Capítulo 1.

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Alex.

El día era realmente tranquilo y eso me molestaba. No podía quedarme quieto. La emoción era tanta que desde que me había despertado solo me había dedicado a mirar aquella ventana, los autos pasaban pero ninguno se llegaba a parar fuera de mi casa. "¿Cómo serán?". Me pregunte a mi mismo, la verdad es que no los conocía y debo admitirlo, cuando mi madre me dio la noticia me molesto un poco. "¿Serán egocéntricos?". Las preguntas invadían mi cabeza. El sonido de una camioneta llamó mi atención y se estacionó justo enfrente de la casa. "¡Llegaron!, ¡son ellos!". Me dije a mi mismo mientras me dirigía hacia la puerta de bienvenida, peine un poco mi cabello y sonreí. Mi madre siempre había dicho que la primera impresión lo era todo, supongo que así había enamorado aquel hombre.

- ¡Maldita sea!, ¡este calor esta tremendo!

La voz de un hombre llamó mi atención. Llevé mi mano a la perilla de la puerta y la jale para abrirla. Mis mejillas se sonrojaron al ver a mis futuros hermanos. "Vaya que a su mamá le gustaba tener sexo". Pensé, 5 hermanos se encontraban fuera de la casa, la mayoría era mayor que yo, excepto uno, o al menos eso parecía.

- ¡H-hola!, ¡soy Alex!, ¡Alex Lightwood!.

Mi voz tartamudeaba, la verdad es que jamás había estado tan nervioso, esta vez era diferente, esta vez iba a conocer a mi futura familia.

- Vaya niño, si que eres un idiota.

El chico de color cabello rojo hablo colocando su mano derecha en su cintura con una sonrisa burlona. - No lo molestes -. Hablo uno de sus hermanos, su cabello era un poco achinado y de color rubio, llevaba un suéter que le quedaba grande y unos audífonos en sus oídos. Su expresión era realmente tranquila. - ¿Donde puedo dejar mi oso de peluche? -. El chico con cabello morado y expresión un poco temorizante hablo. Mi rostro era de confusión, todos tenían una personalidad realmente diferente pero al final, ellos iban a ser mis hermanos.

2 semanas después.

- ¡A comer! -. Grito mi mamá. Baje corriendo las escaleras y detrás sentí a mis hermanastros de forma tranquila, realmente no entendía el por que no se emocionaban por la comida. - ¿Qué hay? -. Pregunté mientras me sentaba en el comedor mirando a mi madre curiosamente. Ella sólo río por mi actitud y luego me dedico una sonrisa tierna. - Ya veras -. Dijo para devolverse a la cocina dejándome solo con mis hermanastros.

Uno de ellos se sentó a mi lado, su cabello era un poco largo de color rojizo y llevaba un sombrero.

- Es de mala educación tener un sombrero en la mesa -. Dije sin pensar, este me dedico una sonrisa y dos hoyuelos se formaron en los costados de sus labios. Por debajo de la mesa sentí su mano en mi pierna acariciandola y se fue acercando a mi oído.

- A nadie le importa, little bitch.

Aquel comentario me hizo temblar, mis ojos se abrieron como platos e inmediatamente desvíe la mirada algo sonrojado, todos los demás hermanos estaban distraídos, al parecer nadie había visto aquella escena.

- A-ah. Vale. -. Comenté sin más. Mi madre salió de la cocina sirviendonos un lindo desayuno con una pequeña cara feliz. Mi madre se sentó en la parte mas alejada de la mesa y nos miro a todos con una sonrisa. - Me alegra que se lleven tan bien -.  Dijo mirando a cada miembro que se encontraba presente. Todos asistieron y yo solo me dedique a observar a mis hermanastros. Cada uno era muy diferente y eso me provocaba tanta intriga.
Sin embargo, me parecía algo divertido conocerlos.

- ¡Mierda!, ¡ya deja ese maldito oso de peluche en paz!.

Gritó el pelirrojo con mal carácter llamando la atención. Todos miramos la escena. El mayor tenía agarrado al oso de peluche de una pata, lo estiraba mientras que el menor de pelo morado se encontraba aferrado al juguete como si dependiera de el. - ¡Suelta a Teddy! -. Grito el menor con ojos llenos de furia. - ¡No tienes que llevarlo a todas partes! -. El mayor no lo miraba, solo se disponía a intentar quitarle el peluche.

- Que aburrido, iré a dormir.

El rubio achinado los miro sin ninguna expresión en particular, se levantó de la mesa y se dirigió a las escaleras. No sabia que hacer. Jamás había pasado algo como esto en el desayuno.

- No vas a lograr nada si sigues así, hermanito.

El chico que estaba justo a lado de mi habló con un toque de sensualidad en su tono. Relamio sus labios y se paro igualmente, le dedico una sonrisa a mi mamá y se fue detrás del rubio.

- ¡TEDDY! -. Grito el menor. El oso de peluche salió volando, todo pasaba lentamente. - ¡NOOOOO! -. Grito mi madre. Mi mirada seguía al juguete, este giraba y volaba por el lugar hasta llegar su hermano. Su mirada era fría y nunca lo había escuchado hablar. El peluche cayó en su bebida salpicandolo todo. Todos miramos callados la situación.

- ¡Teddy!

El menor se paro y se acerco rápidamente a su juguete, lo enrollo en sus brazos aferrándose nuevamente y luego abrió sus ojos mirando fríamente al culpable de todo. - Mierda -. Murmuró el mayor, se levanto de la mesa y salio corriendo gritando, el menor no tardo en reaccionar y salio en busca de el.

- Lo siento mucho Finn, ire a buscar algo -. Mi madre se levantó y se dirigió a la cocina. La mesa estaba hecha un desastre, solo nos encontrábamos el y yo, frente a frente. No hablaba, ni siquiera me miraba, su cabello no era claro, tenia un color entre morado y blanco, no se distinguía bien, su ropa era sencilla y no usaba algo en especifico. - Déjame ayudarte -. Me levante tomando una servilleta, di una vuelta en la mesa hasta llegar a el y comenzar a limpiarlo.

- ¡No me toques!.

Su mano quito la mía bruscamente, mi cuerpo se quedo en shock, acababa de ser rechazado por una muestra de amabilidad. Asentí tragando saliva y me aparte un poco con la cabeza baja.
Se levanto, era un poco mas alto que yo, su mirada muy fría, ni siquiera podía mirarlo a los ojos.
- P-perdon.. -. Murmure con timidez. Tomó mi muñeca con fuerza haciéndome levantar la vista con un gesto de dolor.
- No te acerques a mi, ¿entendido? -. Su voz era firme. Daba miedo. Me soltó la mano y luego comenzó a caminar dejándome solo.

Todos ellos eran raros.
Mis hermanastros eran raros.
Me hacían sentir extraño.
Pero me gustaba.

Lo que callan los pasivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora