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— Este plan tuyo hará que que terminemos muertos — Dijo el castaño con una risa socarrona pintada en su rostro — Me gusta.

— Muy bien — El mayor golpeó su espalda antes de avanzar amenazando con dejarlo detrás.

Avanzando a paso más rápido volvió a encontrarse con Jimin. Puso su brazo detrás del cuello del contrario y ambos chicos entraron a la pequeña repostería con una sonrisa traviesa cada uno, dos cuernos de diablillo y la colita meneándose de lado a lado.

Apenas la puerta se abrió frente a ellos, la esencia de cereza tan característica del lugar penetró sus narices. Ambos soltaron su agarre, y se dirigieron hacia el fondo del cuarto, pasando por alto todas las mesas y sillas meticulosamente acomodadas.

Ahí se encontraba él, detrás del mostrador. Con su piel de porcelana siendo sutilmente bañada por la luz del gran ventanal y entre sus labios una gran y apetitosa cereza siendo engullida de una manera intencionalmente inocente, pero pornográfica para aquellos idiotas enamorados.

Espalda recta y pasos desordenados, Jungkook se dirigía hacia el mostrador sin pena, mientras que Jimin mordía sus labios, nervioso.

El chico de porcelana los miró sin alzar su cabeza, pero claramente se podía ver como se dibujaba una mueca de desagrado en su rostro conforme los extraños se acercaban mas al pequeño.

El menor apoyó su codo en el mostrador sin sutileza. Apretó sus labios hasta tornarlos blancos para evitar que la risa escapara. El de tez blanca lo miró a los ojos con pesadez, sus cejas juntas y sus labios ligeramente abultados.

Hermoso.

Habían pasado largos segundos en el que Jungkook contemplaba como obra de arte al chico, los suficientes para ponerlos en una situación incómoda, muy incómoda.

Jimin apartó al menor e imitó su pose. Levantó una de sus cejas, coqueto, y uno de sus labios fue sutilmente pellizcado con sus dientes.

Sin embargo el chico solo había bajado la mirada a los grandes labios de Jimin con la misma cara de desagrado.

— ¿Qué demonios quieren? — se atrevió a romper el silencio con su voz tan rasposa.

— Dame una de esas galletas enormes, — Jimin apuntó con la cabeza — Un pastelito de chocolate y... — Posó ambos de sus codos en el mostrador y se acercó a una distancia sumamente corta al rostro del chico de porcelana — unos labios de cereza — guiñó.

El chico se dio la vuelta repentinamente. En sus mejillas había un sutil color rojo, aunque su expresión seguía siendo la misma.

— ¿Labios de cereza? — Dejó las pinzas con las que tomó las galletas — ¿Te refieres a mis labios? — Jimin asintió — Pues una disculpa, no soy un sádico, y no cortare mis labios para dártelos.

Jungkook, detrás del mayor, tapó su boca y abrió sus ojos enormemente antes de soltar una risotada.

— Me gustan los difíciles... — Dijo el mayor antes de dejar el dinero sobre el mostrador — Quédate con el cambio, pequeño — dijo antes de darse la vuelta y salir meneando sus caderas.

— Pedazos de mierda... — Dijo el chico de porcelana antes de examinar de pies a cabeza al chico restante. — ¿No tienes que irte a alguna parte? — dijo al sentir su mirada clavada en él.

— Ah, claro... — Dijo al salir del trance — Discúlpalo... es virgen — dijo en voz baja, con una sonrisa que trataba de lucir tranquila pero era delatada por su mejillas rojizas.

El chico de porcelana río bajo ante el comentario de Jungkook, pero no lo suficientemente bajo para que no se escuchara por todo el lugar, gracias al eco.

El castaño se paralizó. ¡Le agradaba!




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⏰ Última actualización: Dec 06, 2018 ⏰

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