Parte única

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[...]

Sentía las gotas de sudor resbalarse por mis mejillas, sentía calor; un trueno se escuchó y un relámpago prosiguió de éste, iluminándose la habitación, estaba jadeando realmente asustado. Una pesadilla me había despertado. Me dedico para sentarme a la orilla de mi cama sosteniéndome muy apenas con mis codos en mis piernas temblando, pasándome las manos entre mi cabello intentando frustradamente recordar que había soñado.

—No creo que la anatomía humana se relacione con...—. La puerta de mi habitación se abre de golpe, entrando un hombre de tez blanca y cabello color oro, portaba gestos de furia, venía directo a mi.

—¿Qué hiciste? —preguntó realmente enojado el hombre de barba de candado. Me levanté de la silla, alejándome poco a poco de él levantando ambas manos, no podía decir palabras, balbuceaba, el miedo recorría como sangre a todo mi cuerpo paralizándome. Él cerró su puño y lo siguiente que sentí fue un dolor demasiado fuerte en el estómago que hizo que me doblara y empezara a toser tan fuerte que el piso se manchó de un color rojizo.

La llave se encuentra abierta, el espejo está un poco sucio pero aún puedo ver las ojeras con las que carga la persona quien veo reflejada, un hombre de nombre Daniel, que en un par de días va a tener veintiún años sobreviviendo a una vida solitaria, sí, hablaba de mi.

Un dolor pulsátil en la sien hace llevar mis manos a mi cabeza, la vista se vuelve borrosa, intentando trasladarme a otro escenario, a una habitación, aquella habitación de mi pesadilla. Tenía paredes de color beige, el escritorio parecía viejo incluso las paredes, como si estuviese en otra época, me levanto de la cama del sueño y me detengo en el marco de la puerta de la habitación. La platica de una pareja al final del pasillo me evoca sentimientos vulnerables, corro en dirección opuesta hacia la puerta de atrás, la abro y al salir escucho un violento: —¡Daniel!, de aquel hombre sin nombre, sigo corriendo pero la visión se esfuma cuando golpeo duro contra la pared de la humilde casa donde pude alojarme hace un par de meses. Me levanto como puedo y vuelvo al baño, ¿una ducha necesitaré?, vuelvo a mojar mi cara, vuelvo a mirar en el reflejo del espejo, sigo siendo yo, ¿qué pasa?, vuelvo hacia atrás para disponerme a abrir la cortina de la bañera, sin embargo, un chirrido quema mis tímpanos e intento evitar el sonido de éste tapándolos, el sonido viene detrás mío, el corazón se acelera, mi respiración se vuelve más intensa, lentamente volteo el espejo, que es mi primera sospecha, en él estaba escrito "Daniel, ven".

—¿¡Quién es!? —. La desesperación estaba invadiendo mi cuerpo envuelto en temor. Volteo a todos lados, no hay nadie, no responde nadie, ¿me estaré volviendo loco?

No recordaba a qué hora había dormido, lo que sí recordaba fue la inquieta noche anterior, me establecí de nuevo en mi, me dolía la espalda ya que había quedado somnoliento en el piso del baño, el espejo se encontraba limpio, entonces, ¿fue una alucinación?

Tomé una ducha larga, el agua caliente se desplazaba por todo mi cuerpo, me sentía cansado, no había dormido casi nada pensando en la noche previa. Éstas fechas me daban algo de miedo, porque justo el treinta y uno de octubre había nacido, que maldita coincidencia. Pero lo que más me calaba era una sensación extraña seis días antes de mi cumpleaños, honestamente no sé qué pasa.

Daniel, venDonde viven las historias. Descúbrelo ahora