A media tarde el parque parece una obra de arte, con aquellos tonos rojizos y amarillentos que se producen en las hojas de los árboles con la luz del sol que en pocas horas comenzará a ponerse. Una suave brisa hacía volar las hojas, depositandolas en el pequeño camino de cemento rodeado de tierra, hierbas perfectamente cortadas y muchos árboles.
No había nadie más que nosotros y la hermosa naturaleza.
A media tarde jugamos a que te escondías. Me puse frente a uno de los árboles, conté hasta veinte y no te ví más. Busqué en varios lugares, y cuando finalmente te encontré, parecías un ángel, sentada delicadamente entre lo que parecía un bosque de hojas amarillas, con un has de luz solar siendo filtrado hacia donde tú estabas.
Tenías puesta esa camisa a cuadros color café que tanto me gustaba y ese collar que te había regalado hace ya tanto tiempo que no te podía imaginar sin él. Tu cabello castaño era iluminado de tal forma que parecía un solo objeto lumínico. Esos pequeños labios tuyos también brillaban con un rosado deslumbrante. Tan perfecta, tan hermosa...
A media tarde me senté a tu lado y nos besamos lentamente, como hicimos la primera vez. Eras tan suave como la seda, y todavía no se te había olvidado esa técnica de besar que me volvía loco. Tus labios, siempre pensaba, eran una especie de arma mortal, capaz de matar de amor a todo aquel que los toque; y no pude aguantar ni un minuto sin decirte "te amo" una vez más.
A media tarde hicimos el amor de nuevo. Tu cuerpo era una obra de arte que ninguna Venus podía igualar. Fuiste creada con tal exquisitez y cuidado que cualquiera podría pintarte en un cuadro y ser más famoso que Da Vinci o Picasso. Envueltos en la pasión y el éxtasis, volví a decirte "te amo", y otra vez, y otra vez...
A media tarde estaba en el Paraíso, en mí Paraíso.
-Si que lo estás- Me dijiste -Pero ya es hora de que despiertes, mi amor, te estaré esperando...-
Los rojos y los amarillos pasaron a ser azules y blancos. El dolor de algo punzante se extendió por mi brazo derecho derecho. Tenía algo pesado en el rostro que me daba aire y muchos tubos en mi cuerpo. Escuchaba pitidos constantes, y veía varios rostros blancos observandome con asombro.
-Es un milagro- Dijeron
De repente, todo el dolor de esos cinco disparos volvieron a mi cuerpo y comencé a llorar porque pensé en tí, mi amor, y en lo mucho que tendría que esperar para volver a verte.
A media tarde, hubiera preferido estar contigo.