EL ARTE DE LA NOCHE

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Luna cerró los ojos. Éste era su momento favorito, el único momento en que ella sentía que verdaderamente merecía el falso título de "Princesa". Ella ya estaba al tanto, por supuesto, sobre el poder que cargaba en su espalda. Sabía cómo los ponis de la Corte Nocturna la observaban directamente con liderazgo, sabía cómo la Guardia Real juraba estar siempre a su servicio sin importar qué, pero nada de eso importaba. Luna siempre fue la hermana menor, quien se le dirigía la palabra cuando Celestia estaba demasiado ocupada. La Princesa que se ocultaba en las sombras del día.

Pero aquí, durante la hora del crepúsculo, cuando tanto el sol como la luna colgaban en el firmamento, acompañadas de esquirlas cristalinas en los bordes del horizonte, cuando el cielo azul se tenía de rosa y, al final, el cosmos se despejaba permitiendo que el manto claro de la noche empezara a brillar. La capa todavía desolada. Los lienzos blancos esperando ser pintados con esplendorosos pinchazos de luz que insinuaban la vastedad infinita del universo.

Luna podía verlo todo en su mente. Ella vio la forma en que las estrellas deseaban ser contempladas. La Princesa observó las galaxias entrelazadas, y los astros sobresalían en absoluta soledad «—como si éstas hubieran estado sobrevolando el espacio—»... Ella miró los cometas y cómo éstos anhelaban volar esa noche, danzando entre los luceros como pegasos a través de las nubes. Todo se sentía bien en su imaginación, las estrellas situadas en los senderos rara vez cambiaban de curso en el transcurso de milenios.

La alicornio azul alcanzó la magia interna, lista para dar forma al firmamento nocturno como ella lo había hecho todas las noches, incluso durante su exilio. El poder estaba allí, un globo de calidez y luz profunda en su interior, y el conocimiento también se localizaba en ese lugar, donde el mapa vial de los cielos nunca fallaba al pintar con nitidez y claridad como una imagen en su memoria.

Pero nada llegó. Por más que ella lo intentara, la Princesa de la Noche no podía permitir que las estrellas se perdieran en el vacío como lo había hecho desde que asumió el mando.

Esto no era nada nuevo, una que otra vez Luna tuvo en cuenta que su mente sólo requería un descanso. El cielo no necesitó formarse en este instante, así que podía permitirse un momento o dos para relajarse. Ella cerró los ojos, dejando que la magia se desvaneciera lentamente mientras respiraba profundamente, rellenando sus pulmones de aire lo más lleno posible antes de exhalar lentamente.

Posteriormente de unas cuantas repeticiones, Luna ya se sentía preparada. Nuevamente alcanzó la magia interna, el poder desenfrenado que residía en su alma, ansioso por mostrar sus creaciones celestiales a toda Equestria.

Ella jaló, formuló, empujó... y no pasó nada.

Esto... esto era nuevo. Nunca antes había fallado dos veces seguidas en una sola ronda como ésta. La Princesa Luna se levantó, sacudiendo sus cascos en un tipo de baile alegre. Saltó en el aire, extendiendo sus alas lo más lejos que pudo en el pequeño balcón exterior de su habitación. Posando en la fría piedra de abajo, Luna alcanzó nuevamente su poder interno.

Ella jaló, formuló, empujó... y algo apareció. Un destello, una pequeña chispa no más grande que una luciérnaga, serpenteó lentamente fuera de su cuerno y estalló enfrente de su hocico en una diminuta explosión de energía casi inquieta.

Ahora las cosas estaban volviéndose desesperadas. Su hermana se encontraba ocultando por completo el sol, el brillante astro descendía hacia la tierra mientras la luna se elevaba lentamente para tomar su lugar en el firmamento. Así era esto, tenía que intentarlo, un último empujón. Luna buscó en lo más profundo de su ser, directamente en el núcleo de poder que se encontraba en su corazón. Usando todas las técnicas que había aprendido a lo largo de toda su vida, ella persuadió una pequeña hebra de poder fuera de sí, extendiéndose cruzando el mapa de los cielos en su mente antes de seguir adelante, concentrando la cadena radiante de energía por medio de su cuerno y disparándola al aire.

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