Como si se tratara de un cuento el cual inicia con una voz de narrador, quien te explica de que va la historia y te da los datos como si de la vecina chismosa se tratara. Así comienza esto, con una voz suave, serena y grave, con los ojos cerrados y una mueca de satisfacción, claro, sin llegar a lo perverso.
Pero, y esto es lo más importante, con una incógnita: ¿Quién es ese pequeño de ahí?
Bien, comencemos.
Podría ser difícil explicarlo, en realidad, no lo es. Sólo hay que tener una sólida base, tal y como las tartas de mora que hace una abuelita pastelera. Uhmmm.
Todo comienza con dos jóvenes enamorados, o tal vez aburridos de una vida monótona, quién sabe, no debe importarnos su típica historia de amor, sino su condición.
Alfa y alfa, jurando un amor prohibido a la luna, llorando para que este lazo no destroce sus vidas, para que una pequeña luz de esperanza crezca en una sociedad tolerable y sin restricciones, para que su unión no sea cuestión de próximos sollozos, ni la razón del dolor de su pecho al saber que esa luz no crecerá en el vientre de la madre. Su unión no fue pasión, no fue el fuego refulgente en sus pecho, sus ojos no desprendían deseo. Todo fue pena y tristeza, dolor y lágrimas. Y en el momento del lazo, solo quedaba suspirar y desear un cachorro sano.
Siempre fue difícil, desde tener la marca de otro alfa, hasta criar a un pequeño y revoltoso lobezno.
Sí, ese malnacido - fue por cesárea- no se cansaba de hacer enojar a sus padres y siendo ambos alfas se imponían sobre el cachorro que poco a poco dejó de temerles. Su padre aún no olvida el día el que su pequeño le sacó los colmillo y rasgo sus camisas favoritas cuando le dijo que tenía prohibido salir a jugar por las noches. Tuvo una larga discusión con la madre ese día, pero todo acabó cuando vieron como su cachorro los veía desde las escaleras abrazando sus piernas y con los ojos brillosos.
Esa noche lo abrazo y le juro no volver a usar su voz bajo ninguna circunstancia, naturalmente, olvido esa promesa y volvió a usarla cuando observó como esa criatura que engendro hurtaba unos dulces de la tienda convencional que frecuentaba. Sí, fue más que difícil. Al menos para Yesung lo fue, no recordaba cuantas veces se había disculpado por las travesuras de su hijo.En cambio, la madre, bueno, ella era muy sobreprotectora, no dudaba en sacar las garras por su pequeño, para ella él era un angelito con complejo de diablillo ;por eso, cuando quedaba algún desastre a su paso ella se excusaba diciendo que su nubecita era tan inocente que sería incapaz de hacer algo malo, claro, mientras ella decía esto, el otro ya se hallaba gruñendole a cachorros menores, causandoles el llanto.
Sí, quizás fue una especie de bravucón paliducho, enano, delgado y muy débil. Vamos, siquiera tenía pinta de ser uno, por eso sus días de fechorías solo duraron hasta que llegó a medias de la escuela cuando con un puñetazo entre ceja y ceja acabaron con su reinado del terror, solo para comenzar otro, uno más sanguinario y que lo incluía en muchas peleas que dejaban rastros de moretones en su rostro de porcelana.
No hubo día que sus iracundos padres no fueran a gruñir a la directora y padres de los demonios que osaban tocar a su pequeño, tampoco días en los que se dejaba desmoronar, nunca lloro cuando lo golpearon o se burlaron. Él simplemente los veía irse mientras acariciaba la parte agredida. Sí, sentía impotencia, rabia por seguir siendo un cachorro luego de que la mayoría se había presentado como alfa u omega; sin embargo, su orgullo siempre había permanecido en los cielos, a pesar de ser humillado y haber tragado tierra en más de una ocasión.
Fue un día cualquiera, un miércoles en especifico, cuando se acercaron a él un grupo de personas y el alfa del grado superior.
