Se encontraba realizando su obra maestra, tocando cada parte de ese cuerpo que le parecía la creación más hermosa jamás concebida, ha de admitir que algunas veces se desesperaba al estar en su presencia, esperando para poder afinar esa voz tan melodiosa que lo hacía enamorarse; y su cuerpo tan hermoso como el de una diosa desconocida, eso era para él, su diosa y más grande musa, no necesitaba de una persona a su lado, si con su instrumento podía crear algo tan maravilloso como él percibía su presencia, tocaba todo lo que podía, deleitándose de las hermosas notas que producía.
Todo su ser se estremecía ante tanta belleza, su cordura se perdía con cada nota que lo enamoraba, y así estaba, completamente enamorado de aquellos hermosos sonidos, odiando por completo el simple ruido de una banal conversación humana; adoraba el simple existir de su amor, amaba cada curva que tenía su precioso violín, tocando con toda su alma, con todo el amor y con toda su vida, sin importarle nada más.
Su cordura se había perdido desde el mismo instante en que lo tocó por primera vez, todos sus sentimientos crecían a cada segundo, a cada nota escrita y tocada, todo, absolutamente todo en aquel hermoso instrumento era perfecto, ni siquiera un dios podría compararse a tal perfección insuperable, nada podría satisfacerle más que aquella madera tan fina, que las cuatro cuerdas colocadas y afinadas perfectamente, y del arco tan delicado y el creador de tales sonidos tan angelicales que nada ni nadie jamás podrían superar.
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El violinista.
Short StoryLa obsesión de un violinista por su instrumento. Una parte de mi imaginación acerca de la creación de "Caprice No. 24" de Niccolò Paganini.