Alexander McFoster
Yo pensaba que era una persona normal. Bueno, normal dentro de lo que cabe. Ser hijo de William McFoster no te deja mucho margen para ser una persona normal. Mi apellido me ha abierto muchas puertas y me ha permitido la mejor educación, ya que mi padre se encargó de procurarme los mejores profesores del país. Mi padre es el más famoso corredor de bolsa de Nueva York.
Pues bien, aquel día tenía clase de latín. No me entusiasmaba mucho, pero necesitaba estas clases para acceder a la Universidad de Yale. Después de haber acabado mi clase de dos horas, comí y me fui a casa de mi mejor amigo Max. Necesitaba un poco de aire puro, la clase de latín me había dejado agotado, así que le pregunté si quería que fuéramos a dar una vuelta a caballo. Me contestó que me estaría esperando. Cuando llegué me abrió su mayordomo, Pemberly, con su habitual sonrisa.
-Buenas tardes señorito Alexander.
-Buenas tardes Pemberly, ¿todo bien?
-Por supuesto, pase, pase. Suba a la habitación del señorito Maximillian, le está esperando. Según me ha dicho, van a hacer equitación, así que mandaré a John a ensillar los caballos.
-Tranquilo Pemberly ya podemos hacerlo nosotros.
-¡Pero qué dice! No, no ustedes no deben hacer esas cosas, para eso tienen a John. Es su trabajo.
-Está bien, llámelo si quiere. Gracias.
John es el mozo de cuadra de la casa de Max, que siempre nos ensilla los caballos. Yo odio que hagan el trabajo que deberíamos hacer nosotros. ¡No somos inútiles! ¡Cómo si no supiéramos ensillar un simple caballo! Bueno, en fin, cuando subí a la habitación de mi amigo me lo encontré tumbado en la cama, leyendo un libro.
-Alexander. Que poco has tardado. Bien, supongo que John habrá acabado con los caballos. Bajemos.
-Oye Max, ¿no podríamos hacerlo nosotros? No nos cuesta nada. ¡Y llámame Alex, por favor!
-Alexander, lo siento, no te voy a llamar Alex. Los nombres cortos no son apropiados para gente como nosotros, herederos de una gran fortuna y descendientes de grandes familias.
-¿Y por qué me dejas llamarte Max?
-Porque Maximillian es un nombre feo, en cambio Alexander no.
-Uff, que pesado eres.
Max es el hijo del alcalde de Nueva York. Puede que suene un poco estirado, pero es un buen amigo.
Cuando bajamos, los caballos estaban preparados y listos para salir. Como siempre, escogí a mi caballo favorito: Shadow. Max y yo salimos hacia el campo. Cruzamos algunas calles de Nueva York, levantando las miradas de la gente allí por donde pasábamos. Al final llegamos a las afueras de la ciudad, al club de hípica.
***
Después de casi tres horas en el caballo, cabalgando bajo un sol abrasador, tenía las piernas doloridas.
Max dijo:
-Alexander debo irme a casa rápidamente, no me había dado cuenta de que era tan tarde. John está en Central Park debemos darle allí los caballos.
-Vale, perfecto.
Max y yo anduvimos todo el camino de vuelta llevando a los caballos cogidos de las riendas. Por supuesto, John estaba en Central Park y nos cogió los caballos. Max desapareció en seguida aludiendo que tenía una reunión.
Una vez solo, me dediqué a caminar por el parque. Después de una media hora de paseo un hombre se me acercó. Supuse que debía tener algunos años más que yo, unos veinticinco, veintiséis o incluso veintisiete años. Era alto y robusto, pero sin llegar a ser lo suficientemente grande como para ser intimidante. Aunque sus ojos sí que eran intimidantes. Pintados de azul, de un azul muy pálido, parecían ver a través de ti. Su sonrisa era bonita y tenía los dientes muy blancos. Esta sonrisa contrastaba con su negro cabello.
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WODEN
RomanceEn un Nueva York donde el Aspher parece estar acabando con la sociedad, cuatro chicos muy diferentes deben unirse a la asociación WODEN, a la que pertenecen desde hace años sin saberlo y que pretende salvar al mundo de la enfermedad. En un mundo don...