Nadie Lo Ha Visto

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—¡No, por favor! ¡Socorro!

—¡Nos matará!

—¡Hay que huir del fantasma!

Eran los gritos desesperados que se escapan de la televisión de la sala. Se trataba de una película de terror, por supuesto, aunque el susodicho fantasma no daba ningún miedo. Apenas era una vieja sábana deslucida que alguien movía con muy poca gracia de acá para allá; si acaso lo único terrorífico de ese espectro era la voz de ultratumba con la que trataba de asustar a las pobres chicas que huían a través de los pasillos y corredores laberínticos de aquella "supuesta" mansión encantada.

Ranma apoyó una mano en el suelo, echando hacía atrás la espalda y con la otra mano se rascó la nariz. Fantasmas, espectros, almas en pena... nunca le habían dado miedo. Más concretamente aquel, que lo único que le provocaba era aburrimiento y un poco de vergüenza ajena. A nadie en el mundo podría inspirarle ni una pizca de miedo; bueno, salvo tal vez a...

—¡Ah! —exclamó Akane sin darse cuenta. Sentada a su lado, un poco más adelantada, apoyaba los codos en la mesita baja que había entre ellos y el televisor. No apartaba un instante sus ojillos de la pantalla a pesar de estar pasándolo bastante mal.

Ranma no entendía porque su prometida se obcecaba en ver esas películas cuando siempre le habían dado miedo los fantasmas, incluso uno tan lamentable como ese.

Ese pánico absurdo a los fantasmas y las historias de miedo era algo que él, a menudo, había usado para burlarse de ella. Daba igual que Akane fuera una chica fuerte y decidida para todo lo demás, ese pequeño detalle le había valido para innumerables bromas y chistes. Al menos le valió hasta que salió a la luz su enfermiza fobia a los gatos; ¿cómo seguir burlándose de ella cuando a él le daban pavor esas malditas bolas peludas?

No es que eso le preocupara... vaya, su prometida tenía miles de cosas de las que podía burlarse: era un marimacho nada femenina, torpe, negada para la cocina, infantil, bruta...

En ese instante, Akane giró la cabeza y le miró brevemente por encima de su hombro. El chico dio un respingo. ¡¿Acaso le había leído la mente?! Le lanzó una mirada tan enfurecida como si hubiese adivinado lo que estaba pensando de ella.

Pero no era posible, ¿verdad?

Akane regresó a la película y él suspiró procurando no hacer ruido.

Mejor seguir mirando a la televisión.

Se suponía que la cinta estaba en su punto álgido. Las chicas asustadas y apresadas en la casa por la maldición del fantasma, se habían separado (una gran idea, qué duda cabe) para encontrar la salida de la mansión. En esos momentos, la cámara seguía a una de ellas; iba llorando y atragantándose por la angustia al tiempo que trastabillaba todo el rato porque le pareció una muy buena idea caminar hacia atrás en la oscuridad.

De repente, la lenta música fúnebre que acompañaba la escena se disparó y el fantasma apareció.

—¡Oh! —murmuró Akane, alzándose sobre sus rodillas.

Ranma rodó los ojos, aburrido.

La sombra del fantasma (¿Un fantasma podía tener sombra?) cruzaba continuamente por detrás la chica, acosándola, preparándose para atacar. La intensidad de la música siguió subiendo, rasgando el aire y el resto de sonidos, pretendiendo poner alerta al espectador para que anticipara que algo estaba a punto de suceder. Akane se inclinó aún más sobre la mesa, estirando su cuerpo como un gato al sol.

La chica de la cinta se paró y el fantasma flotó sobre sus hombros. La chica entornó los ojos, había notado algo. Lentamente, su cuello comenzó a retorcerse para mirar a su espalda.

Nadie lo ha visto (oneshot Ranma 1/2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora