II

17 1 0
                                    


La verdad, debería estar sintiéndome bien por evitar una nueva revolución, pues no es así. Mi mente se encuentra divagando, no estoy centrado. Siento que perdí parte de mi integridad y mi moral, al hacer aquel trato nefasto. Es eso, o quizás es mi orgullo, el cual está dolido por trastabillar de esa forma delante de él.

Y aún me encuentro, incluso asqueado, por la forma en la que él tocaba con descaro a mi hermana. Eso me hizo hervir la sangre, nadie toca de esa forma a mi hermana. Está bien que al morir pasó a ser parte de su reino por aquél trato pero, esperaba un mínimo de respeto por ella. Este tipo no siente ni compasión, ni amor, ni nada. Es solo un asqueroso demonio sin sentimientos. Demonio con el cual realice un trato y ahora espera que lo cumpla.

Llegado el atardecer, me dirijo a la mansión Black, ya ciento que mi piel se eriza a cada paso que doy, y que estoy más cerca de ese lugar. Me pregunto qué cosas querrá que haga por él, espero que simples cosas de oficina. Lo dudo mucho, ese degenerado tiene a la entrada de su casa bailarines semidesnudos. Santo yo, por favor que esto sea leve, porque no soportaré mucho tiempo.

Toco a la gran puerta, esta se abre sola, provocando un rechinar y yo entro antes de que alguien me vea. No corro con mucha suerte, ya que cuando la puerta se cierra y doy un paso para que no me choque, caigo hacia adelante y quedo de rodillas, y mi rostro no terminó en el piso porque paré la caída con mis manos.

-Vaya, ¿Tan rápido ya te pones de rodillas Bare querido? Me gusta esa obediencia innata. –Dice una voz que yo conozco perfectamente, estaba gozando con el ridículo que estaba haciendo. Raudamente me levanto y sacudo mis manos mientras frunzo el ceño mientras chasqueo mi lengua.

-No te emociones mucho, solo fue una coincidencia. Me caí y es todo, No haré nada de esto por ti.

Se presenta totalmente frente a mí con una camisa negra desprendida hasta el pecho, unos pantalones negros que marcan y resaltan bastante, ciertas zonas intimas voluptuosas, botas negras cómo de montar, unos guantes negros de cuero y lleva el cabello atado en una cola de caballo. Esta vez va vestido de una forma, un poco más moderna sin esa estúpida capa. Y hasta, llega a verse atractivo el desgraciado. Se acerca a mí y me toma del mentón, lo mantiene firme para que no quite mi rostro, y no deje de verlo directamente a los ojos.

-Mira Zoltan, ya te dije que no tienes opción. Yo te lo dije Bare, si me das mucho dolor de cabeza no dudaré en hacerte la vida miserable. Ahora, sé un buen chico y sígueme. –Me suelta el rostro y con un candelabro ilumina el camino, mientras me guía hacia alguna parte de la casa.

¿Hacerme la vida aún más miserable? ¿Es eso posible? Suspiro resignado y lo sigo, más vale que no lo haga enojar. En eso tiene razón, acepté estar a sus órdenes desde que acepte ese mugroso dinero. Las desgracias que provoca el dinero.

Entramos en una alcoba totalmente oscura, me hace entrar primero a mí y luego él entra, y cierra la puerta detrás suyo con un movimiento sigiloso de llave. Prende la luz y deja ver un cuarto completamente amueblado de lujo. Siempre intercalando colores blanco, negro y rojo. Una amplia cama King Size, con ropa de cama acorde a la habitación. También se vislumbra muebles aterciopelados, otros de madera, pero unos cuantos, admito que desconozco.

-Bueno, este es tu cuarto Zoltan... mientras estés aquí en los infiernos, vas a estar aquí. Si yo no estoy, me esperarás en la cama, o dónde yo te indique. Yo debo trabajar, asique quizás estaré poco tiempo, o no... ¿Quién sabe? –Me dirige una mirada cargada de promesas secretas.

-O sea que en pocas palabras, seré tu puta y estoy atado a tus necesidades. –Suelto de sopetón mientras enarco una ceja viéndole. Yo sabía que mi calvario apenas empezaba.

Relatos del inframundoWhere stories live. Discover now