En el gremio solo se podían escuchar los gritos y risas que quedaban retenidas por las paredes en el lugar. Todos preparaban con gran emoción el gremio: juntaban las mesas, ponían algo de decoración por los lugares más inesperados y se paseaban buscando ayudar a Minerva con la cena que se aproximaba. Sting notaba que la mujer no quería su presencia en la cocina, así que lo dejó estar, se sentó junto a Rogue saludando con un leve golpe en su espalda. El pelinegro le sonrió, un gesto que duraba apenas unos segundos en su estoico rostro. Sting lo conocía tan bien que era el único en disfrutar las veces que Rogue rompía esa faceta dura: cuando estaba con Frosch, paseaban tranquilamente camino a alguna misión y, como no podía ser de otra forma, cada vez que estaban a solas en su casa. Rogue era fácil de enfadar, pero no era difícil hacerle reír realmente. Sting solía conseguirlo, aunque Rogue solo se lo permitía en la intimidad de su hogar.
Y Sting se había enamorado de aquel chico que temía mostrarse débil, y quería abrazarle, besarle y acariciarle solo para que supiera que no debía tener miedo, que él estaba allí siempre. Por ello había decidido declararse esa noche, justo cuando la navidad llegase y volvieran a casa después de la agradable cena, Rogue se encontraría nada más abrir la puerta de la casa con un muérdago colgado. Lo había colocado él, lo suficientemente bajo como para que el pelinegro se lo encontrara frente a sus ojos, y a pesar de haberle resultado el plan más ingenioso en su momento, pronto comenzó a sentirse nervioso. ¿Funcionaría realmente? ¿Si Rogue lo rechazaba que pasaría? Tuvo la tentación de correr a quitar aquella estúpida planta del techo.
—¿Sting?—su voz no hizo más que ponerle aún más nervioso. Lo miró, sus ojos azulados reflejando duda—¿Qué ocurre?
—Nada, no ocurre nada, ¿qué iba a ocurrir?—Rogue le dedicó una mirada acusadora, Sting era muy poco disimulado. Tan fácil de leer como un niño que había realizado una travesura. Podía leer sus movimientos, su rostro e incluso por el olor que desprendía. Estaba nervioso, pero Rogue no insistiría.
—Si algo te preocupa ya sabes que puedes decírmelo cuando quieras.
—Claro, sabes que lo haría—Sting se levantó tras disculparse. Odiaba que Rogue lo conociera tan bien como para leer sus emociones. Entró a la cocina donde se encontraba Minerva desde hacía un montón de horas preparando la cena para todos los miembros, era en verdad una mujer con mucha fuerza de voluntad.
—¿Qué haces aquí? Ya he dicho que no quiero que nadie me moleste—gruñó y Sting casi tuvo la tentación de salir corriendo, pero en su lugar se quedó estático en su sitio, mirando a la mujer y pensando un millón de tonterías—¿Qué ocurre?—habló notando que el rubio se había perdido por unos instantes en sus preocupaciones.
—Me preguntaba...Señorita, ¿qué cree que pasaría si se declara a un amigo y le rechaza? Quiero decir, ¿cree que se rompería la amistad?
—Es muy probable, incluso podrían llegar a odiarse—Sting tembló con esas palabras, Minerva lo miró con interés—¿Quién es la afortunada del gremio que saldrá con el maestro?
—Ah, no. Era solo una pregunta...—comentó Sting triste, Minerva pudo notarlo y suspiró sintiéndose algo mal por las palabras dichas.
—Sting, haz lo que creas correcto, si fuera por el miedo no estaríamos aquí celebrando la Navidad todos reunidos, ¿sabes?
—Gracias, estoy feliz de que esté aquí con nosotros, señorita.
—Vete de una vez—Minerva le lanzó un rodillo con el que estaba amasando las galletas y Sting salió corriendo con una sonrisa, menos mal que no le había alcanzado.
Vio a Rogue una vez más, esta vez hablando con algunos compañeros del gremio. Desde que sus dragones abandonaron definitivamente este mundo, Rogue se había abierto más, como si ver una vez más a Skiadrum le hubiera recordado algunas lecciones de hace años. Sting sonrió ante la imagen, puede que Rogue no sonreía o mostraba algún afecto mediante el rostro pero era notable como disfrutaba hablando con la que consideraba su familia.
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Declaración en Navidad
FanfictionProbablemente no era la mejor época del año dado que Rogue odiaba el frío, pero Sting estaba deseando encontrarse con el muérdago bajo su puerta para declararse a Rogue ese 25 de diciembre. Idea chorra para hacer algo bonito por navidad(o al menos...