino que él es un arma, también su hermano.  La azabache le prestó atención sentándose en la cama. — Uther los compró para proteger el reino, les dio una casa, camas... Una vida aquí.

 Al grano, Samantha.

 Son asesinos de sangre fría. — Dijo apenada.

— Lo sé. He leído y escuchado rumores de ellos, pero ellos lo hacen por el bien. Cazan a bandidos, asesinos, personas que realmente no merecen estar en este mundo.  Comentó  Por favor, Samantha, ellos dos son lo mejor que le ha pasado al reino desde su llegada. Admítelo.

La castaña desvió la mirada, se propuso a buscar el mejor atuendo para Lady Morgana de ese día.

— Se rumorea que fueron criados por dragones en las montañas del norte.

La azabache rodó los ojos al escucharla en el cuarto de baño.

— Los dragones están extintos. 

Caminó hasta el cuarto de baño para su aseo personal como cada mañana. Samantha le ha sido su sirviente desde que cumplió los doce años, en ese entonces tenía los veinte como para un trabajo para una persona como ella, de bajos recursos.

El baño de esa mañana fue igual que los demás. Siempre sola mirando al frente. Estaba frustrada de estar sola sin compañía de nadie, no es que Samantha sea mala compañía, no era esa clase de compañía. Quería tener un esposo a su lado, tener un par de pequeños a los cuáles criar en un reinado mejor cuando Arturo tomara el lugar que le pertenece. Un reinado en donde la magia no sea restringida, en donde pueda salir a experimentar su poder sin miradas asustadas a su persona junto a Merlín, su mejor amigo.

MORGANA IN LOVEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora