Conocedoras

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2021

-Mira, cielo, es mamá leona. -Sobreactuó su sorpresa susurrando cuando vio a su mujer aparecer por la puerta de la habitación.

Acababa de llegar de trabajar, y no se le ocurría algo que no fuera pasar lo que quedaba de día con Mimi, Ana y con su hija. El día en la escuela se había hecho más largo de lo normal y había acabado a las seis de la tarde; una hora más tarde de la que solía salir en período de las recuperaciones de julio. Por suerte, ya habían acabado.

Entrar a su casa y ver a las personas que más quería en el mundo con su otra persona favorita en sus brazos, era la estampa más bonita que jamás se podría haber imaginado. Aida llevaba ya poco más de siete meses viviendo, y se había convertido en lo que más adoraba en el Universo. Y es que a veces le parecía incluso más adorable que Mimi, aunque fueran exactamente igualitas, pero ese detalle prefería omitirlo...

-Hola, mi amor. -Se acercó hasta la mayor, que estaba recostada sobre el cabecero de la cama, intentando hacer dormir a la niña-. Hola, mi niña bonita. -Puso su mano con delicadeza en la mejilla de la pequeña y Mimi le cedió cogerla-. ¿Cómo ha ido el día con mami y ami? -Preguntaba retórica. Obviamente no iba a contestar, así que levantó su mirada hacia Mimi, que las miraba embelesada.

-Bueno, ha decidido que ponerse a llorar cuando mami estaba durmiendo la siesta, era una buena idea. -Ironizó-. Esta noche he dormido como tres horas. Estoy agotadísima. -Cerró sus ojos con la intención de relajar al menos unos segundos sus párpados.

-Duerme un rato. Yo me quedo con ella. -La meció un poco cuando hizo un puchero por el cambio de posición.

-Tendrás un montón de exámenes por corregir, Miriam. No te preocupes, la duermo y descanso un ratito.

-Ni el examen más importante de recuperación de música de cuarto de secundaria es más importante que mi familia. -Besó suavemente la cabeza del bebé-. Además, pienso pasarme lo que queda de semana sin hacer absolutamente nada que no sea estar con las tres. Hazme caso, yo me quedo con ella. -Iba a salir de la habitación, pero entonces Mimi la detuvo con un sonido incomprensible.

-No... -Negó con una sensación de cansancio en el cuerpo-. Quedaos aquí. -Palmeó un lado del colchón para que se sentasen también con ella.

Solo quería sentir a su mujer cerca después de todo el día que había llevado por delante. Había pasado desde despertarse lo más rápido que podía al oír los lloros de Aida para no hacer perturbar el sueño de Miriam ni de Ana, hasta tener problemas porque lloraba y gritaba cuando tenía que darle un baño. Notar a la gallega a su lado después de todo eso, era como una brisa de aire frío en medio de un desierto.

Justo entonces, Ana abrió la puerta de la habitación con suma delicadeza cuando escuchó llegar a su mujer del trabajo. Miriam sonrió al verla, y la invitó a acercarse, a ver si podían dormir un poco las cuatro juntas.

-Hola, preciosa. -Se acercó a ella y depositó un beso en sus labios, a la vez que acariciaba su mejilla-. ¿Qué tal el día? -Susurró, viendo que Mimi ya se había quedado dormida.

-Bien, como siempre. Agotada y fantásticamente genial porque hoy ha sido ya el último día de recuperaciones. ¿Qué clase de descerebrado puede suspender música si lo más difícil es saberse la maldita escala? -Negó con la cabeza, imposible de comprenderlo.

La morena rió sutilmente, y se sentó con ella en un hueco libre de la cama. Mimi emitió algo parecido a un gruñido y se removió en el sitio.

-Mierda, la has despertado. Pobrecita mía... -Acarició su pelo sujetando a Aida todavía con una mano en el intento de que no se cayera.

El tiempo nos dirá || SupremasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora