Los personajes no me pertenecen, le pertenecen a Horikoshi Kohei.
◇○◇○◇○◇○◇○◇○◇○◇○◇○◇
Los mayas más sabios cuentan que los Dioses crearon todas las cosas en la Tierra y al hacerlo, a cada animal, a cada árbol y a cada piedra le encargaron un trabajo. Pero cuando ya habían terminado, notaron que no había nadie encargado de llevar sus deseos y pensamientos de un lugar a otro.
Como ya no tenían barro ni maíz para hacer otro animal, tomaron una piedra de jade y con ella tallaron una flecha muy pequeña. Cuando estuvo lista, soplaron sobre ella y la pequeña flecha salió volando. Ya no era más una simple flecha, ahora tenía vida los dioses habían creado al x ts'unu'um, es decir, el colibrí.
El colibrí tendría que llevar de aquí para allá los pensamientos de los hombres.
◇○◇○◇○◇○◇○◇○◇○◇○◇○◇
>El primer pensamiento.<
Ixchel, Dios de la luna eternamente enamorado de Kinich Ahau, Dios del sol. Enamorado como si no hubiera un mañana, como si la eternidad, algo de lo que estaba acostumbrado fuera algo efímero.
Todos los Dioses tenían la tarea de crear. Crear vida, objetos, paisajes, lugares.
Lamentablemente Ixchel no tenía ánimos de crear. Solo existía pensando y añorando el día en que su amor, el sol, pudieran unirse. Y gracias a eso es que su capacidad para crear era mínima.
◇○◇○◇○◇○◇○◇○◇○◇○◇○◇
El momento ha llegado, la finalización de la creación. Los Dioses orgullosos por sus creaciones, humanos, animales, vegetación. Todo necesario para existir.
Pero ahí estaba de nuevo, Ixchel.
Desanimado porque una eternidad más estaría lejos de su amor. No le bastaba con saber de su amor una sola vez al año. Un mísero intervalo de tiempo, tan pequeño. No era lo suficiente para expresarse el amor mutuo que sentían.
El Dios del sol, un ser poderoso que no mostraba su afligida alma a los demás, porque su trabajo más importante era mostrarse a los súbditos: firme, sonriente, alegre y sin temores. No le bastaba con unos míseros minutos al año, no eran suficientes para demostrarse el amor profundo que sentían.
Kinich Ahau se había resignado. Había pasado eternidades buscando la forma para estar junto a su amado, pero el momento llegó... se dio por vencido, ya no sabía más que hacer y se olvidó.
A Ixchel le duele, No sabe porque el alma le duele. Es un dolor intenso, siente perecer, su semblante quiere cambiar, pero no puede... es el Dios de la luna y él siempre debe mantener un semblante serio y apacible.
Pero en realidad sufría, sentía que el alma le ardía, sentía desesperación en todo su ser, no sabía que hacer.
En su desasosiego divisó un objeto brillante, una roca verde que resplandía sin igual.
Ixchel tuvo una idea. Sabía que ese gran dolor que sentía era causado por su amor. No entendía bien el porque, pero gracias a esa piedra se le ocurrió crear algo.
Talló una flecha y con inmenso deseo, sopló... esa flecha dejo de serlo para convertirse en un pequeño pajarito. Sin más que decir, el Dios le susurró al oído y éste salió volando.
Voló y voló sin descanso hasta llegar a su destinatario, Kinich Ahau. El Dios se sorprendió y sin más escuchó.
-No me dejes de amar.-
Quedo atónito. Sabía de quien provenía y fue ese momento cuando su sonrisa dejo de ser falsa. Irradió luz, se sintió paz en la Tierra, parecía más sol que la misma estrella.
El alma de Ixchel dejo de atormentarle, ya no dolía, ahora ese sentimiento de amor puro se intensificó.
◇○◇○◇○◇○◇○◇○◇○◇○◇○◇
Ixchel y Kinich Ahau continuaron mandándose pensamientos hasta el punto en que decidieron darle un nombre al animal y con ello enviarlo a la Tierra para que el hombre transmitiera sus buenos deseos a sus seres amados.
-Colibrí, es un buen nombre ¿no lo crees, Kinich?-
-Es lindo.-
Me tarde en terminar esto. (◍•﹏•)
Si se entiende quien es quien ¿no?
Ixchel - Shota
Kinich Ahau - Toshinori