CINCO

11.5K 509 32
                                    


Mientras Paula parloteaba, yo fingí prestarle atención a lo que me decía.

—¿Me estás escuchando? —golpeó mi hombro.

—Por supuesto, amiga —contesté entornando los ojos en su dirección.

—No lo estás haciendo —replicó bufando—. Como sea, te estaba diciendo que no van a tardar en llegar.

Sus últimas palabras consiguieron captar mi atención.

—¿Quiénes?

—¿Quiénes más, tontita? —respondió como si la respuesta fuera obvia—. Los amigos de tu hermano. Esos tan agradables.

Oh, no fastidies que...

—Paula, dime que, por lo que más quieres, no estamos hablando de quienes creo que estamos hablando.

Ella sonrió ampliamente, con malicia. Yo solté un pequeño quejido y pataleé como una niña pequeña.

—Vamos, no seas así —soltó una leve risa al ver mi reacción—. Son buenos chicos, y me caen bien. Tú también les caes bien.

—Pero a mi no me caen bien.

Ella frunció sus labios como si mis palabras la confundieran.

—Pero, el otro día...—se calló y yo la miré alzando una ceja, incitándola a seguir. Negó con su cabeza y sonrió—. Míralos, ahí vienen.

No me dio tiempo a responderle porque agarró mi mano y tiró de mi con brusquedad, literalmente arrastrándome unos metros más allá de donde estábamos. Quedamos frente a los chicos y me zafé de su agarre, dándole una mala mirada.

Kirby. 

Ya estamos con ese estúpido apodo.

Sonrisa de encanto —dije de vuelta, sonriéndole con falsedad.

—Siempre volvemos a encontrarnos —dijo esta vez Jace.

—Si, por desgracia, sois una maldita plaga —bufé rodando los ojos y todos rieron, aunque no había nada de gracioso.

Imbéciles.

—Deja de ser tan odiosa, hermanita —mi hermano se acercó y pasó su brazo alrededor de mis hombros—. Vamos a divertirnos, ambos sabemos que te encantan las ferias. ¿Qué dices? ¿Te apuntas a una noche de diversión con nosotros?

Todos me miraron esperando una respuesta.

—Yo...—relamí mis labios, indecisa—. Está bien, acepto. Solo por hoy.

—¡Bien! —gritó mi hermano con triunfo—. Vas a pasártelo en grande, hermanita, te lo prometo.

Eso espero, hermanito. Eso espero.

#

Negué varias veces con la cabeza, no iba amontarme en la noria. No con él.

—Venga, señorita, hay cola y está molestando a la gente —insistió el del puesto—. O sube, o se va, pero deje de estorbar.

Antes de poder protestar, una mano se posó sobre la parte baja de mi espalda y me dio un pequeño empujón, introduciéndome en la cabina circular y abierta de la atracción.

—¿Qué demonios crees que ha...?

—Cállate —gruñó Ryan yendo detrás de mí—. Deja de comportarte como si tuvieras 10 años, niñata.

—¡Deja de llamarme así! ¡No soy una niñata!

—Deja de comportarte como una, solo así dejaré de dirigirme a ti como tal.

Balas perdidas ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora