Capítulo 1

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Esta vez no estoy en una discoteca bailando con mi chico, no estoy disfrutando de compañía ni de unos buenos tragos. Ahora estoy tan malditamente solitario que me agobia.

Las tenues luces del bar me ayudan a hundirme en mi miseria. Los lentes oscuros me cubren mis ojos rojos e hinchados. Entro y me siento en la primera silla que se presenta frente a la barra. El ambiente no es de fiesta, sino de tristeza y despecho. Los boleros me hacen dan un horrible escalofrío.

—Una copa de vino por favor— le pido al al tendero.

En silencio se va y regresa con mi pedido, le doy un sorbo a la vez que las lágrimas bajan en silencio por mis mejillas. Se aferran con fuerza por no salir al igual que su inútil recuerdo.
Un triste bolero que me sé de memoria me desgarra sin compasión. Cierro con fuerza mis dedos ante la copa.

—T-te odio tanto.

Susurro en palabras temblorosas, con furia saco mi teléfono y lo dejo sobre la barra, viendo como la pantalla se ilumina dejando ver la resplandeciente sonrisa, sus ojos en unas bonitas líneas y sus mejillas sonrojadas; por haber sido descubierto oliendo una camiseta mía, tomé la foto en nuestro aniversario.

Pongo mi dedos en mis ojos con furia, si decidió irse que le vaya bien, no debería llorar mientras él debe estar en los brazos de otro hombre. Sin embargo es algo imposible cuando su recuerdo sigue en mi mente con rudeza. Siguen pasando los días y me siento más solitario; cuando llego a nuestro apartamento miro el que era su espacio en la cama y en el closet.

No sólo me dejó abandonando a mí sino a nuestro gato también.

Empiezo a cantar en susurros el bolero que ahora suena, la letra me queda a la perfección y por eso lo hago con rabia, apreto mis dientes para intentar calmarme del  sufrimiento y decepción. Lloro con sentimiento, uno verdadero.

Me bebo lo último de vino que queda, pero un escalofriante grito de misericordia hace estremecer a todos en lugar.

Necesito borrar la marca de sus húmedos y apasionados besos, las marcas de sus dedos sobre mi cuerpo y lo último, el amor que le tengo, ese que severamente no quiere irse; pero mi pecho ya no siente esa característica calidez, se está poniendo frío.

Alarmados se acercan a ayudarme, quiero gritar que no la necesito. Que me dejen morir en mis lágrimas e inestabilidad, no puedo. Déjenme borrar las mentiras que me dijo, eliminar toda esperanza de que volvería a mí.

Debí entender que no quería nada más conmigo. Él no anhelaba mi compañía ni mucho menos mis caricias.

Meter en mi cabeza la idea de que no me quiere, no volverá.

Copa Rota (Kookmin) EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora