Aroma a té

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Es la fiesta de Halloween de la agencia y todo el personal ha sido invitado.
Me miro al espejo y la siniestra imagen de vampiro me sienta muy bien, hoy tendré suerte al regresar a casa.
Hace ya un mes que mi administrador del hogar se instaló, contrario a lo que pensé, el condenado muchacho a penas me mira, más bien se la pasa en su recámara haciendo lo que sea que hagan los administradores del hogar, solo sale para cocinar o para limpiar, así que le ofrecí el espacio de cocina y la biblioteca si tiene que estudiar o hacer alguna actividad de la universidad.

Al salir de mi recámara veo la luz de la cocina encendida y al asomarme observo a Cuauhtli dormido, debajo de él hay un libro abierto, otra vez se quedó dormido mientras estudiaba.
Ya ha pasado un mes de trabajar para mí y el chico no ha sido más que eficiente y puntual. No habla mucho y es discreto cuando traigo a alguien a casa, lo cuál sigue siendo frecuente. Limpia y se encarga de la casa con pulcritud, haciendo que todo luzca en orden, las comidas son en serio dignas de un restaurante, él se encarga de hacer las compras y de organizar los menús, razón por la cual me apetece más llegar a casa y cenar comida casera.
Solo hay una cosa que me intriga y es su orientación.
Debe ser asexual como los míticos ángeles porque no lo he visto ni con mujeres y tampoco detecto miradas lascivas en él.
Eso me pone curioso pues siempre es tentador lo que parece inocente.
Como si corromperlo fuera delicioso, y él es bastante bonito y parece muy puro, desde que deje la adolescencia olvidé cómo era estar con alguien así.

-Hey, Cuauhtli, despierta...
Sacudo al hombre por sus hombros para que despierte, no me toma mucho esfuerzo hasta que abre los ojos todo confundido.
-Señor, disculpe... Se limpia la boca con el dorso de la mano.
Verlo confundido y somnoliento es demasiado erótico y hasta tierno con su cabello revuelto pero sin parecer un nido de pájaros, el pequeño bastardo podría tener un excelente futuro como modelo, podría hacer de él la imagen de varios productos y convertirlo en un ícono que tanto hombres como mujeres deseen, se lo propuse en varias ocasiones pero ha dejado claro que a él no le interesa.

-Otra vez te has quedado dormido.
Cuauhtli mira su libro y en ese momento parece despertar del todo.
Toma sus cosas y se levanta ofreciendo disculpas.
-Lo lamento señor, es época de exámenes y necesito conservar mi beca.
Cuauhtli me mira y por primera vez repara en mi disfraz mientras frunce el ceño y un fuerte rubor se extiende por su rostro y hasta su cuello, esa es la chispa que yo ansiaba ver antes de que ese chiquillo huya como ciervo asustado hasta la seguridad de su recámara, ¿Qué pensamiento tuvo con Dracula?, seguro pensó en todos los lugares que yo podría chuparlo. Aquietando mi mente me ajusto la polla que ya se me empieza a poner dura, tomo mis llaves y me dirijo a mi destino, comprobando que tengo condones y lubricantes en mi bolsillo.

La fiesta es bastante ruidosa como toda fiesta de disfraces puede ser.
Varias firmas de modelaje, revistas famosas, diseñadores y líneas de cosméticos han sido invitadas así como varios modelos y sus representantes.
Todos quieren un poco de mi atención ya sea de forma sexual o de forma social.
-Esta fiesta es genial, Betty se me acerca y pone en mi mano un vaso de algún licor.
Ella no está disfrazada, solo su sencillo vestido negro y un antifaz a juego es todo su atuendo.
—¿Sabes que Olga  Crimel ya tiene pareja?
Yo miro hacia donde esta Olga, ella y yo tuvimos una muy breve historia y con ella aprendí a no mezclar nunca las relaciones sexuales con las del trabajo.
A Olga la tiene por la cintura un atractivo tipo vestido como cowboy.
Ella levanta su vaso y hace un brindis hacia mí, yo solo asiento.
El tipo le susurra algo al oído y ella le da un cándido beso en la mejilla.
—Se nota feliz, mi voz refleja exactamente como yo me siento, indiferente.
Betty suspira irritada.
—Espero en serio que pronto encuentres a alguien ya que el tiempo pasa y creo que nunca has sido verdaderamente feliz o al menos yo nunca te he visto radiante y lleno de esa emoción por tener a alguien a tu lado.
Yo solo escucho lo que dice, hay algo de verdad en eso, solo tengo relaciones sin sentido, pero a mí favor aclaro que ya nada me emociona, la naturaleza humana esa complicada, un día crees amar y al siguiente te das cuenta que es aburrido, o que te engañan o en mi caso yo era el que engañaba. Por eso compré la idea de qué yo no estoy hecho para la monogamia.
En ese preciso momento en que decido responderle a Batty, un atractivo hombre se me acerca y me toma de la cintura, salvándome de dar una respuesta que más sonaría a justificación y que a Betty no le sería suficiente.
—Me encantaría que un vampiro me de una chupada.
Yo no puedo ver la totalidad de su rostro pero tiene unos ojos y una sonrisa bastante bonitas.
Miro a Betty y le guiño el ojo alejándome con mi acompañante que va vestido del fantasma de la ópera, a Betty ya no le escandaliza nada de lo que yo haga o diga.
—Vayamos a un lugar más privado, me dice ronroneando mientras sus manos juguetean con mi corbata de seda.
—La fiesta la podemos seguir en mi departamento.
Lo tomo por la cintura baja y me despido de mis invitados quienes agradecen por la velada sin preocuparse siquiera por conocer la identidad de mi acompañante quien se nota triunfal y en ese preciso momento me siento como si el trofeo fuera yo, eso no me sienta muy bien pero hago a un lado ese pensamiento.
—Debo aclarar que una vez después de haber cogido debes tomar tus cosas e irte, ya que no soy romántico y ni tú ni yo buscamos una relación amorosa.
—Como diga señor Rivadeneira.
El puchero ensayado solo me exaspera, y por alguna extraña razón mi mente vuela hasta la cocina de mi casa, hasta Cuauhtli, con sus desenfocados ojos color miel, su cabello castaño y revuelto, su cuerpo juvenil y su delgado cuerpo pequeño, más pequeño que el mío.
De pronto me siento muy vacío, muy hijo de puta, como si por primera vez me pudiera sentir mal por llevar a alguien a mi casa.
—¿Sabes qué?, Realmente no me encuentro de humor.
El tipo me mira como si yo hubiera hablado en sueco.
—Puedo levantar tu humor.
La mano cuidada se desliza por mi desinteresada entrepierna.
Yo de forma firme retiro la mano del tipo...
—Realmente no podrías aunque te esfuerces, así que bájate.
Mi mano se aferra al volante y mi mirada sigue al frente sin voltear a ver al tipo el cual se baja mientras murmura lo que imagino son algunas sucias maldiciones.
Yo guío mi automóvil hasta llegar a casa la cual está en silencio pero otra vez en la cocina veo la luz prendida y siento el aroma a té tan característico de Cuauhtli y algo se siente reconfortante, se siente como un hogar.
De alguna forma mi corazón late con fuerza y eso me pone bastante nervioso.
—Hola Cuauhtli, mi mirada lo encuentra otra vez donde lo había dejado, pero esta vez está despierto con la mirada cansada y con ojeras.
—Señor buenos días.
Miro mi reloj y compruebo que en efecto es de madrugada—Tienes razón, son buenos días, pensé que dormirías.
—No puedo, tengo examen dentro de cuatro horas y es un examen muy importante de este semestre.
Yo muevo una silla para sentarme y Cuauhtli se levanta para poner la cafetera.
—¿Desea café?
—Sí por favor.
Cuauhtli me da la espalda dejando a la vista su muy respingón trasero de burbuja que enfundado en un pantalón de pijama también deja ver los hoyuelos de su cadera y eso me pone a mil.
Por desgracia no tarda mucho hasta que otra vez se sienta frente a mí y continúa leyendo ignorándome por completo.
—¿Por qué estudias psicología, Cuauhtli?
Cuauhtli me mira como si no lo hubiera hecho hace unos segundos.
—Bueno, se sienta erguido, —realmente me gusta ayudar a las personas para que comprendan sus mentes, sus estados de ánimo o emociones, para que superen algún problema que los detiene y no los deja vivir plenamente.
—Eres un idealista, pero ¿no has pensado en hacer carrera como modelo?
Yo mismo quiero patearme las bolas por una vez más hacer tal comentario, pues sería como lanzar un tierno y jugoso filete en una jaula de lobos hambrientos, si el muchacho aceptará, y ese pensamiento me hace sentir posesivo.
Cuauhtli me mira molesto.
—No soy idealista señor, idealista es aquel que estando vacío cree que teniendo muchas parejas o posesiones siente que eso es a lo que se resume su existencia, en mi caso estoy construyendo mi camino y me gusta el trayecto, no es lineal pero es divertido.
Vaya, el chico sí que sabe pegar y pega muy bien.
—No me siento de esa forma.
Por alguna extraña razón quiero patearme las bolas otra vez, pues de forma inconsciente respondí a la defensiva y eso me molesta aún más, porque la mirada color miel de Cuauhtli parce haber visto en lo profundo de mí y me hace sentir estúpido, vacío y desnudo.

Mas feliz que nuncaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora