Primer cuento

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Había una vez...

En un reino muy lejano, una princesa que vivía con miedo a su madrastra. Esta se había apoderado del reino tras la muerte de su esposo y gobernaba sin tener en cuenta a la legítima heredera. El pueblo se moría de hambre . Todos vivían atormentados, temerosos de ser los siguientes esclavos de la que se hacía llamar reina cuya piedad era tan pequeña como su bondad. Sus ansias de poder la hacían capaz de hacer cualquier cosa para tener el poder del aquel reino que antaño había estado lleno de vida y alegría. 

Pero no voy a contar todo lo que la madrastra de la princesa hizo por llegar a donde estaba o su forma de gobernar. Esta es la historia de la princesa, no de la malvada. 

La malvada mujer estaba obsesionada con ser la más bella de todos los reinos. Nadie la superaba en belleza, de eso se había encargado ella misma durante tantos años... o eso creía. 

Una mañana como cualquier otra, la mujer se acercó como cada día a su espejo. Solo ella sabía las propiedades mágicas de ese espejo que había conseguido tiempo atrás en un mercado de magia negra en oriente. El espejo solo despertaba con la voz de ella. Así, como cada día, se situó frente a él, contempló unos instantes su reflejo y con voz clara y firme dijo: 

-Espejito, espejito mágico, ¿quién es la más guapa de este reino?

Esperaba la misma respuesta de siempre, pero esta vez no iba a poder ser.

-Siento informarle mi señora que la más bella de este reino es Blancanieves, su hijastra. 

La sorpresa fue enorme pero pronto dejó paso a la ira de la mujer que se retiró del espejo y salió de su habitación en busca de un cazador. Encontró al cazador oficial de la corte en el patio y sin preocuparse de si alguien los espiaba, así le ordenó:

-Cazador, como tu reina te ordeno un encargo al que no te podrás negar. De hacerlo tu destino será la horca. 

El hombre bajó la cabeza, sin mirarla a los ojos por temor a la perfidia que en estos se reflejaba. Malas lenguas decían que si la reina estaba furiosa y la mirabas a esos fríos ojos verdes podías quedarte petrificado. El hombre, cauto, respondió:

-Sí, mi señora.

Esta se acercó a él y, hablando más bajo, dijo:

-Quiero que vayas a junto Blancanieves, la lleves al bosque y la mates allí.

-Pero, mi señora...

-¡Ni un pero! Sino se lo encargaré a otro y tú no volverás a ver la luz del sol. 

El hombre asintió. No tenía opción. Debía hacer lo que aquella bruja le ordenaba. Era la vida de la princesa o la suya. 

La mujer volvió a sus aposentos y el cazador a sus quehaceres. Ninguno se fijó en la muchacha que recogía agua en el pozo que había en medio del patio. Se había escondido de forma que ninguno pudiera verla y escuchó el maléfico plan de la mujer. Tras la sorpresa inicial, se levantó del suelo y volvió al castillo pensando en que podía hacer.

La joven distaba mucho de ser una princesa asustadiza y delicada. La habían criado para ser reina y afrontar problemas como las posibles traiciones en palacio de personas cercanas a ella.

Supongo que a partir de aquí te esperas el típico cuento de Blancanieves y un final en el que príncipe y princesa fueron felices y comieron perdices... Pues no fue así.

Blancanieves no se quedó en su habitación esperando al cazador que la llevaría al bosque ni huyó en busca de su príncipe hasta llegar a junto los enanitos del bosque que mucho trabajo tenían ya como para estar atentos a lo que ocurría en palacio.

No. Blancanieves se levantó, firme, decidida. Fue en busca del general de su ejército, sin miedo a ser descubierta por la madrastra. Con valentía, mandó apresar a la madrastra por traición y encerrarla en las mazmorras hasta nuevo aviso.

Los soldados, aunque temerosos de lo que les podía hacer la bruja, se armaron y fueron en su busca. Pues, ante todo, le debían lealtad a la familia de Blancanieves y vieron en aquella orden la posibilidad de un cambio, de un futuro mejor.

Aquella tarde, Blancanieves convocó a su pueblo en la plaza, una vez la madrastra fue apresada.

En aquel momento, la madrastra ordenó a los soldados que la soltaran, que se fueran de sus aposentos. Los amenazó con que los condenaría a muerte. Pero el general se plantó frente a ella y le dijo:

-Usted no es nuestra reina. La legítima soberana ha ordenado que sea apresada. Blancanieves recuperará lo que le corresponde y usted recibirá lo que se merece. Ya nunca más tendremos miedo.

Sin decir más, se la llevaron. 

Como decía, Blancanieves convocó al pueblo en la plaza y, montada en su caballo, escoltada por el general que había apresado a la madrastra y unos cuantos soldados, anunció:

-La mujer que osaba llamarse reina ya no volverá a molestarnos. No tengáis miedo, la paz ha vuelto a nuestro reino. Yo misma me encargaré que personas como ella, que tratan de quitarnos nuestra libertad y arrebatarnos la alegría a base de meternos miedo, no vuelvan a pisar el palacio y nuestro reino, mucho menos a gobernarlo. ¡Por una nación libre!

La gente, que sabía de la bondad de Blancanieves, recibió la noticia con alegría y con una ilusión por un futuro diferente a la vida que llevaban desde que aquella bruja se hiciera con el poder. Entre risas y cánticos de alegría, vitorearon:

-¡Viva la reina Blancanieves!

A partir de entonces, la muchacha fue proclamada reina. La madrastra fue sometida a juicio y la pena de muerte, que tanto había dictado en su momento, cayó sobre ella. Blancanieves mandó buscar al cazador. Cuando llegó ante la soberana, el miedo se reflejaba en sus ojos. Sabía que todo había sido descubierto y temía por su vida. Pero dando muestra de su bondad, Blancanieves le perdonó pues comprendía que ese pobre hombre solo era un títere más en manos de la antigua reina, como lo habían sido todos. El hombre siguió sirviendo a palacio y esta vez con lealtad al trono. 

El reino recuperó la belleza de antaño. La nueva soberana guardó el espejo en un lugar donde solo ella tuviera acceso. Y las gentes vivieron en paz sin preocuparse por la madrastra de Blancanieves.

La muchacha protegió por la libertad de su pueblo hasta su muerte y su legado perduró durante siglos. Nunca se arrepintió de nada pues, tras luchar por lo que le correspondía y conseguir liberar a su gente de la opresión, vio con satisfacción como su reino gozaba de libertad de su antiguo esplendor. 

No puedo deciros si al final encontró a su príncipe azul y se casó. Eso no tiene relevancia en esta historia donde lo importante es que Blancanieves consiguió sus objetivos por ella misma, siendo valiente y sin depender de ningún príncipe azul. 

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