Empecé a caminar por el ajetreado lugar en el que mi madre trabajaba. Era lo común, personas adultas con ojeras y un taza de café en la mano. Fotocopiadoras trabajando sin parar, y secretarias horrendas con aspecto de abuelas. Sip, el lugar era muy lúgubre. Me quedé mirando aquella máquina de agua, sus burbujas subían y subían. Estaba aburrido, así que hice lo que cualquier niño haría en mi lugar, ir al ascensor.
Apreté todos esos botones, eran bastante ruidosos. Y escuchaba gente gruñir afuera, ilusos. Llegué hasta el último piso, y me congelé. Era la vista completa de la ciudad, caminé hacia una orilla y elevé los brazos, esto sentían las aves...
Me sobresalté al oír un sollozo detrás de una caseta de herramientas, fuí hacia allá, tal vez alguien habría sido baleado y el asesino estaba por aquí, debo tener más cuidado.
Al llegar me sorprendí al ver a una niña de mi edad, que lloraba.
-Oye, no llores.
Traté de ser amable, pero me miro con ojos asustados.
Me senté a su lado, y me aseguré de que el asesino no nos oyera, mirando hacia todos los lados, me incline a su oido y cubrí un lado de mi boca con mi mano.
-Tranquila, el asesino no podrá hallarte porque estaré para protegerte.
Me miró raro, que tenía esta niña.
-Mi nombre es Steven, con S, no con E.
Ella me sonrío, y le tendí la mano. Pero no me devolvió el saludo.
Oooh, me limpié la mano en mi pantalon y de nuevo sonrío.
-Eh, donde te llegó la bala?
Dije preocupado, no tenía ningun parche para ponerle así que esperaba que no fuera grave.
Ella dijo no con la cabeza, y tenía una mirada triste en sus ojos.
-¿Porque estás triste?
De nuevo negó.
-No debes estar triste, ese asesino te robó tu felicidad, iré a buscarla.
La dejó triste, donde estará ese asesino, le pisaré cada uno de sus dedos.
Cuando iba a levantarme la niña me tocó el hombro y tomó una libreta y un lápiz.
Comenzó a trazar linéas, era una niña... Sin boca. Luego hizo una flecha hacia sus oidos, y la miré. Ella se los tapó y negó con la cabeza.
No puede hablar ni escuchar...
Mis ojos se llenaron de lágrimas, si eso me pasara estaría muy triste.
La abrace, me sentía triste. Porque no había nada que pudiera hacer, el silencio nos quitó nuestra felicidad.
Tome el lápiz de su mano, y dibuje un niño, que quedo con una cabeza enorme, ella se reirá de mi, pero eso es lo que quería. Y sí, se comenzó a reir. Luego le hice una sonrisa al dibujo de la niña.
Nos miramos. Nos sonreímos. Y me sentí muy feliz, le devolví su felicidad.
Y desde ese día prometí devolverle su felicidad si la perdía, sin importar lo imposible que fuera.
