Capítulo único

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A lo lejos, Akutagawa aguardaba con la mirada perdida hacia el frente, aparentemente distraído con las parejas que caminaban sostenidas de la mano, y otras que preferían tomarse fotos frente a las decoraciones y al enorme árbol navideño que sobresalía en medio de la plazoleta. Una bufanda cubría su cuello y una parte de su rostro, y lo abrigaba del frío polar que se había instalado en esa víspera de Navidad. Dazai se detuvo por unos momentos a contemplarlo desde esa distancia, admirando esa frágil figura que permanecía oculta bajo un grueso abrigo de lana, y una vez que se consideró a sí mismo preparado, avanzó a zancadas hacia él.

—¡A-ku-ta-ga-wa-kun! —lo llamó sacudiendo el brazo en el aire a modo de saludo. Akutagawa, quien no había reparado en su presencia antes, se sobresaltó y se apresuró a enfocar la atención en él—. ¡Feliz Navidad!

—¡D-Dazai-san...! —Ryuunosuke lucía muy nervioso, como si temiera que Dazai lo castigara por haberse presentado allí antes que él. Una vez que éste se detuvo a un par de metros de distancia, él elaboró una respetuosa reverencia con los ojos clavados en la punta de los zapatos—. Feliz Navidad a usted también.

Dazai pestañeó al contemplar el temblor en el que se sumía el cuerpo del otro; el alivio parecía constituir un importante sentimiento reflejado en sus gestos y expresiones, contradiciendo el temor del que aún le costaba despegarse del todo a causa del turbulento pasado entre ambos.

«¿Acaso creyó que no vendría?»

—Lamento la demora —se disculpó con una sonrisa nerviosa—. ¿Te hice esperar mucho?

Akutagawa se apresuró a negar sacudiendo la cabeza.

—Acabo de llegar también, así que no hay problema.

No obstante, fue imposible no reparar en el rojizo que teñía la punta de la nariz y esas pálidas mejillas, y la ligera capa de nieve que cubría la oscura tela situada sobre esos delgados hombros. Akutagawa probablemente ya habría estado allí desde hacía cuarenta minutos aproximadamente, pero, como era de esperarse, por ser él, Dazai, lo dejaba pasar como un mínimo inconveniente.

«Creo que a veces olvida que ya no soy su superior, y que tiene derecho a regañarme de vez en cuando» pensó Dazai con una sonrisa condescendiente.

—¡Lo siento, lo siento! —se disculpó éste juntando las palmas de las manos, y bajó la cabeza para acentuar el sentimiento de culpabilidad—. Sé que te prometí que iríamos juntos a ver una película, pero olvidé comprar las entradas de forma anticipada y, cuando fui a hacerlo esta mañana, ¡Todas las funciones estaban agotadas!

Akutagawa pestañeó, e intentó tranquilizarlo dándole unos golpecitos en la coronilla.

—Descuide, está bien —dijo sin dejar de lado su tono formal—. No me gustan mucho los cines de todas formas, en especial si hay mucha gente. Es molesto.

Dazai levantó la cabeza y, sin borrar su sonrisa, preguntó:

—Entonces, ¿Qué te parece si vemos algo en mi apartamento? Hace un par de días renté unas películas, pero aún no tuve la oportunidad de verlas. Podríamos darle un buen uso antes que deba devolverlas el miércoles.

Akutagawa lució consternado.

—¿Eh? ¿Está bien que yo vaya a su apartamento,?

—¿Hay algún problema con eso? —replicó Dazai con las cejas arqueadas.

—Hum... —Akutagawa vaciló y cuando habló tenía los ojos enfocados en el suelo—. Pero esos apartamentos pertenecen a la Agencia, ¿no? ¿Qué pasará si me encuentran con usted?

Dazai fingió que analizaba las probabilidades, y adoptó una expresión pensativa. Tras unos momentos de silencio, abrió los ojos y sonrió.

—No te preocupes, está bien —dijo con tono tranquilizador—. Los demás están celebrando Navidad en el edificio de la Agencia, así que no podrán verte, saber o sospechar que estás conmigo.

Última canción de NavidadWhere stories live. Discover now