Ese día se marcó un antes y un después, la caída de un 'gobierno autoritario'. Su primera victoria fue gracias a su puño cerrado y la inexplicable fuerza en su brazo derecho. Ese día, dejó de ser zurdo. Escucho muchos gritos de felicidad y otros gruñidos, luego se desmayo porque algo andaba mal.
Y bueno, una presentación tres años tarde, algo malo tenía que suceder.
Min YoonGi pasó de ser el cachorro que todos humillaban a ser el alfa líder, el que tenía "la voz", con quien no deseabas meterte a menos que quieras orinarte en los pantalones, pues, su explosiva personalidad ahumado con la autoridad y perspicacia nata de un alfa, lo hacian estar lejos de ser una presa.
Nunca fue un buen amante, desde la primera omega que suspiro por él, hasta la para nada discreta confesión de un chico menor que él, no llegó a tener el tacto suficiente.
Tal vez por haber sido criado en un ambiente nulo de omegas, quizás era eso, o tal vez el constante acoso que recibió. El punto es que le era difícil querer y también ser querido, al menos no estaba solo, tenía un grupo que no lo había dejado hasta ahora, era pequeño pero servía para sentarse con ellos en el almuerzo sin parecer inadaptado.
En un inicio había sido solo NamJoon el único que podía estar cerca de él sin hacerlo enojar, siempre tenía las palabras correctas para su iracundo temperamento, mas sería mentira si dijera que nunca habían tenido enfrentamiento alguno. Sin embargo, el tiempo supo llevar bien su relación.
Jin no tarde en unirseles, estando en el mismo grado que YoonGi, nunca habían entablado una conversación, solo por el hecho de que Jin era un dulce omega amando por muchos. Min siempre había pensado que era muy deslumbrante y eso lo fatigaba, así que prefería pasarlo de largo, no fue hasta un día que lo encontró en la mesa que solía frecuentar sentado junto a NamJoon riendo mientras compartían un pedazo de sandwich que supo que ese castaño se quedaría un buen rato.
Lo que no llegó a predecir fue el hecho de que con la llegada de el deslumbrante omega llegaría uno más y como su fuera un perrito faldero un alfa se colaria en su mesa, incluso así si quisiera decir que todos ellos eran sus amigos, las cosas no eran así, intercambiaban palabras de vez en cuando, reían y compartían un par de recuerdos juntos, pero no sentía algo especial. Muchas veces quiso hablar de ello con Namjoon, pero al parecer estaba muy ocupado devorando los labios del mayor del grupo. Solo esperaba que no lo marcará tan pronto.
En el proceso de la unificación y ensamblaje de los demás en su mesa con Namjoon, quiso decirles que ya no agregarán a otras personas más, porque realmente le molestaba que solo por eso otros perros se le acercaran con intensiones de querer liarse con él o intentarán pasarse de listos. Fue un pensamiento, no pensaba que alguno de ellos se atreviera a meter a otro más, no cuando casi siempre los miraba cómo si quisiera despedazarlos.
Aunque a la vista de los otros, Min necesitaba con urgencia unos lentes de gran medida.
Fue otro miércoles precisamente cuando camino a su mesa habitual que percibió dos esencias distintas, por eso mientras se acercaba ya estaba echando humo y con los dientes fuera, mientras retenía un gruñido pero cuando llegó sólo vio a un alfa que se llevaba la atención y a un omega a su lado que sonreía mientras escuchaba a los demás.
Quizás fue porque estaba en su celo o tal vez la falta de contacto con su lobo, fuera lo que fuera, sintió unas inmensas ganas de destrozar a cada alfa con la fuerza de sus colmillos que ahora mostraba con ira.
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Mente en blanco »; yoonmin
FanfictionDía a día de un alfa pura sangre que se enamora de un omega inexperto recién llegado de las montañas donde la crianza es totalmente diferente y sus costumbres causan desgracias en la vida de cierto alfa con poco autocontrol.