Capítulo. 1

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Cuando Marta entreabrió los ojos, los rayos de luz empezaban a colarse por las persianas. En Madrid amanecía siempre pronto, y la creadora luz solar le resultó bastante molesta. Recordaba la noche anterior muy vagamente, cómo se la había pasado de fiesta con Alba, Natalia, Sabela y María, las horas se le pasaron volando hasta que finalmente decidieron regresar acostándose muy tarde. Marta lucia ojerosa y somnolienta, pero una vez la luz de la mañana le había despertado era consciente de que no lograría volver a dormirse por mucho sueño que tuviera. Se levantó y se dirigió al salón, mientras se dedicaba a bostezar descaradamente y estiraba uno de sus brazos hacia arriba. Allí se encontraba María. Todas las chicas se habían propuesto irse a vivir juntas en una urbanización de Madrid un año entero, por lo tanto, cada piso lo ocupaban dos personas más un trío: Marta y María, Sabela, Marilia y Julia, Noelia y África, Alba y Natalia. María lucia ropa deportiva y estaba sudorosa. Se la notaba feliz y activa, tenía esa vitalidad que Marta tanto le faltaba en aquel momento.

—Al fin te despiertas bella durmiente.—las palabras de María consiguieron hacer enfadada a Marta, quien estaba malhumorada por la falta de sueño y la alegría que irradiaba su compañera de piso.

—Pero que dices idiota, si acaba de amanecer, eres tú la que se levanta muy pronto. ¿Ya has vuelto del gimnasio? Anda que esperas.—espetó la menor en tono condescendiente, mientras dirigía sus pasos hacia la cocina para prepararse el desayuno.

María, sonriente, no dejó que la irascibilidad de su compañera le afectase.

—Claro que no te voy a esperar, si siempre te cansas enseguida y te quejas de que te meto prisas.—argumentó simplemente, liberándose de su top de deporte y quedándose con el sudoroso torso al descubierto.

El gesto no pasó desapercibido para Marta, que se sonrojó violentamente y procuró no fijarse en el cuerpo de María. No era la primera vez que Marta se hallaba mirándola sin que la mayor se diese cuenta, apreciando su cuerpo o su rostro. Tampoco podía evitar sonrojarse cuando le dedicaba palabras afectuosas, las cuales respondía con un abrazo o una tímida sonrisa. Marta no entendía el motivo de su comportamiento, desconocía por completo lo mucho que la otra le gustaba. Lo más estresante para ella, era la forma en la que María reaccionaba a este tipo de cosas, mostrándose totalmente ajena y relajada, al contrario de cómo se sentía ella Procuró actuar con normalidad, aún que no pudo evitar tartamudear un poco en cuanto comenzó a hablar.

—Si ve-venga, desnúdate aquí.—titubeó con ironía, desviando la mirada al cajón donde se encontraban guardados los cereales.

—Claro, me tengo que duchar ¿no ves lo sudada que estoy?—añadió María mientras se dedicaba a doblar escrupulosamente el top que se había quitado incapaz de dejarla tirada por ahí aún cuando era ropa sucia que tendría que ir a la lavadora.

Marta rodó los ojos ante el comportamiento ordenado de su compañera, dejando la leche en el microondas y volviendo al salón mientras se calentaba.

—Y tú deberías cambiarte, ¿o piensas estar así todo el día?—preguntó la mayor, acercándose a Marta, quien se miró a si misma cómo si hasta el momento no hubiera reparado en como iba vestida. Llevaba una camiseta de manga corta con el logo de Michael Jackson, unos pantalones grises de chándal y calcetines. Era la típica ropa que se utilizaba para dormir.

—Eh si, ahora me cambiaré.—Maria estiró el brazo hacia la cara de Marta, inesperadamente, y esta sintió como si su corazón se detuviera por momentos.

—¿Que hace-.—la menor estaba apunto de preguntar, visiblemente nerviosa, antes de que María la interrumpiera.

—Una pestaña se te ha caído.

La mayor retiró la pestaña de la mejilla ajena, rozando su piel con sus dedos, lo que provocó en la chica un estremecimiento. Ahora la oscura pestaña estaba sobre su dedo, el cual puso frente a los labios de Marta.

—Venga, cierra los ojos y pide un deseo.—la menor todavía nerviosa cerró los ojos y sopló el dedo de su compañera, donde se encontraba la pestaña, mientras pensaba algo que deseaba mucho y se ruborizaba.

—¿Que deseas Marta?

¿Estaba María acercándose a sus labios? ¿Estaba bromeando o pensaba besarle? Cada vez se encontraba más próxima, Marta tragó saliva. ¿Estaba preparada para un beso? ¿así? ¿tan repentinamente? Su corazón martilleaba fuertemente e incluso empezaron a temblar sus piernas. Una parte de ella, la más borde, quería empujar a María para alejarla de ella y que dejase de bromear. Pero la otra simplemente cerró los ojos, aguardando sentir algo contra sus labios. Por lo tanto, se acercó más...pudiendo notar como María cerraba también sus ojos y se aproximaba cada vez más, estaban a milímetros de chocar sus labios...

Y... ¡Ding!

El sonido del microondas, María se separó antes de hacer nada al escucharlo, y esbozó una gran sonrisa.

—Tu desayuno está listo, voy a ducharme.—y sin más se dió la vuelta, encaminándose hacia el baño, dejando a la menor desconcertada, nerviosa y sonrojada.

Mientras Marta se dirigía a la cocina con ganas de estrangular a la mayor. Escuchó como esta hablaba sola mientras se dirigía al baño.

—¡Ay! si tengo que ponerme una mascarilla en la cara primero.—Marta sonrió y negó con la cabeza suspirando.

—Si es que... menuda idiota.

No pudo evitar sonreír nada más acabar la frase.

Abrázame || MartiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora