Pasaron varias horas, no distinguía si ya había amanecido o aún era de madrugada, la luz del sol no tenía cabida por ningún lado y el frío tampoco hacía falta de presencia.
Dormí pocas horas, quizá minutos, pero en cambio, Joen había estado sumido en un profundo sueño todo este tiempo; las cobijas limpias pero viejas y opacas cubrían la desnudez de ambos, aunque la tranquilidad que ahora se asentaba en el ambiente no llegaba a calmar mis sentidos.
Al escuchar su respiración agitarse me acerqué a él y tomé sus manos.— Joen, todo está bien. No pasa nada, tranquilo. — sus ojos se movieron desesperadamente mirando cada rincón hasta donde alcanzaba. — Estoy contigo, Joen no pasa nada. — traté de aliviarlo con un tono calmado hasta que sentí escuché su corazón regular el ritmo y vi su mirada centrarse en mi rostro.
— Yo... Yo sigo aquí... — pronunció con una voz quebrada antes de que las lágrimas rodaran por sus mejillas.
Creo que verlo así me quebró incluso a mí. Lo ayudé a sentarse y lo abracé contra mí pecho mientras acariciaba su cabello rojo con delicadeza.
— Estoy contigo, no te dejaré solo. — cubrí su espalda desnuda con las cobijas y lo envolví en mis brazos mientras esperaba a que se calmara.
Pasé varios minutos en silencio y sin soltarlo escuchando sus sollozos disminuir, y cuando controló aquel temor finalmente aflojé mis brazos sin separarme; hablé susurrando sobre su cabeza tratando de que no volviera a alarmarse.
— ¿Cuántos años tienes Joen?
— Quince. — Replicó suavemente con una voz temblorosa, y aunque ambos teníamos la misma edad claramente él era mucho más frágil, pequeño y sensible.
— ¿Está bien si te hablo Joen? — pregunté para asegurarme de que no lo pondría tenso.
— Sí, suave. — dijo indicando que se sentía cómodo con el tono en que le había hablado.
— De acuerdo. — no dejé de acariciar su cabeza. — Me gustan tus ojos, son muy lindos.
— Gracias... — susurró casi inaudible.
Después de un largo tiempo haciéndole charla para que se relajara y tomara confianza decidí preguntar con cuidado sobre él.
— ¿Quién es tu familia Joen? ¿A qué se dedican tus padres?
Acaricié su mejilla con mi pulgar esperando a que no se sintiera alterado.
— Mi padre es el alcalde de Copenhague.
Su respuesta reforzó mi teoría en un porcentaje elevado; los hijos del marqués, el hijo del alcalde de la capital, y el hijo del embajador ruso en el país. Compartíamos clases políticas, pero aún necesitaba confirmarlo en su totalidad.
Me separé lentamente de Joen e importándome poco mi desnudez me acerqué a la rejilla junto a la puerta. El pasillo se encontraba vacío, alentándome a tomar valor para levantar la voz lo suficiente.— ¡Chicos! — pronuncié cuidando de que mi tono no llamara la atención.
— ¿Qué estás haciendo? — preguntó Joen con angustia.
Me giré hacía él y lo miré.
— ¿Recuerdas que te dije creer saber por qué estamos aquí? Necesito comprobarlo.
— ¿Hola? — volví a mirar al frente al escuchar la voz de un chico guardando el mismo volumen que el mío.
Me encontré con el rostro de un joven castaño detrás de la rejilla de su habitación, era alto y lucía fuerte, posiblemente era unos años mayor.
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Prostitueret
Romance¿Por qué nosotros? La respuesta es fácil, la clase elitista genera más dinero.