1 La Brújula de mi vida

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Esta carta no es con afán de ofenderte, bueno ¿a quién intento engañar? Tú jamás te ofendiste con ninguno de mis comentarios.
Incluso cuando te dije que tu cabello parecía una enredadera y que posiblemente allí podrían albergar millones de animalitos u especies de insectos desconocidos para la ciencia.

Recuerdo el primer insulto que llegué a dar a tu persona: jugaba a las escondidas con mi mejor amigo Roy por los pasillos de Roosevelt, ¿recuerdas a mi amigo? Roy era ese chico de cabellos amelados, ojos pequeños, de lentes redondos y patéticos; jugaba left 4 dead los fines de semana y le ayudaba a su madre a hacer panecillos a su madre cada vez que había visitas. Aquél que creía que la cinematografía era una pérdida de tiempo y una mediocre carrera; "Sólo son escritores borrachos y reprimidos" decía con altanería.
Como decía: jugábamos a las escondidas en la inmensa secundaria y Roy; siendo un chico tan inocente de apenas trece años tratando de encontrar el escondite perfecto, giró por el pacillo equivocado, se acercó a la puerta equivocada y abrió el picaporte equivocado y en eso lo vio: el profesor Hendrick del departamento de filosofía estaba utilizando su media hora libre del receso para masturbarse con una fotografía de la señoritta Courtney: nuestra maestra de literatura. Nuestra exquisita y bella maestra de literatura. A sus cuarenta y tantos años seguía siendo irrefutable e  inescrutablemente deseada por todos. Roy, mi mejor amigo, inocente e ingenuo, echó a reír. Recuerdo que su nada silenciosa carcajada podía escucharse hasta a un kilómetro a la redonda, por lo que pude encontrarlo sin dificultad alguna. Y nunca podré olvidar la manera en la que Hendrick subía la bragueta de sus pantalones y rojo como un tomate comenzó a limpiarse las manos y a esconder inútilmente la foto de la maestra, tu pasaste por allí por casualidad, o simplemente muerta de curiosidad querías saber el porqué de aquél escándalo. 
Sea como sea, pasaste por ahí y declaraste: "¡Qué asco, es demasiado blanco y pegajoso!"
"Exactamente igual que tú" Contesté. ¿Qué por qué lo hice? Ni yo lo sé. Quería divertirme, quería hacerte enojar, deseaba verte roja del enojo y dispuesta a estrangularme; pero no lo conseguí. Ni una mueca de desagrado, ni siquiera el ceño fruncido. Tú sólo echaste a reír con la misma intensidad con la que Roy había estallado, y no sé si fue por lástima a mi estúpida comparación a tu hermoso color de piel, o si realmente te había dado gracia.

Por eso estoy seguro que no te ofenderás si escribo ésta carta contándote nuestra historia de ¿amor?, ¿odio? 

No.

Sólo de eso; de nuestra historia, punto.
¿Y por qué yo haría eso? Te preguntarás, si ya la conoces bastante bien, por Dios Jade, sí que conoces nuestra historia.
Mejor de lo que conoces el alfabeto Griego al derecho y al revés, la conoces mejor que la misma tabla del setenta y siete, y mejor que las citas de Michel Eyquem de Montaigne que siempre sueles recitar cuando quieres reafirmar que has tenido la razón en algo, o para quejarte de los comentarios estúpidos que suele hacer la gente nomás porque sí.
Sé que conoces y te sabes nuestra historia mejor que los diálogos de tu película favorita: Some Like It Hot, los cuales murmurabas al unísono. Confieso que llegué a verte fijamente cuando pronunciabas éstas palabras con desdén y orgullo: "El sexo forma parte de la naturaleza. Y yo estoy del lado de la naturaleza" Siempre se me escapaba una sonrisa de lado, repetías la escena como si te la estuviras diciendo a ti misma o a un galán de veintitrés años en busca de una aventura con una niña de dieciséis, se me escapaba una risa de lado al saber que eras virgen y aún así sentías en el fondo de tu alma  ridícula y patéticamente que esas palabras, ese dialogo quedaba contigo.

Sí que te sabes nuestra historia mejor que Los misterios de París de Eugenio Sue; tu libro y novelista favorito. Aún sigo sin entender la razón por la cuál siempre has recomendado los peores libros que se te vinieran a la mente, y no porque éstos fuera malos, o su narración haya sido intolerable, sino porque siempre has sido egoísta y arrogante a tal punto de que nunca quisiste que nadie se enterara de tu libro favorito, hasta que llegué yo Jade, hasta que llegué yo.

Margaritas o Marlboro (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora