Capítulo 1

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JunMyeon caminaba con rapidez por los pasillos de las oficinas de la empresa para la cual trabajaba. Sus manos estaban cargadas con un par de bandejas de cartón llenas de vasos ardientes de café recién hecho en la cafetería del frente y sus piernas trataban de hacer su viaje con toda la rapidez posible sin derramar el contenido para evitar alguna dolorosa quemadura.

Dio un giro a la izquierda, inclinó la cabeza hacia algunos trabajadores mayores y sonrió a los chicos y chicas que lo saludaron al pasar, reconociéndolo de inmediato. Ser el chico de los cafés en la empresa mas importante de Corea en la rama de medicina le dejaba unos ingresos bastante aceptables y con ellos era capaz de cubrir los gastos de la universidad y pagar las cuentas de su departamento minúsculo, además, si dejaba de lado las constantes carreras para cumplir con su deber en un reducido espacio de tiempo, se sentía cómodo con la gente que trabajaba ahí; todos eran muy amables con él y solían dejarlo entrar a las oficinas en la hora del almuerzo para que descansara y comiera algo antes de seguir con el trabajo. JunMyeon suponía que esto era porque la mayoría de los trabajadores eran hombres y mujeres mayores que solían verlo como a un hijo o un nieto.

JunMyeon no estaba inconforme con su trabajo. Era un chico de veinte años que estaba a punto de graduarse y que había logrado meterse en una de las mejores empresas de Asia, así fuera para llevar cafés y desechar vasos, y aunque para algunos sonara ciertamente patético, él pensaba que al menos tendría buenas referencias para cuando terminara la universidad y necesitara empezar su trabajo como contador. Había matado dos pájaros de un sólo tiro y la verdad es que estaba bastante orgulloso de sí mismo.

Como hijo único, a JunMyeon no le faltó nada en su familia de clase media, pero como todo adolescente quiso independizarse de sus padres y conseguir las cosas por sus propios medios. No había sido algo fácil, los primeros días solo fueron una mierda, pero ahora, tres años después, JunMyeon amaba su libertad y decir que todo lo que estaba consiguiendo era gracias a sí mismo.

Sus padres vivían en China, se habían mudado hace algunos años por cuestiones de trabajo, pero a JunMyeon no le preocupaba demasiado. A veces hablaba con ellos por Skype y solía recibir constantemente una caja de chocolates extranjeros bastante buenos, por lo que no podía quejarse, además, solo no estaba, contaba con sus amigos y con su pequeña conciencia, BaekHyun, que podía ser su mejor amigo y una madre también, así que en ese momento estaba bastante bien.

Giró esta vez a la derecha y una nueva ala llena de lujosas y llenas oficinas le dio la bienvenida. Caminó a lo largo del pasillo con una sonrisa alegre en los labios y entró en un inmenso salón lleno de cubículos atiborrados con hojas, computadoras, post-it fosforescentes, fotocopiadoras y cabezas llenas de cabellos castaños, negros y los más extravagantes en rubio. Se adentró en la sala y a penas puso un pie en ella los cientos de cabezas se volvieron hacia su figura y una oleada de hombres y mujeres trajeados corrieron para tener su vaso de café mañanero.

JunMyeon, al estar acostumbrado a aquello, no se alteró por la marea de gente corriendo en su dirección y simplemente dejó que las manos desesperadas tomaran las calientes bebidas, todo lo contrario a los primeros días trabajando ahí, que solía hacerle caso a su instinto de supervivencia y daba la vuelta, corriendo a máxima velocidad por temor a ser aplastado por la cantidad tremenda de gente que se abalanzaba hacia él al mismo tiempo. Era una imagen ciertamente cómica y JunMyeon recordaba aquella época con nostalgia y cariño.

Cuando el café de las bandejas voló, abrió el bolso que traía colgando de su hombro y más vasos enormes y tapados aparecieron a la vista. Estos sí los entregó él mismo, no queriendo correr el riesgo de mancharse o quemarse por la desesperación de los mayores, y cuando todo hubo quedado vacío de nuevo y los trabajadores estuvieron satisfechos, se despidió, hizo una reverencia y salió de nuevo para reabastecerse y llevar la bebida adictiva a los demás pisos, justo como todos los días.

I: Señor ZhangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora