Preludio

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Will you hold the line?

When every one of them is giving up or giving in, tell me

In this house of mine?

Nothing ever comes without a consequence or cost, tell me

Will the stars align?

Will heaven step in? Will it save us from our sin? Will it?

'Cause this house of mine stands strong

Seojoung supo desde el principio que su hijo no iba a ser normal, incluso desde el principio, cuando se había enterado de su embarazo, la noticia la tomó por sorpresa.

Casi todos los médicos de Jeonju le habían dicho que ella no iba a poder embarazarse, de acuerdo a aquellos hombres de bata blanca, el cuello de su útero era demasiado pequeño, por lo tanto no iba a poder soportar el peso de un bebé, por más pequeño que este fuere.

-Si te embarazas, el peso sería demasiado para tu útero, y podrías correr el riesgo de perder a tu bebé, y peor aún, de morir.- Le había dicho aquella tarde aquella doctora, que la miraba con cierta lástima y eso provocaba en Seojoung una gran incomodidad, no le gustaba que la miraran así, no quería que sintieran pena por ella.

A partir de ahí, había decidido que no iba a correr ningún riesgo, ella junto con su pareja de ese entonces, Choi Seungkwan, se tomaron la prevención muy en serio y decidieron seguir al pie de la letra las instrucciones de su médico.

Todo estuvo bien por dos años, en esos dos años, Seojoung y Seungkwan se habían casado y mudado a una bonita casa a las afueras de Jeonju, ahora con el apellido de su esposo, Choi Seojoung trabajaba en una escuela como maestra de pequeños de jardín de niños, estaba a cargo de un grupo de 10 chiquillos que tenían energía infinita y que siempre la agotaban tanto física como mentalmente.

Pero no podía decir que odiaba su trabajo.

De cierta forma le hacía pensar en aquello que nunca iba a tener, que era su propio hijo, el cuello del útero no crece como por arte de magia y eso se le recordaba cada vez que iba a la ginecóloga para sus chequeos mensuales, su esperanza estaba destruida y no podía hacer nada para construirla.

Muchas tardes lloraba por eso, siendo abrazada por Seungkwan, quien le explicaba que no podían hacer nada, pero que no importaba, que al final se tendrían el uno al otro, el hombre llegaba a derramar algunas lágrimas también, sobre todo al observar cada mañana, como los pequeños del jardín de niños corrían hacia Seojoung a abrazarla, sin duda su esposa habría sido una gran madre.

Se quitaba aquellos pensamientos de su cabeza demasiado rápido, pues sabía que sus pensamientos eran inútiles.

Hasta aquella calurosa tarde de abril.

Seojoung estaba saliendo del trabajo aquella tarde, con su bolsa en su mano derecha, caminó lentamente hasta la parada de autobús que la llevaría a casa, el Sol se encontraba en su punto más alto y el calor se estaba volviendo insoportable, cosa que era demasiado común en Jeonju en primavera.

Desde la mañana de aquel día, Seojoung había comenzado a sentir dolor en la cabeza, dolor que no amortiguaba con ningún medicamento, pensando que era el estrés, decidió dejarlo pasar, se le quitaría cuando tomara la siesta en la tarde, suponía; pero en ese corto camino de la escuela a la parada de autobús, la joven empezó a sentir como el dolor incrementaba y todo lo que tenía a su alrededor empezaba a dar vueltas.

Con una mano se sostuvo de un poste de luz, esperando a que el vértigo pasara, pero no se detuvo, Seojoung se estaba poniendo nerviosa, ella estaba sintiendo como los latidos de su corazón se incrementaban a gran velocidad, un sudor frío le recorría la espalda baja, provocando escalofríos y por un momento sintió que se iba a desfallecer, mientras sus manos se aferraban fuertemente al poste de luz del que se estaba sosteniendo.

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