ERA ya de noche, una noche de finales de mayo, y un chico de trece añossubía en bicicleta por una carretera comarcal bordeada de altas coníferas, deregreso a su casa, una granja junto a un pequeño bosque..Se llamaba Jack. Hacía ya un par de años que vivía con sus padres enaquella granja a las afueras de Silkeborg, una pequeña ciudad danesa, y todas las Laura Gallego García Memorias de Idhún La resistencia 33tardes, al salir de clase, si el tiempo lo permitía, efectuaba aquel trayecto enbicicleta. Le gustaba hacer ejercicio y, además, el recorrido junio al bosque lorelajaba y apartaba de su mente todas las preocupaciones.Pero, por alguna razón, aquella vez era diferente.Llevaba todo el día teniendo una extraña intuición con respecto a su casa ysus padres. No habría sabido decir de qué se trataba, pero tampoco había podidoevitar llamar a su madre a mediodía, para asegurarse de que los dos estaban bien,y lo había encontrado todo en orden. Sin embargo, apenas un rato antes, al salir delcolegio, había sentido que aquel molesto presentimiento que lo había acosadodurante todo el día regresaba con más fuerza- Sin ningún motivo aparente, intuíaque su familia estaba en peligro. Y sabía que era absurdo, sabía que no tenía unaexplicación racional para aquella sensación, pero no podía evitarlo. Tenía quellegar a casa cuanto antes y comprobar que todo marchaba bien.Cuando llegó a la granja por fin, el corazón estaba a punto de estallarle delesfuerzo. Dejó la bicicleta tirada junto al cobertizo, sin preocuparse por guardarla, ycorrió hacia la entrada.Se detuvo de pronto, con el corazón latiéndole con fuerza.Joker, su perro, no había acudido a recibirle, como todos los días. Tampocose oían sus ladridos desde la parte posterior de la granja. «Habrá ido al bosque», sedijo Jack, intentando calmarse.No pudo evitarlo, sin embargo. Echó a correr de nuevo hacia la puerta de lacasa. La halló entreabierta y entró.Algo le detuvo.En apariencia, todo parecía normal. La luz del salón estaba encendida, seoía el murmullo apagado del televisor.Pero se respiraba un ambiente extraño.Temblando, entró en el salón. Su padre estaba sentado en el sofá, frente altelevisor, de espaldas a él. Podía ver su cabeza descansando sobre el respaldo.—Papá...No hubo respuesta. En la televisión ponían un estúpido programa deimitadores de cantantes famosos, y Jack se aferró desesperadamente a la idea deque era lógico que su padre se hubiese quedado dormido.Rodeó el sofá y, tras un breve instante de vacilación, miró a su padre a lacara.Estaba inmóvil, pálido, con los ojos abiertos de par en par, desenfocados,mirando a ninguna parte. No había ninguna señal de sangre o violencia en sucuerpo.Pero Jack supo que estaba muerto.Algo golpeó su conciencia con la fuerza de una pesada maza. Por unmomento el tiempo pareció detenerse, y su corazón, con él; pero de inmediato elmundo a su alrededor se tambaleó y empezó a girar a una velocidad abrumadora.Se abalanzó hacia su padre y lo sacudió varias veces, tratando de hacerloreaccionar. En el fondo sabía que era inútil, pero, simplemente, no quería creerlo.—¡Papá! Papá, por favor, papá, despierta...Su voz se quebró con un sollozo aterrorizado. De pronto pensó que tal vezno era demasiado tarde, que tenía que llamar a una ambulancia, y quizá... corrióhacia el teléfono y descolgó el auricular.Pero no había línea, Jack colgó el teléfono con violencia, rabia ydesesperación; se secó las lágrimas con la manga del jersey, dio media vuelta y seprecipitó escaleras arriba.—¡Mamá! -gritó-. ¡Mamá, baja corriendo, trae el móvil!Tropezó en un escalón y cayó, golpeándose las rodillas, pero eso no lodetuvo. Se levantó de nuevo y siguió corriendo:—¡¡Mamá...!!Enmudeció de pronto, porque había alguien al fondo del corredor. Alguien Laura Gallego García Memorias de Idhún La resistencia 44que no era su madre. Frenó en seco, desconcertado. Los dos se miraron unmomento.Se trataba de un hombre de ojos de color avellana y rasgos delicados, peroexpresión dura y ligeramente burlona. Vestía algo parecido a una túnica que lellegaba por los pies, y tenía el cabello oscuro y encrespado.—-¿Quién... quién es usted? -murmuró Jack, confuso y todavía con los ojosllenos de lágrimas.Algo atrajo su atención, sin embargo. Sobre el parquet, a los pies delindividuo de la túnica, había un bulto inerte. Jack lo reconoció, y sintió que laspiernas le temblaban; tuvo que apoyarse en la pared para no caerse.Era su madre, que yacía en el suelo, pálida, con la cabeza vuelta hacia él ylos ojos abiertos.Jack sintió que la sangre se le congelaba en las venas. Aquello no podíaestar sucediendo...Pero no había duda. La mirada de su madre era vacía, inexpresiva.Sus ojos estaban muertos.—¡¡¡Mamáááá! -gritó el chico, fuera de sí.Echó a correr hacia ella, sin importarle para nada la presencia del hombre depelo negro...Todo sucedió muy deprisa. El desconocido gritó unas palabras en un idiomaque Jack no conocía (pero que, de pronto, le sonó extrañamente familiar) y algogolpeó al chico en el pecho, dejándolo sin aliento, y lo lanzó hacia atrás.Jack chocó contra la pared y sacudió la cabeza, Laura Gallego García Memorias de Idhún La resistencia 55que se topa con la mirada de una serpiente.Pero entonces algo tiró de él y lo arrojó a un lado con violencia, apartándolodel muchacho de negro. Jack cayó al suelo, sobre la alfombra, sacudió la cabeza yse giró para ver qué estaba pasando y quién lo había alejado de la mirada de lamuerte.Su salvador era un joven de unos veinte años, alto y musculoso, de cabellocastaño corto y expresión grave y severa, que había aparecido de la nada,interponiéndose entre Jack y el otro muchacho. Había algo en él que imponíarespeto, a pesar de las extrañas ropas que vestía. El chico de negro lo miróimpasible, pero adoptó una postura de serena cautela. Y entonces, ante la atónitamirada de Jack, el recién llegado sacó una espada del cinto Y le plantó cara a suoponente. El de negro pareció aceptar el desafío, porque extrajo su propia espadade una vaina que llevaba sujeta a la espalda y paró el golpe de su contrincante conuna rapidez y una agilidad casi sobrehumanas. Jack, paralizado de terror, se quedómirando cómo aquellos dos desconocidos iniciaban un duelo de espadas en el salónde su propia casa. Volcaron la mesa del comedor, desgarraron las cortinas,destrozaron el televisor con una estocada que no dio en el blanco. Jack asistíaimpotente a aquel estropicio, pero no se atrevía a moverse. El joven recién llegadose movía con seguridad y serenidad, y los golpes que descargaba eran más fuertes;pero el muchacho de negro era mucho más rápido, ágil, silencioso y letal. Jack sedio cuenta de que, cada vez que las dos espadas se encontraban, una especie dedestello sobrenatural brotaba de sus filos.Aquello no era real, era una pesadilla, no podía estar pasando. Quiso gritar,pero entonces alguien tiró de él y le tapó la boca.Jack sintió que se mareaba. Su primer impulso fue tratar de deshacerse delabrazo, pero no lo logró. Se volvió y vio que su captor era un chico delgado de unosdieciocho o diecinueve años, de cabello negro, grandes ojos oscuros, faccionesagradables y gesto serio. Jack quiso librarse de él, pero el joven era más fuerte. Lomiró a la cara y le dijo que no con la cabeza, y Jack entendió que era un amigo yestaba allí para ayudarlo. Lo agarró por los brazos con desesperación.—Por favor -sollozó-, por favor, ayudadme... mis padres...Pero el joven sacudió la cabeza, y le dijo algo en otro idioma, y Jackcomprendió que hablaban lenguas distintas. Se volvió para señalar el sofá dondeyacía el cuerpo de su padre, pero al final giró la cabeza con brusquedad porque nose atrevía a mirar.Mientras tanto, los otros dos seguían con su particular duelo de esgrima, y elindividuo de la túnica, el asesino de los padres de Jack, se había asomado a lo altode la escalera. El muchacho que sujetaba a Jack se dio cuenta de ello. Gritó algo ysu compañero asintió y retrocedió hasta él. El chico de negro corrió tras él ydescargó la espada sobre ellos, justo cuando su oponente agarraba del brazo a suamigo.Jack sintió unos dedos clavándose dolorosamente en su antebrazo y loúltimo que vio antes de que todo empezase a dar vueltas fueron unos gélidos ojosazules...Jack lanzó un grito y abrió los ojos, sobresaltado. Se incorporó sobre lacama, respirando entrecortadamente y sintiendo en el pecho los alocados latidos desu corazón.«Solo ha sido un maldito sueño», pensó irritado.Pero todavía temblaba. Detestaba las serpientes, y había soñado con una deellas, enorme, terrorífica, que se alzaba bajo un extraño cielo del color de la sangre.Un cielo con seis astros que emitían un brillo cegador.Intentó serenarse. Estaba temblando, y sentía una extraña angustia queatenazaba su corazón como una garra de hielo. Respiró hondo. «Solo ha sido unapesadilla», se dijo. Pero no era la primera vez que soñaba con aquella escena, y sepreguntó, una vez más, si la habría visto en alguna película de ciencia-ficción. Si era Laura Gallego García Memorias de Idhún La resistencia 66así, no lo recordaba.Por otro lado, antes de soñar con la serpiente gigante había tenido un sueñomucho más aterrador; se acordaba solo vagamente, pero sabía que tenía que vercon sus padres, y que no era algo que quisiera recordar.Se pasó una mano por su pelo rubio, revolviéndolo, y echó un vistazo a suderecha, buscando con la mirada los números fosforescentes de su despertadordigital. Se quedó helado.No estaba en su habitación. Se hallaba en una cama extraña, en un cuartoextraño, en un lugar extraño. La forma de la habitación tampoco era corriente: nohabía esquinas en las paredes, curiosamente redondeadas. Era como si estuvieseen el interior de un iglú gigante. Una ventana, también redonda, se abría a un ladodel cuarto. Más allá se veía una clara noche estrellada y las oscuras copas de losárboles. Pero no era el paisaje que él conocía.Jack parpadeó, confuso. ¿Dónde diablos se encontraba? ¿Qué estabapasando?Se levantó de un salto, apartando unas sábanas extraordinariamentesuaves. Buscó el interruptor de la luz y no lo encontró. Esperó a que sus ojos sehabituasen a la oscuridad para mirar a su alrededor.No había muchos muebles en aquel cuarto. Una silla y una mesa de extrañodiseño, un armario del mismo estilo y algo que parecía una mezcla entre unaestantería y una cómoda. Y dos puertas.Una estaba entreabierta, y parecía un ropero. Jack abrió la otra, tirando deuna manilla hecha de un curioso metal verdeazulado, y se deslizó hasta el exterior.Se encontró en un pasillo de techo abovedado, como un túnel, que torcíahacia la derecha con suavidad, sin esquinas. Estaba iluminado por medio deapliques eléctricos, con bombillas, perfectamente normales. Jack respiró hondo,mareado. Aquello era una locura.Avanzó con precaución, procurando no hacer ningún ruido... y entonces topócon alguien. Jack dio un respingo. Se trataba de un joven moreno, delgado ynervioso. Jack lo había visto antes......En el salón de su casa, sujetándolo, mientras otros dos mantenían unduelo de espadas.De golpe lo recordó todo. La carrera hasta la granja, el hombre de la túnica,la lucha entre su perseguidor y su salvador, aquellos inhumanos ojos azules, suspadres muertos...Sus padres, muertos.No había sido un sueño. Todo aquello había sucedido de verdad.Jack ahogó un grito de rabia y desesperación y, casi sin saber lo que estabahaciendo, se abalanzó contra aquel joven, furioso, tratando de golpearlo. Lo cogiópor sorpresa y ambos cayeron al suelo. El muchacho exclamó algo en aquellaextraña lengua, pero Jack no atendía a razones. Golpeó con los puños intentandodarle a algo, pero de pronto unas manos de hierro lo agarraron dolorosamente porlas muñecas y una voz serena, tranquila y autoritaria dijo algo que, para variar, él noentendió. Intentó desasirse, pero no lo logró. Sintió que tiraban de él hacia atráspara separarlo de su oponente. Se resistió; estaba ciego de rabia. Se volvió para verquién lo tenía atrapado y vio tras él al joven que había peleado contra el muchachode los ojos azules en su propia casa. Sin duda era muy fuerte y tenía brazos deacero; Jack se dio cuenta de que no le estaba costando ningún trabajo mantenerloquieto, a pesar de que él se estaba resistiendo con todas sus fuerzas.Finalmente Jack, agotado, se rindió. Estaba atrapado.Se dejó caer, temblando y sollozando sin poder contenerse.Entonces el muchacho moreno al que acababa de atacar se inclinó junto a ély le dijo algo. Jack apartó la cara, furioso y angustiado a la vez. Pero vio, a través delas lágrimas, que él lo miraba fijamente, serio y preocupado. El joven dijo algo más,y esta vez Jack alzó la cabeza. Sonaba a francés. Pero él no sabía francés. El otro Laura Gallego García Memorias de Idhún La resistencia 77frunció el ceño, pensativo, y entonces probó otra vez.En esta ocasión, Jack lo comprendió.—Eh... sí... hablo inglés -musitó, en la misma lengua; Í>US propias palabrasle sonaban extrañas. Tragó saliva para aclararse un poco la garganta. Volvió lacabeza para frotarse la cara contra el brazo y así secarse las lágrimas, porquetodavía lo tenían sujeto por las muñecas y no podía usar las manos.El otro chico lo miró, pensativo.—Bien. En realidad, a mí no se me da muy bien el inglés, he tenido pocotiempo para aprender -explicó en un inglés vacilante, con un extraño acento-. Perocreo que nos entenderemos.Jack asintió, mohíno. El hablaba inglés casi tan bien como su lenguamaterna. No en vano su padre era británico... Pensar en su padre le hizo recordarlo,sentado en el sofá, muerto, y cerró los ojos para evitar que volvieran a llenársele delágrimas. Todo aquello no era más que una pesadilla...—No es un buen momento para hablar, lo sé -prosiguió el joven-. Solo quieroque sepas que, pase lo que pase, aquí estarás a salvo.—¡A salvo! -repitió Jack con amargura-. ¡Después de lo que les habéishecho a mis padres...!—Te hemos salvado la vida -corrigió el otro-. SLaura Gallego García Memorias de Idhún La resistencia 88el corazón de un huracán.Shail se puso en pie y le tendió una mano para ayudarle a levantarse. Jackalzó la cabeza y lo miró, todavía muy desorientado. Parpadeó para contener laslágrimas.—Queremos ayudarte -dijo el muchacho, muy serio.Jack titubeó, pero finalmente le dio la mano, y se incorporó. Se volvió haciaAlsan, desconfiado. El rostro del joven seguía pareciendo de piedra, pero en sumirada había simpatía y conmiseración, Jack vaciló.—No estás solo -dijo Shail con suavidad.Jack sintió que todo le daba vueltas. Las piernas le fallaron como si fuerande gelatina. Apenas notó los brazos de Alsan sujetándolo para que no cayese alsuelo.Fue vagamente consciente de que lo llevaban hasta una habitación másamplia y lo hacían sentarse en un sillón. Cuando todo dejó de dar vueltas y pudomirar a su alrededor, se encontró en un salón amueblado al mismo estilo que elcuarto en el que había despertado, y aderezado con una serie de elementos que noparecían encajar allí: lámparas, un equipo de música, un ordenador...—Bienvenido a nuestro centro de operaciones -dijo la voz de Shail junto a él.Jack dio un respingo y se volvió. Vio al joven apoyado en ei quicio de lapuerta. Sonreía amistosamente. Se dio cuenta de que llevaba una camisa blancapor fuera de los vaqueros, parecía un muchacho normal. Y sin embargo seguíahabiendo en él algo que lo hacía diferente. Jack buscó a Alsan con la mirada, perodescubrió que se había marchado.—Te has mareado -continuó Shail-. Estás muy débil, necesitas comer algo.¿No tienes hambre?Jack negó con la cabeza.—Tengo el estómago revuelto.—No me extraña -asintió Shail, muy serio—. Has pasado por unaexperiencia muy dura.Jack reprimió un gesto de dolor. Miró a Shail con dureza.—Necesito saber -exigió.El joven le dirigió una mirada pensativa.—Bueno -dijo finalmente-. Intentaré explicarte algunas cosas -se sentó juntoa él-. Supongo que querrás saber quiénes entraron la otra noche en tu casa, y porqué.Jack asintió.—En fin, es largo de explicar. Digamos que esos tipos van buscando... agente muy especial. Gente que se les ha escapado de un... lugar. Del lugar dedonde ellos vienen.Miraba a Jack con fijeza, esperando una reacción en él, pero esta no seprodujo.—No... no lo entiendo -musitó el chico, confuso.Shail frunció el ceño.—¿De verdad... no sabes nada? ¿No tienes idea de dónde venían tuspadres?—Mi padre era inglés, y mi madre danesa. ¿Te refieres a eso?Shail se acarició la barbilla, pensativo.—Qué raro... -murmuró-. No hablas el idhunaico ni sospechas por qué oshan atacado. No puede ser que tus padres no te contasen nada. Y, sin embargo...Por otro lado, ellos... No, no es posible, ellos no cometen errores...Jack perdió la paciencia.—Por favor, cuéntamelo de una vez. Necesito saber qué ha pasado, ¿no loentiendes?—Está bien, está bien. ¿Recuerdas a ese chico de negro?Jack se estremeció involuntariamente. «Te estaba buscando», susurró de Laura Gallego García Memorias de Idhún La resistencia 99nuevo aquella voz en un rincón de su memoria.—Veo que sí -comentó Shail-. Bien, pues él... se llama Kirtash, y es unasesino. Un asesino muy especial, es frío, despiadado y muy... poderoso.—¿Poderoso en qué sentido? -preguntó Jack, sintiendo un nuevo escalofrío.-—No te ío puedo explicar, pero estoy seguro de que tu ya lo notaste. El otro,el mag... quiero decir, el de la túnica -rectificó-, se llama Elrion y hace poco que vacon él- De todas formas es raro, porque Kirtash siempre actúa solo. Aunque creoque fue Elrion quien...Calló un momento.—¿...quien atacó a mis padres? -completó Jack en voz baja; sintió un nudoen la garganta y tragó saliva, tratando de evitar que las lágrimas aflorasen de nuevoa sus ojos.Shail asintió, pesaroso.-—¿Pero quién querría...? -a Jack se le quebró la voz; hizo lo posible poracabar la pregunta y no lo logró; solo consiguió articular-: ¿Y por qué?Shail suspiró.—El lugar de donde venimos, Jack, está gobernado por unos...llamémoslos... individuos... a quienes no les gusta que se rebelen contra ellos. Poreso han enviado a Kirtash. Se dedica a ir por el mundo buscando gente... comonosotros. Gente... exiliada. Gente que ha escapado hasta aquí. Los busca, losencuentra... y los mata.Jack respiró hondo. Se imaginó al punto un país ahogado por unosdictadores que gobernaban con mano de hierro.—Pero mis padres... no pertenecían a ese lugar -objetó-. Me lo habríandicho.—Puede que sí, o puede que no, Jack. Tal vez tengas razón y Kirtash y lossuyos se hayan equivocado con vosotros. Pero me parecería muy extraño, porqueellos nunca cometen errores de ese tipo.Jack no dijo nada. Le costaba asimilar tanta información.—Nosotros somos... rebeldes -prosiguió Shail-. O renegados, como nosllaman ellos. Alsan y yo vinimos aquí para cumplir una misión, y nos tropezamos conKirtash. Hemos intentado impedir que siga asesinando a nuestra gente, perosiempre se nos adelanta y... -ahora fue Shail quien se estremeció- no podemosluchar contra él. No tenemos los medios suficientes.—¿Qué...? No lo entiendo. Solo es un chico, y no será mucho mayor que yo.Bueno, tal vez uno o dos años mayor que yo, pero... sigue siendo un chico, y si estásolo...Shail le dirigió una mirada inescrutable.—Kirtash no es lo que parece. Por lo que sabemos, tiene solo quince años,pero ha asesinado a incontables personas desde que está aquí.—Pero eso... no puede ser, es... absurdo.—Será o no absurdo, pero es la verdad. Créeme si te digo que nadie que sehaya enfrentado a él ha salido con vida. Nadie.A Jack le pareció que Shail temblaba, y no lo consideró una buena señal.Recordó de pronto una cosa.—Pero nosotros escapamos. Kirtash tenía esa espada, iba a... -frunció elceño-. Y yo me desvanecí, y de pronto estaba aquí...Shail parecía incómodo.—Escapamos -dijo ambiguamente-, sin enfrentarnos a él, Alsan no habríapodido aguantar mucho tiempo, así que... tuvimos que huir.—¿Cómo?—Nos habría matado -prosiguió Shail, eludiendo la pregunta-. Ha sidoentrenado para ser el mejor y el más despiadado asesino que jamás se haya visto.Es rápido, venenoso y mortal como un escorpión. Y muy discreto. Nunca dejahuellas ni rastros de su paso. Es como la sombra de la muerte. Como el ángel Laura Gallego García Memorias de Idhún La resistencia 1010exterminador de la Biblia.Jack respiró hondo. La cabeza le daba vueltas otra vez.—Debo volver a casa -pudo decir.—No, no debes. Si vuelves, Kirtash te encontrará y te matará. No le gustadejar las cosas a medias. Aquí estarás seguro.Jack levantó la cabeza para mirarlo a los ojos.—¿Seguro? -repitió-. Pero si ni siquiera sé dónde estoy. Este es un sitio muyextraño...Shail esbozó una media sonrisa.—Este lugar es Limbhad. Fue construido por nuestros antepasados, hacemucho, mucho tiempo. Kirtash y los suyos no lo conocen. Es un refugio secreto.—¿Y cómo sabes que no os encontrarán?Shail se levantó con gesto serio.—Tenemos nuestros medios. No estamos tan indefensos como parece. Essolo que... -dudó antes de decir, en voz baja-: Es solo que Kirtash nos supera atodos. Me gustaría saber quién es él realmente -añadió como para sí mismo.Jack se recostó contra el respaldo de su asiento, un cómodo sillón, y cerrólos ojos.—Estás muy pálido -dijo Shail-. Debes tratar de recuperar fuerzas...Pero Jack negó con la cabeza.—Se supone que mis padres habían huido de un lugar -dijo con lentitud-.¿Qué lugar es ese?Shail no respondió. Se quedó mirándolo, dudoso.—¿Qué lugar es ese? -insistió Jack.—Se llama Idhún -dijo Shail por fin, en voz baja.Jack parpadeó, perplejo.—Nunca lo he oído nombrar.Shail no dijo nada. Se levantó y salió de la habitación en silencio. Jack quisodetenerle, pero reaccionó tarde, y cuando intentó incorporarse, las piernas lefallaron. Tambaleándose, logró asomarse al pasillo otra vez. Pero Shail ya se habíaido.Jack se quedó allí parado, un momento. Entonces, lentamente, se dejóresbalar hasta el suelo y se quedó sentado allí, con la espalda apoyada en la pared.Rodeó las rodillas con los brazos, hundió la cabeza en ellos, encogiéndose sobre símismo, y se puso a llorar de nuevo, en silencio.Estaba cansado, muy cansado. El miedo y la tensión parecían haberseesfumado, dejando paso a la tristeza y e! abatimiento. No sabía si Shail había dichola verdad ni si realmente estaba a salvo en aquel lugar, pero sí era cierto queresultaba difícil no calmarse con aquella apacible noche silenciosa y estrellada quese veía desde la ventana. Un remanso de paz y tranquilidad. Jack cerró los ojos,deseando descansar, pero su corazón seguía sangrando. En apenas unas horastodo su mundo se había vuelto del revés. Sus padres habían muerto y él no sabíapor qué. Estaba atrapado en un lugar desconocido y tampoco sabía por qué. Yhabía algo muy extraño en todas aquellas personas: los dos individuos que habíanirrumpido en su casa... los mismos Alsan y Shail...Evocó sin quererlo el momento en que su vida se había hecho añicos. Elhombre de la túnica, ese tal Elrion, había matado a sus padres, o tal vez lo habíahecho el otro, a quien Shail había llamado Kirtash, el muchacho de... los ojosazules.Jack se estremeció involuntariamente...Frío.Volvió la cabeza con brusquedad. Nunca más vería a sus padres con vida, yesa idea resultaba horrible y angustiosa. Se había quedado huérfano. De golpe.Costaba mucho asimilarlo.Por un momento creyó que no lo conseguiría, deseó dejarse llevar por la Laura Gallego García Memorias de Idhún La resistencia 1111pena, cerrar los ojos y dormir, y dormir para siempre, y no despertar nunca más,para no tener que enfrentarse al miedo y al dolor. Se dejó arrastrar por la marea desus sentimientos, y estos estuvieron a punto de ahogarlo. Pero poco a poco,lentamente, fue saliendo a flote.No habría sabido decir cuánto tiempo había permanecido allí, acurrucadojunto a la pared, pero en un momento dado alzó la cabeza y se dio cuenta de queseguía en aquel extraño lugar que Shail había llamado «Limbhad», solo, en aquellahabitación. Respiró hondo e intentó pensar con un poco más de claridad. Decidióentonces levantarse y salir de aquella casa, a pesar de lo que le había dicho Shail.Buscaría un teléfono y llamaría a la policía, y entonces trataría de localizar a sustíos, que vivían en Silkeborg. Seguramente estarían preocupados por él.Se levantó, tambaleándose, y avanzó por el corredor en busca de la salida.Un poco más allá encontró una puerta entreabierta, de la cual salía un alegreresplandor. Jack se asomó con precaución.Había llegado a la cocina, una cocina tan extraña y original como todo lo quehabía en Limbhad. Al fondo de la sala ardía un fuego cálido y acogedor, y los cacharros, de formas diversas, estaban colocados en una serie de alacenas de cantosredondeados. Pero a la derecha había un frigorífico, un horno eléctrico y una placade vitrocerámica. Jack no terminaba de habituarse a aquella mezcla de cosasexóticas y electrodomésticos tan absolutamente corrientes. Era un contraste quechirriaba un poco.Estaba a punto de marcharse cuando tropezó con algo y oyó un maullidoindignado. Una gata de color canela se apartó de su camino y lo miró con altaneríaantes de subirse a una silla con un elegante salto y acomodarse allí, desde donde ledisparó una última mirada ofendida.—Lo siento -murmuró Jack.Oyó un ruido y se volvió, y vio entonces que, sobre un banco adosado a lapared, había una chica sentada con las piernas cruzadas y un tazón de leche entrelas manos. Jack no había reparado antes en ella; tendría unos doce años, el cabellocastaño largo y unos ojos oscuros que parecían demasiado grandes para su caramenuda, morena y de nariz pequeña y respingona. Pero aquellos ojos estaban fijosen él, y Jack respiró hondo. Adiós a su intento de pasar inadvertido. Bueno, detodas formas, aquella chica no parecía peligrosa.Ella lo miraba con cautela, y Jack levantó las manos como disculpándose.—Hola -dijo.La chica no lo entendió. Jack probó a saludar en inglés, y en el rostro de ellase dibujó una sonrisa.—Hola -respondió.—-Me llamo Jack -dijo él.—Yo me llamo Victoria.El inglés de ella no era malo, pero no resultaba tan fluido como el de Jack. Élse percató enseguida de que no lograría sacarle mucha información.—¿Eres amiga de Alsan y Shail? -Ella asintió-. ¿Vienes de Idhún, entonces?Victoria se lo pensó un poco antes de contestar. La gata saltó sobre la mesa,sobresaltando a Jack, y lo miró con cara de pocos amigos. Él alargó la mano yacarició su sedoso pelaje. La gata agachó las orejas y, momentos después, yaronroneaba panza arriba. El muchacho sonrió.—No lo sé -dijo finalmente la chica, con precaución.Jack estaba empezando a sentirse frustrado. Shail sabía más cosas, pero nose las quería contar. Alsan probablemente también, pero solo hablaba su extrañoidioma (¿idhunaico, había dicho Shail?); y Victoria parecía algo más comunicativa,pero no dominaba el inglés tanto como para expresarse con total claridad.— No entiendo -dijo el chico-. No entiendo nada. Quiero respuestas.Victoria le miró y abrió la boca para decir algo, pero calló. Parecía que noencontraba las palabras. Jack se sentó en un taburete, mohíno, y enterró la cara Laura Gallego García Memorias de Idhún La resistencia 1212entre las manos.Dio un respingo cuando sintió a Victoria junto a él. Ella se había levantado yestaba de pie, a su lado, sosteniendo algo. Jack lo miró. Se trataba de una cadenade la que colgaba un amuleto de plata que tenía forma de hexágono, con un extrañosímbolo grabado en su interior.La chica le hacía gestos indicándole que se pusiera la cadena en torno alcuello, y Jack obedeció. Sintió de pronto una especie de sacudida, como uncosquilleo que lo recorría por dentro.