Dos

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*〚 ¿Quién es ella? 〛*

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Mi corazón se sobresaltó, al percatarme de que, alguien se dio cuenta de que me hallaba ligeramente asomada por la ventana

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Mi corazón se sobresaltó, al percatarme de que, alguien se dio cuenta de que me hallaba ligeramente asomada por la ventana. Tan pronto crucé mirada con aquella chica frente a mi casa, deslicé las cortinas, sellando el contacto visual entre las dos.

Me encogí sobre el sofá, con el corazón a millón debido al susto. Según las peticiones, debía de aislarme lo suficiente, según ellos por cuidado. Pero aun sin embargo; una parte de mi quería seguir allí.

Pero incluso acobardada, me atreví a asomarme, con la esperanza de volver a contactarme con aquella chica, quien ya me había dado la espalda, y emprendió camino hacia su casa. Me entristecí, pero esa sensación se fue tan rápido cuando escuché las llaves sonar tras la puerta. Era mi padre.

Mi cuerpo actuó solo, corriendo hacia mi habitación y cerrando la puerta con seguro.

Desde que me entere de una verdad, tuve miedo de que llegase ese día. El día donde dejaría de existir para los ajenos de mi existencia. Tenía miedo. No quería irme a ningún lado, pero sin embargo; todo debía ocurrir.

Traté de evitarlo, porque realmente me aferraba a una realidad que por más que deseaba, no era la verdadera. Así que esa tarde, me atreví a hacer lo que desde hace dos años no pude.

Me dejé caer sobre la esquina de mi cuarto, tratando de hacer el más mínimo ruido, con la esperanza de que tuviese compasión, y me dejase por ésta vez. Pero escuchaba sus pasos, que se acercaban flemáticamente, desesperándome cada vez más. Con mis brazos abracé a mis piernas, abrazándome a mí misma, que era lo que realmente tenia, y no me abandonaría o traicionaría. Llegué a respirar por la boca, y la presión me hizo sudar en aquel rincón, sintiéndome hasta fatigada.

Los pasos iban cruzando la esquina, casi frente a mi puerta. Mire mi alrededor, desesperada por evitar lo que no quería que sucediese, pero no encontré nada que realmente me ayudase, hasta que me crucé con mi celular.

Dudé en hacerlo, pero no tenía otra alternativa. Podía resultar bien, o crear una gran discusión, pero la verdad es que no se me ocurrió otra idea. En el fondo la extrañaba, y quería que estuviese a mi lado. Por lo tanto...

— ¿Mamá? —balbuceé, totalmente miedosa.

— ¿Abby? ¡Qué alegría escuchar tu voz! —se alegró mi madre, chillando entre sus palabras— ¿Cómo estás?

Se escuchó otro paso aproximarse.

— Mamá... por favor—susurré, ya entre claros sollozos—. Ayúdame...

— ¿Cómo? Abby, ¿Estás bien? —preguntó, empezando a alterarse.

— Ven, te necesito—respondí, después de tragar grueso, intentando calmar mi voz.

Proyecto Abigail l PAUSADA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora