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Me encuentro estremecido, hoy es la reunión de la corte celestial. Ya me la veo venir. Seguro me querrán linchar por como llevo el orden del mundo, pero la verdad que hasta yo mismo me mandaría a la horca. ¿Pero que pretenden? Tomé muy joven esta responsabilidad, junto a mi hermana Aneska, y ahora que ella no está debo arreglármelas solo.

-Zoltan estamos en banca rota. -Dijo la voz fría y firme de Raphael, querido primo y el que lleva la administración económica del Paraíso.

-Eso no es posible, ¿Cómo carajos estamos en banca rota? Vamos, es una broma ¿Cierto Rapha? -Lo miro buscando aunque sea un vestigio de que es solo una cruel broma entre primos. Lamentablemente sus ojos los cuales van pasando progresivamente de oro a color escarlata, denota que no hay una mísera muesca de broma.

-No Zoltan, no bromeo. ¿Y qué esperabas? Ya no hay casi devotos que con tal de comprar tu amor y salvación, desembolsan billetes y pagan sus diezmos. Te dije que con el tiempo esto se desmoronaría.

Esto no puede estar pasando, mi familia debe encontrarse electrocutando gente con su energía purísima por lo que acaban de oír de mí. Me siento un momento y apoyo mi cabeza en mis manos, toda la sangre de mi cuerpo se fue directo al demonio. Raphael me mira compasivo, pero a su vez suspira pesado. Eso es un precedente de que algo más se viene.

-No nos quedan muchas opciones Zoltan, deberás pedirle un préstamo al señor del inframundo, Orión Black.

Levanto de súbito mi cabeza y lo miro a Raphael directo a los ojos.

-Eso sí que no lo hago Raphael, ni loco lo hago. No quiero meterme con un vil estafador, que de seguro sólo sacará provecho de mi situación, para pedir cochinos favores a cambio.

-No tienes opción primo, o le pides el dinero a Orión y haces lo que él quiera, o lamentablemente lo que se te viene es un nuevo levantamiento por parte de tu ejército.

Para que me diga eso Raphael, el líder del ejército, es porque él también tiene planeado el derrocarme. Malditos bastardos. Me levanté de allí sin mediar más palabras con el de cabellos color oro, y emprendí mi viaje hasta el inframundo.

Llegué al averno y estoy cada vez más cerca de la lujosa, y tremendamente exagerada mansión Black. Para mi gusto es demasiado para que allí viva una sola persona. En sus alrededores veo excesos de lujos innecesarios. Un vasto jardín bien cuidado, rosales y un lago pequeño. Allí en ese lago hay unos gansos, criaturas del demonio que gozan con el sufrimiento humano, causan terrible temor con sus graznidos horribles. El camino de mármol que me dirige hacia la enorme puerta labrada, se hace cada vez más corto. El destino me llama, que Yo mismo me apiade de mi alma.

Luego de tocar a la puerta del Lord, solo me quedaba esperar. Este ambiente no me gusta mucho, es bastante lúgubre, y la energía que emana es...cadenciosa y sensual. Las puertas se abren y dejan ver una larga alfombra borgoña y dorado. En cada pilar que hay, asoma una mujer o un hombre con ropas sugerentes y que realizan danzas que son sexualmente atrayentes. Dirijo mi vista al frente, y me encuentro con el enorme trono de la desgracia, Trono donde se encuentra sentado el Señor de los infiernos, y a sus pies seis odaliscas idolatrando y acariciando al demonio, Orión Black.

Es perfecto el bastardo. Cabello azabache largo, ojos ambarinos que al mirarlos, veías las mismísimas llamas del infierno. Una piel blanca de perla, manos fuertes las cuales pueden ser duras cómo sutiles en sus caricias o golpes. Y una sonrisa, Dios bendito esa sonrisa. La curvatura perfecta y sentías desfallecer a su encanto demoniaco.

-Oh, el señor de los cielos ha venido a mí... -Se levanta de entre las mujeres y baja los escalones.

Tiene una gracia natural para bajar, incluso la larga capa que lleva ondea con estilo, y que se dejó de usar hace tiempo ya, parece que a él no le importa. Me siento mal utilizando nada más que mi simple traje de negocios, blanco puro. Le gusta sentirse el rey, el dueño de absolutamente todo. Un rey perverso que vive en la vieja época. Se detiene delante de mí con esa estúpida sonrisa de "sé a lo que vienes, asique entrégate ya".

-No estoy para estas cosas Black, yo vine a pedirte un favor. -Mi voz logro que suene seca y formal. Después de todo, eso es a lo que vengo, negocios. Simple y llanamente.

-Bien, entonces cuéntame, ¿A que le debo tu brillante y pura visita? -Sonríe de forma burlona, él sabe perfectamente a lo que vengo, pero quiere oírlo de mis labios. Resignado, le contesto:

-Si, he venido por negocios... Necesito que me prestes dinero -Padre santo, nunca había caído tan bajo. O eso, es lo que creo aún.

Sus cejas se enarcan ante la sorpresa, y suavemente una sonrisa de burla se asoma y en crescendo se transforma en una risa de triunfo. Odio a este sujeto, se regocija en la necesidad ajena.

-Oh vaya, el gran Zoltan Bare, necesita que este humilde demonio le preste una parte de su riqueza infinita. ¡Que hermosa es la ironía!

Aquello me hace empuñar mi mano conteniendo mi ira, y mi mirar se hace aún más frio. Anda estúpido demonio, pídeme lo que deseas a cambio y te lo daré, pero acaba con esta maldita humillación.

-Oh Bare, no pensé que vendrías a pedirme esto, tu orgullo siempre fue más grande que tu amor por tu hermana muerta, y no creí que tendrían tan mala administración económica en el paraíso. Al final, se la pasa peor allá que en mi casa -Me esboza una sonrisa simpática a la cual no correspondo. ¿Cómo se atreve a meterse con mi hermana? Encima fue él quien hizo el primer trato con ella. Esa chica, siempre fue imprudente, y el amor la había cegado.

-Pero bueno, estoy dispuesto a ayudarte mi querido amigo -Me mira de forma avasallante directamente a mis ojos. -Eso sí, vas a tener que cumplir todo lo que yo te diga... Nada de quejas o no dudaré en hacerte escarmentar.

Aquello que dice, me hace sentir que mis entrañas se encojen. Yo sé a qué se refiere con esto, cómo si no conociera las intenciones lujuriosas de este tipo. A continuación, chasquea sus dedos sin apartar la mirada de mí y una bella odalisca de cabellos largos y negros, y con ojos color oro, trae consigo un cofre y se lo entrega a Orión. Si no fuera que la muchacha tiene la mitad del rostro cubierto con un velo oscuro, juraría... Que es Aneska. La joven hace una reverencia ante el Dios del inframundo, y se retira entre las sombras, desapareciendo raudamente como apareció.

-Mira Zoltan, con el oro, joyas y dinero que hay aquí...te alcanzará para vivir cómodamente por un milenio más, tú y toda tu corte celestial. Espero, que tengas en cuenta que no me gusta andar regalando dinero. No soy caritativo, no soy un Dios benévolo como tú...

-Lo sé perfectamente... -Suspiro y tomo el cofre que él me entrega. -igual, esto ¿No es un poco exagerado Orión? Pierdes gran parte de tu fortuna.

Me mira con una expresión divertida, y se cruza de brazos.

-Mi querido Zoltan, esto no es ni siquiera un octavo de mi riqueza total. Menos averigua Dios, y perdona ¿No es cierto? -Hace un ademan con sus manos de que se vaya. -Bueno ahora vete y llévate eso al cielo, y disfrútalo, porque a partir de mañana empezarás el pago, y con intereses.

Y antes de que pudiera decir nada, se da la media vuelta y se va nuevamente hacia donde están aquellas mujeres, en su trono de oro. Ya está, mi suerte ya ha cantado, estoy merced de este hombre. Bueno, antes de que sea despojado de toda libertad, me animo a preguntar:

-Orión, Esa odalisca que te entregó esto, era...

El Rey llegó a su trono, se sienta viéndome con superioridad, y mientras las mujeres vuelven a rodear el trono y a acariciar con adoración al pelinegro, aparece nuevamente la odalisca misteriosa, se sienta en su regazo y se abraza a su cuello mientras él acaricia el cuerpo semidesnudo de ella, disfrutando con una lujuria palpable a la chica. Le acaricia el rostro con suavidad, y le desprende el velo del rostro dejando ver las suaves y delicadas facciones de Aneska, mi hermanita.

-Si Zoltan, es ella.

Relatos del inframundoWhere stories live. Discover now