Una pequeña niña va corriendo por el bosque, desesperada porque no la encuetren. Desconoce su destino, solo es consciente de que debe alejarse lo más que pueda de aquella casa; aquella casa que está destruida y pintada de rojo; aquel lugar donde hasta hace poco era parte de un precioso recuerdo, ahora estaba manchada de tristeza y agonía.
Sigue corriendo, entre la inmensa niebla de la cual solo puede divisar pequeños arbustos y troncos de árboles torcidos cubiertos de una espeso musgo. No sé oyen ni sus pasos, estos son absorbidos por un silencio sepulcral haciendo que el aire sea difícil de respirar, dificultando así la tarea de seguir corriendo. La oscuridad parece consumir todo y no deja que la luna ilumine el sendero.
La pobre niña a duras penas puede ver el suelo, lo que le permite esquivar las raíces que sobresalen amenazando con hacerla caer. A lo lejos se ve más claridad como si por fin la luz está ganando la batalla contra la oscuridad, para así poder alumbrar un camino a la solitaria alma que este merodiando por allí. Cada paso la acerca más a su única esperanza de salir de esa tiniebla que la persigue y siente que la asfixia.
Un repentino resplandor hace que cierre fuermente lo ojos y pare en seco. Al abrir los ojos observa un enorme árbol tan alto como un gigante, se podía apreciar tan impasible y a su vez tan imponente, inspiraba respeto. Poseía un follaje abundante en hoja de diferentes tonalidades de verde y gris, exhibía con elegancia sus raices tan grandes que sobresalen de la tierra, éstas a su vez forman un entramado de túneles. Se podría decir que el árbol sentía la necesidad de ofrecer refugio al que lo necesitará y para ello pone a disposición sus raíces que aparentan ser rústicas, pero están cubiertas con una fina capa de musgo, debajo de ella acercándose al corazón del árbol la vegetación se hace más espesa proporcionando un ambiente cálido para pasar la noche.
Con la respiración entrecortada y el corazón en el puño, decide esconderse entre sus raíces, esperando que el árbol la acobije durante lo que queda de la noche, y le brinde el consuelo para descansar.
La adrenalina no deja que pegue ojo, pasan los minutos, estos se convierten en horas, y todavía no logra calmar los nervios y el estado de alerta es inquietante. Rápido como un rayo, una estela negra cruza volando y atrapa un ratón que iba pasando por allí; el ruido hace que se sobresalte, la niña alterada sale de su refugio y se da cuenta de lo que paso, un desafortunado roedor fue víctima del ciclo de la vida, saliendo victorioso el depredador, al caer en cuenta que el acontecimiento no fue más que un simple recordatorio de la fragilidad de la vida, da un suspiro y se siente aliviada, por no ser ella la desafortunada presa está noche; regresa a la calidez de su morada y como si fuera magia sus ojos se van cerrando lentamente al vaivén del viento, hasta quedar profundamente dormida.
Un estruendoso aullido irrumpe el pacífico murmullo del universo, terminando de golpe el placentero sueño de la inocente niña. Asustada y agitada escucha una sonora respiración que atraviesa la penumbra, lentamente lo va sientiendo más cerca; quiere hacerce invisible, fusionarse con el entorno, contiene el aliento, creyendo que le ayudaría a pasar inadvertida. El sudor corre por su frente, una esencia que es olfateada por la criatura; un ser que camina sobre sus cuatro patas, con hombros anchos y garras afiladas que le permiten desgarrar la piel de su presa. A medida que sus fosas nasales se impregnaban de ese aroma a pureza, empezó a esbozar una sonrisa mostrando su centenar dientes puntiagudos y la saliva se escurría entre ellos, callendo a borbotones sobre la tierra.
Ella podía sentirlo acercándose, el tiempo pasaba tan despacio, la tensión es sofocante; no pudo aguantar más la respiración, necesitada de aire, al inspirar desesperadamente inhala el hedor que emana la bestia a pocos metros de ella. El miedo al inminente final que le espera, ocasiona que cierre fuertemente sus ojos, deseando que al abrirlos todo se haya desvanecido. El aliento del monstruo que la acecha le roza la cara, lo tiene de frente. Aprieta más los ojos, no quiere mirar los ojos de su cazador.
- ¡Lunnye! ¡Despierta! - se escucha una voz a lo lejos - ¡No es real! ¡Tienes que resistir! - aquella voz seguía insistiendo.
Esa voz angustiada la hace abrir los ojos, encontrándose con otro par de iris de color ceniza. Desorientada se incorpora, está temblando. Observa a su alrededor y está en una cabaña, está huele a humedad y descuidó, se pueden apreciar 2 ventanas en la parte de adelante y 1 que da hacia atrás, la casa fue construida con troncos de madera, la escalera que permite el acceso al segundo piso, carece de algunos peldaños, esto dificulta subir. Poco a poco va recordando cómo llego allí, quien está persona que está a su lado y que fue lo que pasó.
- ¿Estás bien? - pregunta su acompañante.
- Si, solo fue una pesadilla - dice sin darle mucha importancia - ¿Cuánto hace que estamos aquí?
- Llevamos más o menos 3 micres - comenta con pasimonia - Ya es tiempo - le ofrece su mano.
- Ya lo se - dice resignandose superando la mano que tenía enfrente de ella.