- Es el tercero de la noche.-
Su aliento era tibio en comparación al aire que me rodeaba, no dejo de tiritar aunque me concentre solo en el calor que me produce el encendedor y el ahora octavo cigarro de la noche.
- Deja esa cosa, te harás adicto. - me reprocha casi gritando, lo hace solo para asustarme, pero entendió que a estas alturas ya ni me molesta.
- ¿Por que no intentas llamar a Sophie? Quizá puedan arreglar las cosas, vamos, no creo que haya terminado tan mal. - hizo una pausa - Además ella siempre te ayuda. -
- ¿Quieres que la llame borracho? - al fin me digne a mirarlo, provocando así que el humo del cigarrillo entrara por la ventana. - No creo que sea muy lindo espectáculo. - lo miré con furia, el alcohol me volvió violento, espero que en la mañana me perdone. - Mira, debe estar con sus amigas en una pijama de ricas o algo así, buscando al niño rico de turno que me remplace. Le grité, me gritó y nos fuimos. Fin de la historia. - estaba dolido, más que eso, solo quería más alcohol fluyendo por mi garganta. - Cuando me fui la recojieron sus amigas, chillando por que al fin me dejó. -
Algo me quemaba la garganta y no estaba seguro si era el alcohol, el humo del cigarro o las inmensas ganas de llorar, un poco de las tres quizá.
- Me despertaré en la mañana pensando que soy un maldito genio, probablemente más grande que Einstein. Digo, ¿quién carajos inventa una pipa con una manzana eh? - digo levantandome del canto de la ventana donde me hayaba sentado, con una sonrrisa de suficiencia, orgulloso de mi por un momento en el día.
- Al menos un millón de personas tuvieron la misma idea. - Antonio me miraba con pena, con decepción y a la vez comprendiendo mi delirio de borracho. - No te dejaré olvidarla tan rápido. - dijo paciente, solo él es capaz de tenerme ese nivel de paciencia - Venga, a dormir. - abrió las cobijas de su cama, me la prestará esta noche. - Mañana te acompaño a hablar con ella, te juro por mi pelotas que todo se arreglará. -
Joder que haría yo sin Antonio.
