Destellos multicolor teñían la pequeña habitación esa mañana. Jimin abandonó su ensimismamiento para admirar el móvil colgante, causante de aquella espectacular irisación; nunca se había detenido a observar la luz incidir contra el cristal, por lo que le resultaba irreal la forma en que el delicado artilugio coloreaba el insípido cuarto.
Recostado como estaba en el suelo de madera y con el adorno suspendido sobre su cabeza, Jimin alzó una mano hacia aquel, y articuló sus dedos en sincronía con las oscilantes luces, sombras y colores, como si su mano bailara con ellas, causándole una visión tan bella que pronto se le humedecieron los ojos.
- Finalmente... lo conseguí - susurró con voz afectada.
Finalmente, mi danza es magia.
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