Mamá

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2025

-Mami...

-¿Uhm?

Era lunes, primera hora de la mañana y Aida ya estaba perfectamente preparada para su sesión de lloros matutinos para sus madres si no le daban lo que quería.

-Tengo hambre...

Miró el reloj de su mesita de noche con cuidado de no molestar a Miriam, que dormía plácidamente a su lado.

-Cielo, son todavía las ocho y media. Deja dormir a mami un ratito más y te hago el desayuno, ¿vale?

-Pero tengo mucha hambre...

-¿Mucha? -Preguntó con la voz ronca todavía sobrepasada por la carita de su hija a milímetros de la suya-. ¿Puedes aguantar una hora?

Negó exageradamente con la cabeza y no le quedó más remedio que levantarse quitándose el brazo de Miriam de encima de su vientre. Lo dejó con cuidado sobre el sitio de la cama que ahora quedaba libre y cogió de la mano a su pequeña niña.

-Mami...

-Dime, amor. -Bostezó y, al abrir de verdad los ojos, pudo ver que estaba a punto de chocarse con la puerta.

Su hija podía ser lo más tierno del mundo, pero cuando le entraba la pataleta no había manera de callarla.

-¿Por qué no os compráis una cama más grande donde quepa yo también?

Sonrió por la ternura con la que lo había dicho y buscó alguna respuesta posible en su cabeza.

-Era la cama más grande de la tienda. Por reyes pídelo en la carta a ver si la traen, ¿vale?

Es que con Aida funcionaba siempre el truco de decirle que pidiera por Navidad todo lo que quería. Lo malo es que justo ese día acababa de empezar las vacaciones de Navidad y las cuatro eran conscientes de ello, así que no funcionaría por mucho más tiempo.

-Es que yo también quiero dormir con vosotras. -Explicó.

-Pero ya eres muy mayor con cuatro añazos, ¿eh? Que tú puedes dormir solita.

-Ay, mami, pero yo quiero dormir con mamá, con ami y contigo.

Entraron a la cocina y Mimi sentó a su hija sobre la encimera. A sus esposas no les gustaba nada que la pusiera ahí encima por todo el tema de que podía caerse de ahí si no hacían algo rápido.

-¿Quieres ayudarme a hacerle el desayuno a mamá y se lo llevamos a la cama?

Sonrió ampliamente y asintió enérgica con la cabeza.

-Pero... -Pareció dudar una vez dio la respuesta-. Mamá dice que no se puede comer en la cama.

-Mamá no está aquí ahora mismo, así que vamos a hacer lo que queramos. -Ambas sonreían traviesas-. Y además, seguro que si le das algún besito se pone muy contenta.

-¿Aunque coma en la cama? -Seguía disconforme por lo que su mami le decía.

Muchas veces se terminaban enfadando por esa razón y nunca acababa de entender por qué, si comer en la cama era de lo mejor del mundo.

-Aunque coma en la cama. -Aseguró-. ¿Me das un besito a mí también? -Abrió expresivamente los ojos y curvó su labio hacia abajo.

Aida asintió, como si fuera obvio y la besó en la mejilla, como solía hacer siempre.

-¿Le damos un aguacate? -Se lo enseñó a la niña y arrugó su naricita.

-Puaj. Qué asco.

-¡Oye! -La reprendió totalmente ofendida-. ¿Por qué dices eso?

El tiempo nos dirá || SupremasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora