«Te amo""

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Había llegado el sábado, el día de la fiesta de Navidad de la escuela. Ni Arthur ni Alfred se habían atrevido a hablarse en todos esos días, de hecho, Alfred ni siquiera había asistido a clase durante esos días. ¿Cobarde? Puede ser, pero es que tampoco sabe cómo afrontar la situación.

Poniéndonos en contexto: Alfred lleva siendo amigo de Arthur 6 años, enamorado de él 5 años, él fue el primero en hablarle, él le defendió cuando todos se metían con él por su amor a los superhéroes, él siempre está a su lado cuando sucede algo... Y ahora todo eso se puede derrumbar porque su enamoramiento ha salido a la luz por su estupidez. Además, sabiendo que Arthur está enamorado de otra persona y está a punto de ser correspondido. ¿Cómo podía afrontar eso?

—Alfred... Antonio ha venido a buscarte. Dice que tienes que ir a la fiesta de Navidad, que es importante —le dijo, su hermano Matthew, desde el otro lado de la puerta—. Además, no es bueno que te quedes encerrado en la habitación tanto tiempo. Debes salir un poco —comentó con gran preocupación.

—Dile que no voy. No quiero ver a Arthur —respondió desde su cama.

Matthew suspiró y bajó de nuevo junto el español. Antonio iba vestido con un elegante traje negro y corbata roja, al igual que su acompañante japonés. Siguió insistiéndole al hermano de su amigo, pero la respuesta por parte de Alfred siempre era "no" y cada vez respondió con menos humor. Al final, Antonio y Kiku se terminaron yendo a la fiesta, llegaban tarde y debían asistir para ver lo que habían anunciado.

Sin embargo, eso no cambió la mente de Alfred. Él seguía obcecado en que eso era lo mejor para los dos y no había vuelta atrás. Arthur bailaría con Francis junto a la fogata, intercambiarían regalos y terminarían con una romántica cita por el bosque para terminar con una hermosa declaración de amor bajo las estrellas. Era todo perfecto y eso haría que Arthur fuera feliz. Así debía ser y así sería. Y él no tiene nada que ver en aquello, es por eso por lo que no es necesario que vaya a la fiesta para que le regodeen de su amor feliz en su cara. Para eso prefería estar solo en su habitación jugando videojuegos y viendo películas cutres que echaban en Navidad en la televisión.

Y de esa forma pasaron las horas, ya casi eran las nueve de la noche, la hora de bailar alrededor de la fogata. Alfred permanecía allí entre mantas encerrado en su habitación. Aunque, algo perturbó su momento de juego. Y no, no fue otra de esos millones de llamadas que había estado recibiendo, sino que fueron unas piedrecitas que golpearon su ventana. Alfred extrañado se levantó de su cama y se asomó por la ventana después de abrirla.

—¡Imbécil! —le gritó una voz que él conocía bien—. ¡Baja ahora mismo por tu cuenta o subo yo para bajarte a rastras! —chilló, Arthur, con la nariz y las mejillas sonrojadas por el frío que hacía.

El americano no supo que decir, se quedó paralizado en el marco de su ventana. Se quedó mirando al bello inglés que tenía bajo su ventana. Sintió sus manos temblar al igual que sus labios.

—¡Baja de una puta vez! —le ordenó y le intentó lanzar otra piedrecita.

Sin dudarlo un poco bajó de su habitación sin coger ni siquiera un abrigo o unos zapatos. Sin contestar las dudas de sus padres Salió de la casa y corrió junto Arthur.

—¡Por fin llegas! ¡Me estoy helando! —protestó, el inglés.

—P-Perdón... No creí que fueses a venir... ¿Y la fiesta? ¿El presidente del consejo estudiantil no debería estar en ella? —le preguntó, confuso.

—Eso da igual, Kiku se está encargando de todo.

—P-Pero ¿y Francis? ¿Le has dejado solo? —preguntó y agachó la cabeza para no verle la cara—. ¿No se supone que es tu pareja de baile?

—Francis y yo no somos nada. Y antes de que digas nada, que te lo veo en la cara, nunca ha habido nada entre nosotros. Lo que sucedió en el despacho fue un malentendido —explicó, por fin, Arthur, sintiéndose algo más aliviado—. Solo se estaba burlando de mi por una cosa...

—Oh... Lo siento... Ya sabes, a ti te gusta Francis y tal... —murmuró, el americano, sintiendo que su corazón se estrujaba de dolor.

—A mí no me gusta Francis, ni siquiera sé de dónde has sacado eso. Si realmente me gustase ese cara rana te lo hubiese dicho, idiota, por algo somos amigos —comentó y le dio una leve patada en la pierna—. Ahora que ya hemos solucionado eso, ¿podemos hablar sobre lo que me dijiste hace varios días? —preguntó frunciendo el ceño un poco.

—Te dije que lo olvidaras... —musitó, Alfred, y se puso a jugar con sus dedos con nerviosidad.

—¿Eres idiota o te lo haces? —preguntó, después de suspirar. Sin que a Alfred le diese tiempo a reaccionar, Arthur le agarró del cuello del pijama y le plantó un beso en sus labios.

Alfred tardó en reaccionar. No se podía creer lo que estaba sucediendo. Las emociones fueron llegando poco a poco: primero un cosquilleo en los labios, luego un cosquilleo en su estómago, los latidos de su corazón se aceleraron, y sus mejillas se volvieron tan rojas como la nariz de Rudolf.

—¿Eso te aclara un poco todo? —le preguntó sonando molesto, pero sus ojos brillantes y la leve sonrisa de su rostro le delataban un poco.

—Más bien me crea más... —respondió sin poder dejar de sonreír.

—Eres idiota... —masculló y se masajeó las sienes—. A mí también me gustas. Es por eso por lo que no voy a olvidar lo que me dijiste. Y es por eso por lo que no voy a la fiesta, porque la persona con la que quiero ir está encerrada en su habitación porque es un cobarde.

—No... No lo entiendo... Pero si se te veía como mirabas a Francis como un completo enamorado y... y... —murmuró confuso, aunque eso no quitaba que estuviese feliz.

—Te miraba a ti, que siempre tenías a Francis alrededor. Solo que tú eres muy idiota como para darte cuenta —comentó y se cruzó de brazos—, pero que te quede claro que el que me gusta eres tú. Desde la primera vez que te vi me gustaste, pero eres tan despistado que nunca te has dado cuenta —comentó molesto, e infló un poco los mofletes.

—¡¿Y por qué no me lo dijiste antes?! ¡Te hubiese dicho que sí! —protestó el americano.

—¡¿Y por qué no me lo dijiste tú a mí?! ¡Estamos en las mismas! —protestó y le pegó una colleja—. Además, lo tuyo es peor, que no solo no te atreves, sino que también sacas teorías falsas y te amargas la vida por ello.

Alfred se quedó callado ante eso y miró el suelo algo arrepentido. Tenía una mezcla entre alegría y vergüenza por la confesión y la regañina.

—Agh, pero ya dejemos esto. Yo te amo, tú me amas, ahora somos novios, así que ya dejémonos de tonterías y vayamos a la fiesta —protestó y le agarró de la mano de golpe para comenzar a arrastrarlo—. Vístete de forma decente y vámonos.

El americano sonrió por todo esto y tiró del brazo del inglés para dejarle entre sus brazos. Lo abrazó con fuerza y besó la punta de su nariz.

—Nunca me has pedido ser mi novio, así no puedo ir a la fiesta —dijo algo burlón.

—Idiota, eso no hace falta que te lo diga, ya es obvio —protestó e intentó apartarse, pero no lo consiguió—. Está bien... Pero una vez lo haga pasa corriendo a dentro de tu casa a vestirte.

—Sí, sí, pero dilo —le apuró y Arthur suspiró.

—Alfred, ¿quieres ser mi novio? —preguntó con las mejillas rojas.

—Claro que quiero —respondió en un murmullo para después darle otro beso en los labios. Con rapidez se apartó y corrió entre risas a su casa a vestirse.

El inglés protestó por unos momentos, pero la felicidad del momento le ganó. Después de aquello, fueron a esa esperada fiesta de Navidad en donde todos sus amigos les aplaudieron al llegar e hicieron pública la tan esperada relación que floreció en aquellas Navidades llenas de amor. 

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Hello!! Aquí os traigo el mini-fic de Navidad. Siento que sea un poquito cutre, pero tiene mucho amor dentro de él.

¡Feliz Navidad!

Espero que os haya gustado.
Ciaooooo~~~(*'▽'*)♪

Christams love [UsUk/UkUs]Where stories live. Discover now