-—¿Y ahora? -dijo ella de repente, para sorpresa del muchacho-. ¿Meentiendes ahora?Jack parpadeó, perplejo, convencido de que no había oído bien. Victoria nole había hablado en inglés, ni tampoco en danés, pero él la había comprendido a laperfección. Si no hubiese sido porque parecía imposible, Jack habría jurado que leestaba hablando en el extraño idioma de Alsan y Shail.—Pe... pero no comprendo... -tartamudeó Jack; no pudo decir nada más;también él acababa de hablar en una lengua que no era la suya.Victoria sonrió.—Es un amuleto de comunicación -explicó-. Si lo llevas puesto, puedeshablar y entender nuestra lengua. No te preocupes, puedes quedarte con él. Creoque yo ya controlo bastante bien el idhunaico, y si no, seguro que Shail mepreparará otro.Perplejo, Jack cogió el colgante que Victoria le acababa de entregar. Huboun chispazo de luz y el chico lo soltó con una exclamación.—¡Ay! ¡Me ha dado un calambre!De pronto, Victoria lo miraba de nuevo con aquella expresión cautelosa.—Ha reaccionado contra ti -dijo a media voz-. ¿Es que no crees en lamagia?—¿La qué?—¡Victoria!Los dos se volvieron hacia la puerta. Allí estaba Shail, mirándolos con airealarmado.—¿Qué le has contado?—¿Qué no le has contado tú, Shail? ¿No dijiste que ibas a hablar con él?Shail puso cara de circunstancias.—Es que... verás, él no es exactamente como nosotros.Victoria miró a Jack, sorprendida.—¿Entonces, por qué lo habéis traído? —Porque Kirtash lo atacó. —Pero siKirtash lo atacó, es que es uno de nosotros.Jack abrió la boca para intervenir, pero una voz autoritaria irrumpió en laconversación:—¿Qué pasa? ¿Por qué gritáis?En la puerta estaba Alsan; parecía que había estado haciendo ejercicio,porque estaba desnudo de cintura para arriba, cubierto de sudor y con una toallacolgándole del hombro. Se había cruzado de brazos y los miraba, ceñudo.—¿Pero qué...? -soltó Jack, perplejo, mirando al recién llegado-. ¡Shail meha dicho que no sabías hablar mi idioma!—Jack, él no está hablando tu idioma -trató de explicarle Shail,pacientemente-. Tú estás hablando el nuestro.Victoria suspiró, exasperada. Alsan se volvió hacia Shail y lo miró,exigiéndole una explicación. Shail se encogió de hombros.—Lo siento -intervino Victoria-, ha sido culpa mía. Le he prestado el amuletode comunicación para entenderme con él, pero no sabía que no le habíais explicadonada...-Le he explicado algunas cosas -se defendió Shail-, pero compréndeme, éljamás había oído hablar de Idhún... me habría tomado por loco. Laura Gallego García Memorias de Idhún La resistencia 1313—¿Pero es idhunita, o no? -preguntó Alsan, frunciendo aún más el entrecejo.—¡No lo sé! Es demasiado mayor para ser hijo de idhunitas exiliados. Perodice que ha nacido en la Tierra. Y no me cabe en la cabeza que Kirtash se hayaequivocado con él. Todo esto me desconcierta...—¡¡Bueno, basta ya!! -estalló Jack, cortando la discusión que se habíainiciado entre los dos-, ¡Estáis todos chiflados! Me vuelvo a casa ahora mismo.Se separó bruscamente de Victoria y se dirigió a la | puerta de la cocina,pero Alsan no se apartó. Tenía los brazos cruzados, y sus músculos resaltaban bajoel brillo del sudor.—Déjame pasar -dijo Jack, temblando de rabia.Alsan no se inmutó. Se limitó a mirarle, pensativo.—Déjame pasar -insistió Jack-. Quiero irme de aquí.Pareció que Alsan cambiaba de idea, porque se apartó para dejarle paso.Jack se alejó pasillo abajo, pero aún escuchó el reproche de Victoria:—Tendréis que explicárselo, ¿no? No podéis seguir ocultándoselo siempre.
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Memorias de Idhún La Resistencia
FantasyEste libro fue escrito por Laura Gallego El día en que se produjo en Idhún la conjunción astral de los tres soles y las tres lunas, Ashran el Nigromante se hizo con el poder allí. En nuestro mundo, un guerrero y un mago exiliados de Idhún han formad...