Bajé del vehículo siendo cubierto de la lluvia por el paraguas que sostenía aquél empleado, sin esperarlo empecé a caminar entre los inaguantables charcos de agua que cubrían el acerado hasta llegar al edificio.
Después de un tedioso día de escuela había llegado a casa por fin, y como de costumbre el silencio en el departamento lo hacía parecer más grande de lo que ya era, un tanto irritante aunque tolerable por la monotonía. Mi tiempo de soledad era vasto, mi padre era el embajador ruso en Dinamarca, por supuesto llegaba del trabajo muy tarde y salía bastante temprano, por lo que lo veía muy poco. No había mucho que resaltar, el contexto de mi vida era claro, y aunque algunas veces el sentimiento de abandono me encontraba, podía superarlo pensando en la obligada independencia que había logrado hasta ahora.Esta tarde miraba a través del ingente ventanal en mi habitación mientras llovía, contemplaba los pequeños pero acojedores departamentos de los edificios cercanos, preguntándome cómo sería la vida de aquellas personas comunes, se veía reconfortante. El cielo gris y nublado era pacífico de observar, mientras el paisaje se hacía borroso con cada gota que impactaba y se deslizaba empapando el cristal; sin embargo mi momento de desconexión estaba llegando a su fin, me había comprometido en acompañar a mi padre en una gala esta noche de viernes, y aunque me sentía indolente y desinteresado no podría fallar, pues no sé trataba solo de mi trato con él, sino también de su imágen pública y la de nuestro país.
Un BMW de color blanco con las ventanas polarizadas se detuvo en frente del edificio, irritado caminé hacia mi vehículo de transporte y cerré la puerta al entrar. Era extraño no reconocer a mi chófer de espaldas y menos a mi acompañante de seguridad, ¿el personal había cambiado? Para sacarme de dudas pensé en escribir a mi padre y confirmar nuevamente si me estaba dirigiendo a la fiesta en la hora correcta. Antes de poder sacar mi teléfono sentí un ahogo y presión en mi boca y nariz, acompañado de un forcejeo en mis brazos y torzo por parte de uno de los cuerpos grandes, empezaba a sentirme cansado, trataba de luchar pero poco a poco me dormía hasta que finalmente caí sin fuerzas. Asustado y lleno de desconcierto.
Me encontraba sentado en un helado suelo de cemento cuando recuperé la conciencia, mi espalda se apoyaba en el muro de ladrillos y tenía las manos atadas en la espalda además de la mordaza en mi boca. Mi respiración empezó a acelerarse, sentí la adrenalina del pánico recorrer cada nervio en mi cuerpo poniéndolo de punta.
Divisé más chicos junto a mí en la misma situación; muchos llorando y sollozando atemorizados, algunos tan drogados e inconscientes como también lo había estado hace unos segundos.
El ambiente era silencioso exceptuando aquellos inaudibles sollozos que hacían retumbar el terror entre los muros; la fría y tenue luz del único bombillo en la habitación apenas llegaba a alumbrar el centro de la habitación, existía una única puerta, y cuando aquel metal oxidado comenzó a chirrear mi agobiado corazón empezó a latir de manera descontrolada. Varios hombres totalmente indiferentes se esparcieron, y como si se tratará de muñecos empezaron a levantar a todos los chicos con fuerza y cierta dificultad después de quitar todas las ataduras, por el efecto de la droga apenas podían dar un paso, y yo no estaba excepto. Pude notar la etiqueta que los jóvenes llevában en el pecho cual ganado, y al inclinar la cabeza también vi las letras de mi nombre sobre el papel pegado a mi ropa.
Me sentía débil, era incapaz de ponerme en pie y mucho menos creía tener la fuerza suficiente para caminar; ciertamente lo confirmé cuando llegó mi turno y aquel fornido extraño me tomó del antebrazo bruscamente para levantarme; mi entumecida boca logró relajarse y mis comisuras ardieron cuando deshizo el tensado nudo en mi nuca para quitar la mordaza, la sangre volvió a circular en mis manos cuando libero mis muñecas y las articulaciones de mis hombros y codos volvieron a su posición normal. Finalmente salió de la habitación casi arrastrándome mientras me distraía con los otros chicos que salieron antes y los que iban detrás de mí también.
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Prostitueret
Romance¿Por qué nosotros? La respuesta es fácil, la clase elitista genera más dinero.